Las viviendas que se hacen ahora
La inmensa mayor¨ªa de los que viven en nuestras ciudades creen que el problema de la vivienda ser¨¢ resuelto cuando consigan tener una en propiedad o, al menos, en alquiler..El problema ha quedado simplificado, reducido, a conseguir, no digamos ya una vivienda, sino un ?piso?; cualquiera que sea la distancia a que se encuentre de su lugar de trabajo y las consabidas caracter¨ªsticas de interior (las referidas a acabados, alicatados hasta el techo, empapelado, parqu¨¦ en el estar, etc¨¦tera).
Casi siempre esos conjuntos residenciales vienen anunciados con los m¨¢s sugestivos t¨ªtulos de car¨¢cter btic¨®lico-rural: ciudad-bosque, monte urbanizado, las Heras de M¨®stoles, las Praderas de Alcobendas, las Frondas de Algete, y sus tipos de vivienda adornados con una calificaci¨®n antin¨®mica: piso-chal¨¦ o jard¨ªn-piso.
Las viviendas deber¨ªan cumplir una serie de necesidades externas. El contacto con el suelo, la facilidad de vigilar a los hijos peque?os, la seguridad contra el tr¨¢fico en su entorno inmediato y protecci¨®n de? ruido producido por el tr¨¢fico, espacio pr¨®ximo donde jueguen los ni?os y espacio para aparcar.
Tipol¨®gicamente, deber¨ªan responder a las demandas, consecuencia de la diversa composici¨®n familiar; familias con m¨¢s o menos hijos, solteros, etc¨¦tera, o a las caracter¨ªsticas especiales de las personas que los van a habitar, como ancianos o impedidos... Este seria el tipo de cuestiones que deber¨ªan afrontarse racional y econ¨®micamente. Por el contrario, la realidad es que el mismo prototipo de tres o cuatro dormitorios se repite por todo el pa¨ªs. Su variaci¨®n consiste s¨®lo en el tama?o o en la calidad de sus acabados, pero no en la esencia de su programa, dirigido a un tipo familiar ¨²nico.
Esos requisitos, tanto externos como internos, de la vivienda, ser¨ªan reconocidos hoy como necesarios por una inmensa mayor¨ªa de las gentes que sufren diariamente la falta de previsi¨®n de esos conceptos y, por supuesto, de los espacios para proveerlos.
Amontonamientos siniestros
Como sistema de medida global para saber si cumplir¨¢n esas necesidades esenciales se usa la densidad de la vivienda. Es decir, el n¨²mero de viviendas por unidad de superficie. ?Qu¨¦ significa eso?:, que a partir de una densidad, pongamos cien viviendas por hect¨¢rea, casi ninguna de esas necesidades anteriores -sobre todo las externas, las condiciones de entorno- se pueden lograr, y muchas de las internas, tampoco. En Madrid tenemos, en la mayor parte de nuestras llamadas zonas residenciales, supongo que ir¨®nicamente, una densidad que es ¨¦l doble, y en muchas ¨¢reas llega al triple y al cu¨¢druple de esa medida m¨¢xima aceptable. No queda ah¨ª la cosa.
Esos amontonamientos siniestros, repetidos, extendidos y continuos, cubriendo la mayor parte de nuestro tejido urbano -la vivienda ocupa m¨¢s del 70% de nuestra ciudad-, exigir¨ªa una demanda de espacios y servicios comunitarios -necesidades que no se cubren nada m¨¢s que muy deficitariamente- de nivel general, como parques, canales de tr¨¢fico, servicios comunitarios, comerciales c¨ªvicos y culturales.
Es patente que todo el mundo lo exige. Todos los d¨ªas y en todas partes. ?Qu¨¦ hacer despu¨¦s de tanto tiempo de distracci¨®n u olvido?
A eso, a conocer las deficiencia de servicios comunitarios por zonas, se deben dirigir los planes de actuaci¨®n inmediata (PAI). Pero aqu¨ª se tropieza con varias dificultades serias. Desde luego no parece que el conocer las deficiencias, por su extremada evidencia, sea una dificultad que necesite mayor estudio. Otra dificultad ser¨ªa la que se presenta al tratar de conseguir incluir los usos prioritarios en el suelo vacante o no utilizado, en caso de que exista en la zona, para subsanar, en la medida de lo posible, esas deficiencias actuales. Pues ese suelo normalmente est¨¢ programado para seguir siendo macizado, y tiene due?o con nombre y apellidos, y no se sabe nunca aqu¨ª, que es peor, que el propietario sea p¨²blico o privado. Aunque no todas, muchas de las iniciativas patrocinadas por las entidades p¨²blicas, e incluso construidas directamente por la Administraci¨®n son indistinguibles, en sus desastrosos resultados, de la ?voraz especulaci¨®n de la iniciativa privada?, que no hace m¨¢s que ajustarse a lo que le permiten o consiguen del Estado, guardi¨¢n celoso del bien com¨²n.
En otros casos hay sectores muy amplios de la ciudad en Tic ni siquiera hay vac¨ªos, suelo vacante. Aqu¨ª habr¨ªa que sustituir, es decir, destruir lo existente y construir vac¨ªos, para proveer esos servicios. M¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa.
Eso en cuanto a las zonas existentes ya construidas, a veces tambi¨¦n llamadas consolidadas, supongo quejocosamente.
Al menos la ley del Suelo vigente (hacer leyes ha sido uno de nuestros hist¨®ricos desahogos pol¨ªticos) pone un l¨ªmite a la densidad de las nuevas zonas residenciales: 75 viviendas por hect¨¢rea. Si se cumple, ser¨¢ un gran avance. Se resolver¨¢n la mayor parte de los problemas de bulto actuales. Pero adem¨¢s hay que arreglar lo anterior. Si no, tendr¨¢ que transcurrir un per¨ªodo doble del pasado, ponamos veinte o treita a?os, para que se empiece a notar la diferencia. Demasiado tiempo.. Este es un problema pol¨ªtico, claro. De los que ata?en a todos. A todos o a la inmensa mayor¨ªa de los marginados en ciudades, unos veintitantos millones de ciudadanos. Y no se resolver¨¢ el problema, desde luego, con anunciar la construcci¨®n de cientos de miles de viviendas en los pr¨®ximos a?os. Es imprescindible cambiar la calidad, tanto del entorno. como de los tipos de vivienda que lo configuran. Los arquitectos dicen que en esos temas. no son m¨¢s que unos mandaos. Que se limitan a cumplir ¨®rdenes de arriba. Y quiz¨¢ tengan raz¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.