La intervenci¨®n norteamericana en El Salvador
La flagrante intervenci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica y militar de Estados Unidos en los asuntos internos de El Salvador es de extraordinaria significaci¨®n, no s¨®lo para el propio pa¨ªs centroamericano y su ¨¢rea circundante -especialmente Nicaragua-, sino para el mundo entero. No soy qui¨¦n para detallar esa significaci¨®n para Europa, y especialmente para Espa?a, pero me veo en la obligaci¨®n de presentar sumariamente el alcance de esa intervenci¨®n, que quiere justificarse ahora, en una ofensiva diplom¨¢tica desproporcionada, dada la peque?ez territorial de El Salvador, como respuesta, a una previa intervenci¨®n sovi¨¦tica.Pocas semanas antes de su asesinato, a manos de quienes hoy se ven favorecidos por este descarado intervencionismo norteamericano, monse?or Romero, el clarividente arzobispo m¨¢rtir de San Salvador, dirig¨ªa una carta al presidente Carter, exigi¨¦ndole que no enviara ayuda militar a la Junta militar dem¨®crata cristiana. La raz¨®n de esta exigencia era doble: la ayuda militar representaba un intervencionismo que imped¨ªa el que se manifestase libremente la voluntad del pueblo oprimido salvadore?o y, por otra parte, iba a traer mayores sufrimientos y represi¨®n. iba a ser empleada en multiplicar los miles de v¨ªctimas que ya se estaban dando.
La carta de monse?or Romero
Esta carta p¨²blica, le¨ªda en una de sus multitudinarlas homil¨ªas, le cost¨® alg¨²n mal gesto vaticano -la cinta de la homil¨ªa hab¨ªa sido enviada el mismo d¨ªa por el Departamento de Estado a la Secretar¨ªa de Estado del Vaticano- y, sin embargo, mereci¨® una carta del entonces secretario de Estado, Cyrus Vance, en nombre del presidente Carter, en que se alababa la intenci¨®n del arzobispo y se promet¨ªan cautelas para que no se materializaran los peligros de intervencionismo y matanzas que se escond¨ªan tras esa ayuda norteamericana. Aunque monse?or Romero recibi¨® la comunicaci¨®n, antes de su asesinato, no lleg¨® a recibir la carta oficial, firmada por Cyrus Vance, que me la entreg¨® a m¨ª el embajador White, para que la hiciera llegar al arzobispado. cuando ya el destinatario hab¨ªa sido fulminado.
La Iglesia en su conjunto no ha cambiado de actitud desde entonces. Monse?or Rivera y Damas, sucesor de monse?or Romero en la administraci¨®n de la archidi¨®cesis salvadore?a, ha reiterado que esa ayuda militar no debe continuarse, porque en vez de resolver los problemas los agrava y radicaliza. Lo mismo han pedido el episcopado norteamericano y el canadiense, entre otros. ?Es que todos ellos son comunistas o pro sovi¨¦ticos? ?Es que no han escuchado la a cusaci¨®n orquestada de que la guerrilla salvadore?a es marxista? No. Lo ¨²nico que sucede es que esos grupos religiosos, tan altamente cualificados, conocen a fondo dos puntos esenciales. Uno de derecho y de raz¨®n: que m¨¢s vale la vida de miles de salvadore?os y sus derechos fundamentales que los ego¨ªstas intereses pol¨ªticos y militares de Estados Unidos. Otro de hecho: que el apoyo militar norteamericano, se traduce, se ha traducido ya, en la matanza inmisericorde de no menos de 8.000 v¨ªctimas inocentes, que no han tenido nada que ver con enfrentamientos militares.
Esto hace que la actual ofensiva diplom¨¢tica de Estados Unidos para justificar una mayor intervenci¨®n en El Salvador, so pretexto de una intervenci¨®n de paises comunistas, sea, ante todo, una farsa. El que ha intervenido desde siempre y en apoyo de reg¨ªmenes totalitarios del ¨¢rea ha sido Estados Unidos. Somoza y el somocismo son resultado: de intervenciones norteamericanas y todav¨ªa son a?orados comparativamente por un buen n¨²mero de pol¨ªticos republicanos. La ca¨ªda de Arbenz y su Gobierno moderado de izquierda y el inicio del terrible calvario guatemalteco -del que la propia Espa?a ha sido v¨ªctima en un alto n¨²mero de sacerdotes ejemplares y en el ataque a su Embajada- son fruto de la descarada intervenci¨®n norteamericana en favor del coronel Castillo Armas. Lo inismo debe decirse, aunque m¨¢s indirectamente, de los sucesivos fraudes electorales que impidieron el acceso democr¨¢tico al poder en El Salvador de una oposici¨®n de centro-izquierda. Et sic de caeteris. Son ellos los intervencionistas y, si pueden probar otras intervenciones, ser¨¢n siempre como respuesta a una previa intervenci¨®n norteamericana.
