Jos¨¦ Antonio Gurriar¨¢n, el periodista herido en un atentado armenio: "Me he salvado porque me he negado a morir"
?He pasado la situaci¨®n m¨¢s dura y, a la vez, m¨¢s interesante de mi vida, porque he visto muy cerca el calor de la muerte. Me he salvado porque me he negado a morir?, dice Jos¨¦ Antonio Gurriar¨¢n, subdirector del diario Pueblo, a los dos d¨ªas de regresar a su domicilio con su familia, despu¨¦s de permanecer internado en el Hospital Cl¨ªnico de Madrid a ra¨ªz de resultar gravemente herido como consecuencia de un atentado armenio ocurrido el 29 de diciembre en la Gran V¨ªa.
Jos¨¦ Antonio Gurriar¨¢n volvi¨® a su casa -un chal¨¦ situado cerca de Boadilla del Monte- el pasado lunes, unas horas antes de producirse el fallido golpe de Estado. ?Me sent¨ª totalmente in¨²til, porque es una de esas ocasiones humanas y period¨ªsticas en las que no te puedes quedar de brazos cruzados. Aqu¨ª encerrado, sin poderme mover Y sin saber qu¨¦ ocurr¨ªa, era angustioso. Adem¨¢s dos d¨ªas antes me vinieron a visitar mis amigos Felipe Gonz¨¢lez y Alfonso Guerra, y no me pod¨ªa creer que estuvieran ahora en un trance semejante?.Ahora, ayudado por Mari Carmen, su mujer, y su hijo, puede estar sentado en una butaca junto a la puerta que da a la terraza. Sus dos piernas, escayoladas, las tiene extendidas sobre un peque?o sof¨¢ colocado frente a ¨¦l. ?Me tengo que resignar, de momento, a que ellos me lleven de un lado a otro como un fardo, pero hoy es el primer d¨ªa que, a trav¨¦s de este cristal, recibo el calor del sol, y para un heli¨®filo como yo esto me hace sentir liberado?.
Probablemente. ma?ana tendr¨¢ una silla de ruedas en la que podr¨¢ moverse, sin ayuda de nadie, entre los pasillos de la casa y por el jard¨ªn. ?Es curioso?, dice, ?que antes compadec¨ªa a los que ve¨ªa con la sillita de ruedas y ahora aqu¨ª me tienes esperando todo contento a que llegue la sillita para poder moverme?.
Semitumbado en la butaca, observa complacido c¨®mo le responden ya los dedos del pie izquierdo. ?El derecho lo puedo mover muy poco, Y los dos dedos peque?os, nada. S¨¦ que esto va a ir lento por lo menos pasar¨¢ un a?o hasta que pueda andar sin ayuda de bastones y reincorporarme al peri¨®dico. Pero mientras encontrar¨¦ cosas que hacer?.
La bomba, un mensaje pacifista
Mientras llega la recuperaci¨®n total, Gurriar¨¢n ocupa su tiempo en el importante trabajo de elaborar un mensaje pacifista en forma de libro, en el que narrar¨¢ sus vivencias durante el atentado e intentar¨¢ convencer a todos los terroristas de que hay otras actitudes m¨¢s eficaces, a la hora de cambiar las cosas, que luchar con las bombas y las pistolas.?El bombazo me ha hipersensibilizado contra la violencia y el terrorismo. R¨¢pidamente pens¨¦ que ten¨ªa la obligaci¨®n moral de escribir un libro pacifista dedicado, sin rencor, a todos los terroristas del mundo. Por eso, a partir del s¨¦ptimo d¨ªa de estar hospitalizado empec¨¦ a grabar en un magnet¨®fono con algunas ideas que me surg¨ªan entre nebulosas, consecuencia de la anestesia probablemente. Ahora tengo doscientos folios escritos, pero tardar¨¦ en elaborar el libro m¨¢s de un a?o, porque yo soy muy lento y en esta ocasi¨®n mezclar¨¦ el relato testimonial con la novela?.
El absurdo del terrorismo y la violencia no s¨®lo ser¨¢ el tema del libro que prepara, sino que se ha convertido en uno de sus empe?os vitales. ?Es que quiero que entiendan, que vean, que est¨²pidamente te hacen sufrir mucho. En mi caso concreto, que estoy a favor de las tesis armenias, ya es el colmo del absurdo?.
