Los latinoch¨¦s
Guatemala, como un ave alojada en el ojo precolombino de una estatua de piedra solar. El Salvador, insalvable, como una cruz o un molino con brazos de llama en la noche americana. Chile, Argentina, Uruguay. Lo que me llega de todo ese vasto horror son llamadas madrugadoras o de media noche, voces que arrastran el cansancio infinito de la Historia y la dulzura del martirio, gritos. Ay de los lat¨ªnoch¨¦s.Una periodista inv¨¢lida, expatriada por Naciones Unidas, me habla del desaparecido Rodolfo Walsh, sobre quien ya escrib¨ª en su d¨ªa, en su noche triste que todav¨ªa dura. Pero el banquero platense Coco Rossi sostiene que la capital m¨¢s cara del mundo es Buenos Aires, y que eso es el mejor s¨ªntoma de la salud econ¨®mica de aquel pa¨ªs. Son maneras de entender la econom¨ªa. Cuatro organizaciones guerrilleras, entre ellas la ORPA, se han unificado ahora en Guatemala. En el Salvador, una junta militar democristiana, un b¨²nker sargentero y beato, somete al pueblo y se defiende de ¨¦l, mientras un irrespirable clima Reagan se confunde con los ¨¢ngel es de humo putrefacto de los puros olig¨¢rquicos. Me parece que Espa?a va a tener que elegir, un d¨ªa, entre el atlantismo y el tejerismo, pero Estados Unidos defiende y patrulla en nuestro continente lo mismo que niega en el suyo. Hamlet, el primer europeo moderno, por dubitativo, sigue dubitando en cada uno de nosotros, sobre todo en los europeos que ya est¨¢n dentro de la OTAN. Lucas Garc¨ªa es el hombre de Reagan en Centroam¨¦rica. Los latinoch¨¦s, en Espa?a, ya no son s¨®lo nuestros parientes de lengua, a quienes hemos de acoger y dar trabajo en una funci¨®n de Marsillach. Despu¨¦s de Tejero, en Madrid todos somos latinoch¨¦s.
Guatemala: un 75% de la poblaci¨®n en paro. Una media de vida de 45 a?os. Casi la mitad que en Estados Unidos. De cada cuatro ni?os, tres est¨¢n desnutridos. El 82% de la poblaci¨®n rural es ¨¢grafa. ?Qu¨¦ rayos resuelven las juntas militares? El Canto general de Neruda es ya, por su luctuosa vigencia, La Il¨ªada de Am¨¦rica. Los fusilamientos cargan de p¨®lvora cada uno de sus versos, d¨ªa a d¨ªa. Al calendario
democr¨¢tico se le hace retroceder constantemente, pero sin negarlo, porque, como escrib¨ª aqu¨ª el otro d¨ªa, o lo escribo ahora, es igual, la democracia es a la Historia lo que los ciclos a la naturaleza. Toda dictadura militar o civil equivale a detener los astros encallados en un perpetuo invierno. De modo que hasta los junteros militares necesitan reclamarse de dem¨®cratas. Con el bloqueo econ¨®mico del mundo, el caf¨¦ de Guatemala es un esclavo mulato que se desata en granos, como el tiempo, en la mazmorra de un cuartel, perfumando a distancia, con su palabra c¨¢lida, la esperanza del pueblo en lucha. Pas¨¦ por all¨ª como un ¨¢ngel de duda, hace pocos a?os, y todav¨ªa me acuerdo. El caf¨¦ de Guatemala es hoy el Prometeo negro mal encadenado por los inipuestos, al que la paloma/buitre de la libertad vigilada le picotea el costado popular. El oro en ma¨ªces, el sencillo frijol, la iluminista sal, se niegan a crecer, yertos de miedo, en el altiplano y la costa sur. Aqu¨ª en Madrid, los latinoch¨¦s fabrican joyas de alambre para los peatonales de Postas. No les empapele con un bando, se?or alcalde, Tierno, viejo amigo, maestro. (Uruguay vive ahora la l¨®brega desaparici¨®n de Rosencoff). Entierros masivos, genocidios indios, 90.000 desaparecidos en Latinoam¨¦rica. Del cafetal se alzan los esclavos negros, cuarterones, mestizos, que son el caf¨¦ mismo, cuerpo agrario del pueblo. Contra otras dictaduras, el ¨¢ngel infantil del az¨²car o la estatua desmemoriada y valiente de la sal. Aqu¨ª en Madrid, el sainete/test del Congreso nos ha ense?ado, entre tantas ense?anzas, que todos somos latinoch¨¦s.
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