No todos culpables
UN AMBIENTE difuso de culpa colectiva comienza a detectarse en sectores de la derecha conservadora tras el ¨²ltimo intento sedicioso de golpe de Estado. Sin duda, quienes participan de esta freudiana reacci¨®n (?todos nos hemos portado mal y cada cual debe aprender su parte de responsabilidad ?) confunden las l¨®gicas llamadas a la moderaci¨®n desde la Jefatura del Estado y desde las fuerzas pol¨ªticas con la renuncia al an¨¢lisis, racional y moral, de los m¨¢s recientes sucesos y de toda la transici¨®n espa?ola. Porque dif¨ªcilmente se puede afirmar que la sociedad y el pueblo en todas sus manifestaciones -pol¨ªticas, sindicales, culturales, informativas...- no han sido prudentes y moderados en los a?os del tr¨¢nsito a la democracia o han tenido la culpa de nada. Una cosa es que tanto grupos sociales como individuos cometan en ocasiones errores -que los seguir¨¢n cometiendo-; otra cosa es que sean verdaderos errores ¨²nica y precisamente todas aquellas cosas que a determinados poderes sociales les parecen mal; y otra cosa, por fin, mucho m¨¢s diferente todav¨ªa es sugerir siquiera que esos errores explican ni de lejos la salvaje agresi¨®n contra la soberan¨ªa popular de la que este pa¨ªs ha sido objeto. Igual que hemos repetido muchas veces que s¨®lo a la locura criminal pod¨ªa imputarse la sangrienta actividad del terrorismo etarra y la creciente amenaza, igualmente asesina, del terrorismo de la ultraderecha, tenemos que repetir ahora que s¨®lo a la paranoia totalitaria y al golpismo sin matices puede imputarse la sublevaci¨®n del lunes pasado. Paranoia -no debe olvidarse- que ha sido financiada por sectores civiles, tanto o m¨¢s culpables que los militares implicados, y sobre los que debe caer la ley con igual justicia y rigor, aunque se escondan los criminales tras apellidos ilustres.No exist¨ªa justificaci¨®n objetiva alguna, ni existe hoy, que pueda permitir al nadie suponer que es preciso un Gobierno militar en este pa¨ªs, ni nada que arguya l¨ªcita y moralmente la necesidad de un golpe de Estado contra la Constituci¨®n. S¨®lo la ceguera o el ego¨ªsmo de determinados sectores sociales -tanto civiles como militares, insistimos-, minoritarios en cualquier caso, ha movido la mente y el brazo de los sediciosos. Pero el pueblo espa?ol ha demostrado repetidamente su capacidad de autogobierno y sus deseos de vivir en democracia, y en modo alguno puede decirse que ?todos en cierta medida somos culpables de algo?. Los culpables de lo sucedido son precisamente muy pocos y muy identificables: son muy pocos los terroristas de ETA, y es minoritario el apoyo social y pol¨ªtico que tienen en Euskadi. Son muy pocos los terroristas de la ultraderecha, y aunque reciban en ocasiones ayudas poderosas, no tienen basamento alguno en la sociedad espa?ola de hoy. Muy pocos son los hombres de empresa o financieros dispuestos a sufragar los gastos de un movimiento sedicioso, y muy pocos los generales y jefes del Ej¨¦rcito -lo sucedido el lunes lo demostr¨®- prestos a sumarse a una rebeli¨®n. Son muy pocos, por ¨²ltimo, los libelos que pretenden apellidarse de peri¨®dicos y que salen a la calle alentando y exculpando el terrorismo de ETA o el terrorismo golpista. Lo m¨¢s dram¨¢tico y revelador es que adem¨¢s emplean las mismas justificaciones: seg¨²n los casos y los panfletos de turno, son soldados vascos o soldados de Espa?a los actores de este terrible e inmundo drama. Pues ni soldados, ni vascos, ni espa?oles. Simplemente eso: enemigos de la libertad. Este es un pueblo mayoritariamente moderado, dispuesto a la convivencia, capaz de promover el cambio social y pol¨ªtico de la sociedad -los que lo quieren- por las v¨ªas legales, y de defenderlo -los que pretenden conservarlo- por las mismas v¨ªas. La culpa, por eso, de lo sucedido el lunes no es de los espa?oles, sino, en todo caso -los tribunales dir¨¢n-, del general Milans del Bosch, y esto sea dicho con toda la moderaci¨®n del mundo. Es ¨¦l quien debe ser sometido a juicio, y no nuestras conciencias: ni la del Ej¨¦rcito, ni la del pueblo.
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