El habla de los obispos
Ante las airadas voces de protesta por el hecho de que hablaran acerca del divorcio, monse?or Enrique y Taranc¨®n ha dicho con sencillez: ?Los obispos hablaremos cada vez que lo creamos conveniente?. Estoy ¨ªntegramente con ¨¦l. Admiremos todos su claridad y sentido com¨²n. De antemano, en Ya se hab¨ªa escrito que Apostua advirti¨® a los obispos la conveniencia de que callasen al respecto, para soslayar as¨ª la escisi¨®n de UCD y, de rebote, la posibilidad de favorecer al PSOE. Los obispos -no pod¨ªa ser de otro modo- no siguieron la advertencia, y obraron bien: callar hubiera sido c¨ªnico oportunismo, que ellos, lo sabemos todos, no pueden en manera alguna aceptar ni practicaron nunca. Desde el lado opuesto, una desventurada nota del PSOE mostraba tal ignorancia de la elevada misi¨®n hist¨®rica de la Iglesia cat¨®lica en la salvaguardia de lo que los obispos llaman ?valores morales objetivos?, que ser¨ªa aconsejable que la subsanaran los redactores de la misma, acudiendo a los elementales textos de religi¨®n de nuestro bachillerato: porque al calificar el escrito de los obispos de ?inoportuno, desmedido y desestabilizador? olvidan la obligaci¨®n, que siempre hizo suya la Iglesia (la cat¨®lica, se entiende), y constantemente practicada a lo largo y lo ancho de nuestra historia lejana y reciente, de actuar en favor, pongamos por caso, de la justicia, cualquiera sea la inoportunidad, desmesura y desestabilizaci¨®n que procuren. Proceder de otro modo ser¨ªa ruin politiquerismo, que s¨®lo malintencionados pueden atribuirle a los se?ores obispos. Para colmo, y por ¨²ltimo, las feministas (EL PAIS, 8-2-1981), carentes de comprensi¨®n y generosidad, invitan tambi¨¦n a los obispos a que callen, ya que no alzaron la voz durante el franquismo contra la pena de muerte y la contumaz aplicaci¨®n que de la misma se hizo, ni contra la situaci¨®n de los presos, ni contra la sistem¨¢tica pr¨¢ctica de la tortura. Estas feministas, sin embargo, no debieran olvidar lo siguiente: que durante el franquismo, a diferencia de lo que ocurre en la Espa?a de hoy, no era posible alzar la voz y, en consecuencia, los se?ores obispos hubieron de guardar silencio penoso, bien a su pesar, quiz¨¢ atendiendo -ellos saben de esto suficientemente- a la evitaci¨®n de un ?mal mayor?, y que ahora todos, ellas tambi¨¦n, debemos generosamente justificar; que es posible, por otra parte, que entregados a su alt¨ªsima tarea, los se?ores obispos, durante el franquismo, ignorasen que hubiera cosa alguna de qu¨¦ protestar; finalmente, tambi¨¦n ser¨ªa posible que los se?ores obispos juzgasen al franquismo, de toda buena fe, como el r¨¦gimen pol¨ªtico m¨¢s ben¨¦fico.La libertad ganada
Felicit¨¦monos, pues, de que en la Espa?a actual los se?ores obispos, como cualesquiera ciudadanos, puedan hablar cuanto les venga en ganas.
De modo que estar¨¦ en contra siempre de quienes tratan de imponer silencio en nombre de lo que sea, y, a riesgo de ruborizarme, he de recordar que el ?hablando se entiende la gente? constituye la forma proverbial mediante la cual el pueblo espa?ol sostuvo las ventajas de la libertad de expresi¨®n. Los obispos no deben callar.
El habla de los se?ores obispos tiene doble vertiente. Por una, hablan al pueblo de Dios, a su grey, como gustan de denominarlo, y de la cual son sus pastores. En este sentido, hablan, pero adem¨¢s ense?an y dirigen, y es de saber que la grey, su reba?o, tiene obligaci¨®n de obedecerles. Si no hacen as¨ª, dejan de pertenecer a la grey. Nada de comodidades al respecto: de ser cat¨®licos hay que serlo en la totalidad; si se es a medias o s¨®lo en parte, se es otra cosa, para la cual hay nombres, y de no haberlos, se inventan. Catolicidad implica la aceptaci¨®n ¨ªntegra del magisterio de una iglesia que se denomina cat¨®lica. Eso de que los obispos hablen de que el 70% de los espa?oles son cat¨®licos, y las encuestas ofrezcan un 76% de espa?oles que dicen s¨ª al divorcio no cuadra de ninguna manera, y o lo hacemos cuadrar o enloquecemos.
La otra vertiente que concierne al habla de los obispos tiene meramente el valor de una opini¨®n para los que no componen su grey. Por tanto, puede ser sensatamente discutida mediante el uso de la raz¨®n, una vez que alguien, interlocutor, sorprende puntos de vista que estima de alguna manera irracionales. Prometo que en un pr¨®ximo art¨ªculo he de discutir someramente tres puntos, en los que he cre¨ªdo ver nota de irracionalidad, contenidos en el escrito de los obispos acerca del divorcio. Estos tres puntos son: 1) la inaceptabilidad del divorcio por acuerdo, el cual, ab initio, me parece que ser¨ªa el ¨²nico que razonablemente se deber¨ªa exigir; 2) la consideraci¨®n como de ?libre opci¨®n? para la mayor¨ªa de los matrimonios que han tenido y tienen lugar, cuando es lo cierto que m¨¢s bien se asemeja a lo que los juristas denominan ?trastorno mental transitorio?, y 3) la sosegada apelaci¨®n que ellos hacen a los ?valores morales objetivos?, cuya simple enunciaci¨®n es un dislate del tipo de la cuadratura del c¨ªrculo, y cuya alusi¨®n para la obediencia estricta, inargumentada, es una forma de terrorismo intelectual y sobre todo moral.
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