El asombrado
Don Jos¨¦ Bergam¨ªn no compareci¨® en el Ateneo de Madrid (Prado, 21) el pasado viernes 20 de febrero. Este hecho me parece a m¨ª asombroso y digno de meditaci¨®n porque EL PAIS -todo un diario independiente- aseguraba que suceder¨ªa lo contrario: ?Jos¨¦ Bergam¨ªn?, dec¨ªa exactamente, ?presenta sus dos ¨²ltimos libros?. Bien es verdad que, l¨ªneas m¨¢s abajo, las cosas suced¨ªan de otro modo: ?Los dos ¨²ltimos libros de Jos¨¦ Bergam¨ªn se presentar¨¢n esta tarde a las ocho en el Ateneo de Madrid (Prado, 21)?, pero yo no cre¨ª, sinceramente, que la diferencia entre ambos textos resultara tan estrictamente sustancial.Una presentaci¨®n nunca vista
Todo ocurri¨® como si no ocurriera. Todo, a simple vista, parec¨ªa sencillamente normal. Debo decir que, nada m¨¢s entrar, me sent¨ª inquieto, me sobrecogi¨® un como escalofr¨ªo de v¨ªspera de gripes. Siempre he pensado que la gripe es un estado delirante, un trance algo prof¨¦tico, y siendo, como soy, un tanto milagrero, me sent¨¦ confiando con fe viva que la inminente presentaci¨®n aquella fuera a ser una presentaci¨®n nunca vista.
Y as¨ª fue. Pero no sucedi¨® nada extraordinario. Como una novela progresivamente se abarrota de aventuras, frases, de su protagonista, as¨ª el sal¨®n se abarrot¨® de Bergam¨ªn. ?Bergam¨ªn? estaba en todas partes; s¨®lo faltaba el propio Bergam¨ªn. ?El propio? ?Pero cu¨¢l? Todos los ?Bergamines? que iban y ven¨ªan por los aires eran propios o, por lo menos, innegablemente apropiados. Y aquel ?Bergam¨ªn? reci¨¦n aparecido, el parecido (confrontar El parecido -Caracteres 1926, Ediciones Turner, Madrid), ?era el que se parece a todos y no es ninguno?. Uno que, por lo visto, ?a fuerza de parecerse a tantos, acaba por no confundirse con nadie y adquirir una verdadera distinci¨®n, a la inversa, por sus parecidos?.
En estricta justicia, debo a?adir que yo, personalmente, no echaba a nadie en falta -ni siquiera, claro est¨¢, al aut¨¦ntico, al verdadero Bergam¨ªn. Recuerdo que llegu¨¦ a temer, incluso, que, de repente, apareciera. ?Qu¨¦ hubiera parecido, santo cielo? A pura fuerza de tanta repentina carne y hueso, -el verdadero Bergam¨ªn hubiera parecido un poco falso, ligeramente pesaroso, quiz¨¢; fungible y solitario como un mal actor teatral. E infinitamente menos apropiado para aquella ocasi¨®n y aquella hora, en aquel sitio, que el Bergam¨ªn-torero de Troyano, o el liebre-libre-Bergam¨ªn de Savater o aquel magn¨ªfico radical Bergam¨ªn-p¨®stumo que Caballero Bonald trajo a cuento.
Gato encerrado
Era una representaci¨®n, una apariencia pura. ?Pobre referente real, qu¨¦ desguazado! En un momento de lucidez pens¨¦ que por qu¨¦ habr¨ªa cedido Bergam¨ªn as¨ª todo su sitio, su cuerpo, a sus fantasmas. Y pens¨¦ que ten¨ªa que haber gato encerrado; un gato pelirrojo, la verdad, barriobajero y fiero, respectivamente; escapado, el ¨²ltimo minuto, novilunio adentro, por las esmeriladas azoteas de febrero y marzo. ?Me gustaria?, pens¨¦, ?que compareciera, siquiera, la verdad?. ?La verdadera verdad / nunca se esconde en lo oscuro: / se esconde en la claridad? (en la claridad lagartijera, dicho sea de paso, de la verdadera luna nueva).
La verdad es que un poeta no puede aparecer ?enorme en el af¨¢n de su entereza? sin que su presencia f¨ªsica, su persona f¨ªsica, sea, como Espa?a, ?¨²nica siempre, pero nunca unida?. El desunido f¨ªsico del Bergam¨ªn poeta era, en este caso, a la vez inconfundible mente ¨²nico y ninguno. Parecido a todo parecido y diferente de todos justo en eso. No se puede ser poeta a medias; por eso dice Wallace Stevens que, de serlo, hay que serlo continuamente, a tumba abierta. Pero continuamente no se puede ser, a la vez, ?poeta? y ?alguien?.
La inocencia se olvida
Ser poeta consiste, por de pronto, en nunca ser del todo... ni poeta mismamente. Es radicalmente imposible que un poeta se conozca a s¨ª mismo (de aqu¨ª el terrible error de Val¨¦ry) porque para poder correr continuamente, m¨¢s importante que ?la ignorancia que se aprende? es la inocencia que, como Bergam¨ªn dice, se olvida. En la olvidada inocencia veo yo el origen -no s¨¦ si es ?causa? o no- de la costumbre de Bergam¨ªn de nunca aparecer, del todo, como poeta, en p¨²blico. No se trata, yo creo, de humildad (aunque pudiera haber virtud, muy al final, gracias a eso). Es un instinto puro, un acto puro de inocencia, de no-ser.
Como el t¨ªtulo de su propio libro de poes¨ªas, Jos¨¦ Bergam¨ªn, por ser poeta todo el tiempo, es un poeta ?casi completo? a¨²n, de bote en bote casi, todav¨ªa.
Babelia
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