El 26? Congreso del PCUS
LOS CONGRESOS de los partidos pol¨ªticos tendr¨ªan que ser el n¨²cleo b¨¢sico de su democracia, del debate de su ideolog¨ªa y de su acci¨®n; v¨ªctimas de la entrop¨ªa que est¨¢ consumiendo la soberan¨ªa popular, se han convertido en un festejo vac¨ªo, en una aburrida y tonta verbena de himnos, pancartas, azafatas, pegatinas; y maniobras, manipulaciones, compraventas y votaciones preestablecidas. Como en tantas otras cosas, habr¨ªa que volver atr¨¢s, a la fuente bautismal, para recuperar algunos valores que se est¨¢n perdiendo en el mundo y que parecen, por lo menos, tan imprescindibles como cuando se trataron de ensalzar. El congreso del Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica no es solamente un caso entre tantos de esa porosidad y fragilidad en los huesos del esqueleto democr¨¢tico, sino uno de los primeros en sufrirla. Hay, por tanto, pocas o ninguna esperanza de que el 26? Congreso del PCUS, que comienza ma?ana en Mosc¨², penetre la p¨¦trea y sorda maquinaria de la direcci¨®n con alg¨²n aire nuevo.Su capacidad de instrumento para ?determinar la l¨ªnea del partido en lo que concierne a la pol¨ªtica interior y la pol¨ªtica internacional? es ya nula, y en el mismo estatuto en que se define as¨ª se contiene la demasiado boba contradicci¨®n de que ?escucha y aprueba los informes del Comit¨¦ Central?: aprueba es una confesi¨®n de su impotencia. Hubo lejanos tiempos en que se defend¨ªa de la maquinaria burocr¨¢tica y del dictador ¨²nico, y escuchaba a oradores de la oposici¨®n como Zinoeviev y Karnenev: el tr¨¢gico final de esos y otros opositores marc¨® cu¨¢l iba a ser el mal de piedra de ese ¨®rgano y de la oposici¨®n en s¨ª. Stalin lo fue dominando, lo convirti¨® en cuatrienal -prueba ya de su estupor para la movilidad de la vida pol¨ªtica- y le dio ese aire de alegr¨ªa siniestra, de m¨¢quina de aclamar y aceptar, que ni siquiera Kruschev intent¨® cambiar: el 20? Congreso, que desestalinizaba, era en s¨ª mismo una aprobaci¨®n con la fr¨ªa sangre estaliniana de lo que se le mandaba desde el poder.
El 26? Congreso va a examinar durante diez d¨ªas los temas pol¨ªticos, econ¨®micos, internacionales que hoy preocupan a la URSS. Va a ser, como siempre, una espuma jabonosa, donde las cr¨ªticas y las rectificaciones ser¨¢n las justas para producir cambios y destituciones previstas y ordenadas, pero sin dejar ver el fondo de la ba?era. Todo el gran tema del desmoronamiento de la sociedad comunista, de la disidencia, del enorme desencanto que se ha ido multiplicando con el transcurso de las generaciones; toda la enorme voluntad de desprendimiento de la Europa del Pacto de Varsovia; toda la incapacidad de la econom¨ªa para mejorar las condiciones de la vida de sus ciudadanos van a quedar ahogadas en las luces que iluminan el invierno de Mosc¨². El gran poder, ya se sabe, no va a cambiar; los ilustres ancianos que han tomado el relevo de la antorcha apagada de la revoluci¨®n de octubre son inamovibles, y s¨®lo se ir¨¢n cuando haya otros suficientemente ancianos para tomarla.
Pero no se puede decir que este congreso carezca de importancia. La URSS vive uno de los momentos m¨¢s dif¨ªciles de su historia, desde que termin¨® su guerra civil, si se except¨²a la agresi¨®n alemana. Vive un cerco global que le llega precisamente en esta hora de la revoluci¨®n muerta y mal embalsamada; y un cerco que le llega de la cabeza de la sociedad occidental que sufre tambi¨¦n la esclerosis de sus propios principios y la dificultad de resolver su econom¨ªa. En el congreso se van a escuchar -y aprobar- los informes del Comit¨¦ Central-, es, por tanto, un altavoz. Tendr¨¢ que hablar de Polonia, o no, y la acci¨®n o la omisi¨®n van a ser analizadas. Tendr¨¢ que hablar del cerco, de la relaci¨®n con Estados Unidos, con Europa. Convendr¨¢ escuchar lo que el poder tenga que decir, a trav¨¦s de este congreso, al mundo, y lo que el mundo va a querer entender. Puede, incluso, que se produzca alguna sorpresa. El hecho de que esa sorpresa venga preparada desde tiempo atr¨¢s y que no lo sea para los reunidos en Mosc¨² no le quitar¨¢ su valor. Pero lo m¨¢s probable es que contin¨²e la inmovilidad y que el mecanismo que se invent¨® para que el pueblo participale en la pol¨ªtica siga el melanc¨®lico camino que sigui¨®, en la prehistoria, el ¨²ltimo dinosaurio.
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