Sentado en su despacho, delante de una biblioteca en la que hay al menos quince libros de Gandhi y una decena del pacifista de color Luther King, explica que quiere decir a los terroristas que por la v¨ªa de la destrucci¨®n y del terror no van a conseguir nada, por muy justa que sea la causa que persigan. ?Gandhi ech¨® a los ingleses de la India sent¨¢ndose en el suelo. Luther King luch¨® pac¨ªficamente por los derechos del hombre de color, y me emociona recordar las im¨¢genes de las chicas hippies americanas que tiraban flores a las bayonetas de los guardias, ante el estupor de ¨¦stos?.
?Me estoy documentando mucho sobre el tema armenlo, porque el libro cuenta con tres personajes armenios, dos hombres y una mujer. Mi hermano me env¨ªa desde Par¨ªs un material extraordinario obtenido en los archivos de Le Monde , y ahora, como no me ocupo de otra cosa, puedo centrarme en el tema. Los dos meses que he pasado en el Hospital Cl¨ªnico me han supuesto unas vivencias inolvidables, porque yo en ning¨²n momento llegu¨¦ a perder el conocimiento. Mis ansias de vivir me impidieron perder la lucidez. Y para documentarme mejor sobre la vida en los hospitales repaso ahora El pabell¨®n de reposo, de Camilo Jos¨¦ Cela, aunque se trata de una novela plana, sin vivencias?.
Dieciocho litros de sangre
Jos¨¦ Antonio Gurriar¨¢n dice estar muy contento de que su vitalidad haya sido la que le impidiera morir. ?Porque lo he pasado muy mal. No en las cuatro operaciones que sufr¨ª, pero s¨ª en las curas. Duelen. Cualquier movimiento con las gasitas es un martirio, m¨¢s cuando se ha llegado a una gravedad como la m¨ªa, que fue de tal calibre que me tuvieron que hacer transfusiones de sangre varias veces, hasta dieciocho litros en total, que ya es decir?. Ahora se mira las piernas y se?ala las cicatrices de los muslos en las que se ve la falta de piel que le arrancaron los m¨¦dicos para injert¨¢rsela en las piernas. ?Ten¨ªa las piernas destrozadas. Cuando iba en la ambulancia cre¨ª que las hab¨ªa perdido, porque s¨®lo ve¨ªa sangre y trozos de carne. Luego, all¨ª, en la habitaci¨®n n¨²mero siete -porque en un hospital te con viertes en un n¨²mero m¨¢s-, tuve unos d¨ªas angustiosos. Los m¨¦dicos son como los pol¨ªticos, y no hay forma de que te hablen claro. Solamente vi que no me hab¨ªan cortado las piernas cuando observ¨¦ que en el pie derecho ten¨ªa mi lunar. Eran mis piernas, y empec¨¦ a recuperar el optimismo?.
Dentro de un optimismo resignado, sin ninguna clase de ira ni el m¨ªnimo asomo de desesperaci¨®n o amargura, habla de la operaci¨®n que le tendr¨¢n que hacer dentro de dos o tres meses para sacarle los clavos de las piernas. ?Aunque puede que luego me tengan que colocar una escalerilla de hierro pegada a las piernas. Con todo y eso?, se mira, se?ala y sonr¨ªe, ?una me va a quedar mucho m¨¢s larga que la otra y quedar¨¦ con una pinta rar¨ªsima, pero en un ano seguro que estar¨¦ trabajando con todos vosotros?. Porque lo peor para un hombre de la larga trayectoria profesiorial de Jos¨¦ Antonio Guriiar¨¢n, lo m¨¢s dif¨ªcil, es tener que permanecer al margen de la profesi¨®n durante tanto tiempo. Con 43 a?os de edad, empez¨® su carrera period¨ªstica en El Alc¨¢zar. Trabaj¨® despu¨¦s en Nuevo Diario y posteriormente se encarg¨® de dirigir El Diario Monta?¨¦s. Estuvo luego en distintas publicaciones, como la revista Semana, SP, Pueblo, Arriba, El Socialista (publicaci¨®n que dirigi¨® durante diecis¨¦is meses), y finalmente volvi¨® como subdirector al diario Pueblo.
El atentado terrorista del gru po armenio Octubre-3, ocurrido poco antes de las diez de la noche del 29 de diciembre en la Gran V¨ªa madrile?a, le hiri¨® de gravedad cuando, desde una cabina telef¨®nica, comunicaba a su peri¨®dico que hab¨ªa estallado una bomba. El segundo artefacto, colocado a escasa distancia de la cabina, le produjo las heridas de gravedad de las que ahora, felizmente, se recupera.
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