Sectores golpistas consultaron previamente sobre las posibles reacciones norteamericanas
Sectores golpistas consultaron el pasado noviembre con alg¨²n miembro del equipo Reagan, que desde el d¨ªa 4 de aquel mes ya era presidente electo de Estados Unidos, la reacci¨®n que podr¨ªan esperar de la nueva Administraci¨®n americana en el caso de un golpe militar en Espa?a.
La respuesta de los responsables americanos no habr¨ªa contemplado la posibilidad de ayudas para la realizaci¨®n del golfo, pero tampoco descartado una colaboraci¨®n en el caso de que se llevara a cabo con ¨¦xito. Las fuentes que han informado a El PA?S ponen de relieve, con disgusto, la ambig¨¹edad de esta actitud por parte de unos aliados que obviamente tienen amplia capacidad para desalentar decisivamente un intento de naturaleza golpista.Algunas consultas posteriores podr¨ªan haberse evacuado con ocasi¨®n del Prayer break fast (Desayuno de oraci¨®n) organizado por el Congreso de Estados Unidos, que este a?o tuvo lugar a comienzos de febrero, con asistencia de personalidades de signo marcadamente derechista frecuentes colaboradores de El Alcazar.
Frente a algunas interpretaciones sobre el encuentro de los socialistas Enrique M¨²gica, Joan Ravent¨®s y Antonio Ciurana, alcalde de L¨¦rida, con el entonces gobernador de la plaza y jefe de la divisi¨®n de monta?a Urgel n¨²mero 4, general Alfonso Armada Comyn, ha podido establecerse que Felipe Gonz¨¢lez, secretario general del partido, fue informado de la entrevista al d¨ªa siguiente y recibi¨® un informe escrito de la misma.
Las conclusiones que el promotor del encuentro, Enrique M¨²gica, y el secretario general del PSOE deduc¨ªan de los an¨¢lisis del general Armada eran diferentes, por lo que se ha podido saber. Mientras el primero estimaba que la aludida necesidad de un Gobierno de gesti¨®n presidido por un independiente era una lucubraci¨®n sin mayor alcance, para el primer responsable socialista quedaba claro que el general Armada se estaba ya postulando como presidente del Gobierno.
En la sede socialista de Santa Engracia se recuerdan otras ocasiones c¨¦lebres por la desorientaci¨®n que en torno al ambiente militar mostrara el encargado de coordinar los contactos y relaciones con el mundo castrense, diputado por Guip¨²zcoa, Enrique M¨²gica. Una de ellas fue precisamente el 18 de noviembre de 1978, en cuya madrugada hab¨ªa sido abortada la operaci¨®n Galaxia, M¨²gica, interrogado al llegar sobre la situaci¨®n en estas ¨¢reas de su competencia, no hizo referenc¨ªa a la menor novedad.
La perspectiva que cobran los hechos del 23 de febrero permite alguna aproximaci¨®n anal¨ªtica ni¨¢s ajustada. Pueden distinguirse as¨ª tres situaciones militares diferentes: la que se daba en el Congreso de los Diputados, creada por los efectivos que obedec¨ªan a Tejero; la que intentaba crear en la Divisi¨®n Acorazaba Brunete el general Torres Rojas, y la que impuso en Valencia el teniente general Milans del Bosch.
La heterog¨¦nea procedencia de los casi trescientos guardias civiles que el coronel Manchado reclut¨® para subir en los autobuses, prueba la dificultad insalvable que los golpistas tuvieron de comprometer una unidad org¨¢nica al completo, lo que hubiera pr oporcionado a la acci¨®n una coherencia operativa de la que careci¨® visiblemente.
Las dudas e indecisiones que inmovilizaron la Divisi¨®n Acorazada Brunete, nacidai; de la resistencia que los cuadros de la divisi¨®n mostraron a quienes intentaron suplantar a sus mandos naturales, especialmente al propio jefe, general Jos¨¦ Juste, arrojan tambi¨¦n luz sobre la naturaleza del comportamiento militar.
Por ¨²ltimo, en Valencia, el despliegue de la Divisi¨®n Mecanizada Maestrazgo n¨²mero 3 se llev¨® a cabo con exactitud porque respond¨ªa a ¨®rdenes procedentes inicialmente del mando leg¨ªtimo y dictadas para su cumplimiento a los mandos naturales de unidades org¨¢nicas.
Pasividad de la escolta del Congreso
En cuanto al teatro de operaciones del Congreso, de los Diputados, todav¨ªa no se ha dado soplicaci¨®n alguna convincente sobre la pasividad de la veintena de policias nacionales que en aquella jornada del 23 de febrero ten¨ªan encomendada su custodia. Tampoco se ha hecho respecto al comportamiento de los casi ochenta escoltas de ministros y personalidades, todos ellos armados, y sorprendidos sin excepci¨®n por los asaltantes, carentes de ¨®rdenes, que s¨®lo podr¨ªan ernanar en aquel recinto de la presidencia de la C¨¢mara.Un dato revelador del insolvente proceder militar de Tejero es que gran parte de los efectivos que le acompa?aron fuesen reclutacios con enga?o y fueran ajenos a la misi¨®n para la que iban a ser utilizados.
Alguien tendr¨¢ que explicar tambi¨¦n qui¨¦n y por qu¨¦ dio a Tejero, cuando todo lo ten¨ªa perdido diesde hac¨ªa muchas horas, y hab¨ªa empezado a ser abandonado por sus huestes, la oportunidad de componer un cuadro de aparente dignidad -con documento de rendici¨®n incluido-, poco menos que parangonable al de Justino de Nassau, ante Ambrosio de Spinola, cuando le entreg¨® la ciudad de Breda el 5 de junio de 1625.
Est¨¢ en la mejor tradici¨®n espa?ola, como lo prueban los pinceles de Vel¨¢zquez y el texto de las Reales Ordenanzas, ?la consideraci¨®n y aun la honra del enemigo vencido?. Pero Tejero no se hab¨ªa batido los d¨ªas 23 y 24 de febrero en el campo de batalla. Se hab¨ªa limitado, como cualquier g¨¢ngster al uso, a intimidar, con armas, a unos rehenes indefensos.
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