Farsa y falsedad
No s¨®lo una farsa, sino tambi¨¦n una falsedad. No estoy en condi ci¨®n de refutar pruebas que no me han sido presentadas. Pero puedo asegurar que ni Bowdler, ni White, ni la Embajada de Estados Unidos en El Salvador nunca me presentaron esta acusaci¨®n. Y yo he hablado con ellos hasta hace muy pocos meses. Su acusaci¨®n era, entonces de influjo ideol¨®gico por parte de Nicaragua y de Cuba, pero nunca de intervenci¨®n militar y de aporte de armas. M¨¢s bien, hasta muy avanzado noviembre, hablaban con desprecio del potencial b¨¦lico de la guerrilla. Quiz¨¢, tras la batalla de Moraz¨¢n, en la que estuvo presente el embajador norteamerica no White, al sentir la preparaci¨®n militar de los guerrilleros, empiezan a cambiar de t¨¢ctica. Y esto se acrecienta con la llegada de Reagan y de Haig. Se ha sabido de una reuni¨®n secreta en Londres, previa a la ofensiva diplom¨¢tica, en que se decidi¨® emprender la ofensiva diplom¨¢tica y se habl¨® de la reconstrucci¨®n de pruebas.
Adem¨¢s de una farsa y de una falsedad, la campa?a, y sobr¨¦ todo la intervenci¨®n, son en s¨ª mismas una gravisima injusticia. Y lo son porque valoran m¨¢s el peligro de un Gobierno democr¨¢tico-revolucionario, que es lo que propician el Frente Democr¨¢tico Revolucionano y el FMLN, que el terrible costo de vidas humanas, de torturas, de exilios, de negaci¨®n de los m¨¢s elementales derechos humanos, de la destrucci¨®n de la convivencia social, de la paralizaci¨®n de la vida social y econ¨®mica, etc¨¦tera. Y aqu¨ª de poco sirven las intenciones, porque est¨¢n los hechos para hacer claro d¨®nde est¨¢ la verdad.
El presunto rearme moral de Reagan es, por lo que toca a El Salvador, un claro ejemplo de la pr¨¢ctica de aquello que se estima tan marxista leninista como el que el fin justifica los medios. Con el agravante en este caso de la terrible desproporci¨®n entre el fin pretendido, y los medios empleados. A un cristiano y a cualquier hombre de bien le es intolerable que se anteponga a la vida humana el inter¨¦s ego¨ªsta de un Estado, por muy poderoso que sea.
Error pol¨ªtico
Finalmente, esta campa?a y esta intervenci¨®n son un error pol¨ªtico. Estados Unidos conseguir¨ªa mucho m¨¢s para s¨ª mismo si adoptara otra postura. Uno recuerda aqu¨ª el anuncio de Hegel, seg¨²n el cual la disoluci¨®n del imperio norteamericano vendr¨ªa de manos de Am¨¦rica Latina. Pero, sobre todo, lograr¨ªa un comienzo de soluci¨®n para la desesperada situaci¨®n salvadore?a.
Si Estados Unidos pusiera su indudable peso para reparar el da?o hecho por ellos mismos frenando dr¨¢sticamente toda forma de represi¨®n en El Salvador y propiciando que las fuerzas democr¨¢ticas pudieran intervenir e influir pol¨ªticamente en una soluci¨®n que no fuera predominantemente militar, mucho se habr¨ªa, avanzado. No se propone con esto que haga cosas nuevas -ser¨ªa proseguir un intervencionismo, que ha de repu diar todo pueblo libre-, sino que deshaga activamente sus formas exageradas e injustas de interven cionismo. Hoy hay mucha mayor libertad democr¨¢tica en Polonia, a pesar de su proximidad con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que la que hay en Guatemala o en El Salvador. Es posible una soluci¨®n democr¨¢tica en El Salvador, pero la postura de Estados Unidos la est¨¢ haciendo cada vez m¨¢s dif¨ªcil.
Por todo ello, uno sufre verg¨¹enza e indignaci¨®n en carne ajena al ver la presi¨®n norteamericana sobre Estados europeos y latinoamericanos, pues no es el Gobierno de El Salvador quien est¨¢ haciendo esta campa?a, sino el imperio norteamericano. Pero tambi¨¦n uno siente cierto respiro y una cierta esperanza al ver las primeras respuestas de estos Estados e instituciones democr¨¢ticas. Esperanza de que Estados Unidos recapacite para que cese en su intervencionismo confeso de armamentos letales y de asesores militares y policiales. Y esperanza, sobre todo, de que estos paises democr¨¢ticos, entre los que no debiera faltar por tantas razones Espa?a, apoyen una soluci¨®n pol¨ªtica justa, que se acomode a la realidad del pueblo salvadore?o y al grado de su conciencia social y de su lucha revolucionaria. Pa¨ªses m¨¢s pr¨®ximos y tan poco sospechosos de veleidades marxistas como son M¨¦xico, Panam¨¢ y Ecuador, as¨ª lo est¨¢n procurando.
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