Heberto Padilla
Hace unos diez a?os, los yey¨¦s de izquierdas tuvimos una primera perplejidad castrista/anticastrista: Heberto Padilla.
Heberto Padilla, un gran poeta cubano, era sometido a unos procesos, depuraciones, confesiones y reclusiones que recordaban demasiado a don Jos¨¦ Stalin, que en paz descanse. El equilibrio del terror, la distensi¨®n Kennedy/Jruschov, la guerra fr¨ªa hecha con un zapato (y no con patadas nucleares), todo eso, que nos hab¨ªa tenido casi felices durante unos a?os, empez¨® a quebrarse en el planeta azul, no por las amenazas de un general o las ret¨®ricas de un pol¨ªtico, no por Vietnam o Checoslovaquia, sino. por un delgado libro de poemas. Era cuando Carlos Oroza dec¨ªa en el Caf¨¦ Gij¨®n:
-Lo malo de los libros de versos es que no se tienen de pie.
Una novela, un tomo de Historia, la Enciclopedia Brit¨¢nica o la rusa s¨ª se tienen de pie. Pero aquel libro delgado, aquella brizna literaria, aquel papel de levedad e ?ntenci¨®n, hizo perder la fe fan¨¢tica en el castrismo a miles de j¨®venes, eii todo el mundo, cuando a¨²n nuestras novias de un d¨ªa decoraban sus apartamentos con la iconograf¨ªa Che/Castro/Mao. Hoy, con la escalada atlantista de Haig y los dulces paseos sovi¨¦ticos por Afganist¨¢n y Polonia, aquel medio siglo de oro est¨¢ hecho una braga y vuelve precisamente Heberto Padilla (El hombre junto al mar, Seix/Barral) con un libro reciente y bell¨ªsimo donde la poes¨ªa nace de la duda y la duda del amor a la vida. Un verso es siempre el primer s¨ªntoma de lo que crece o muere.
?Los himnos y los trenos pertenecen al tiempo de los cad¨¢veres esbeltos con su hilillo de sangre entre los labios?. Exiliados de? Este y del Oeste, bailarinas que pasan las fronteras sobre el l¨®brego lago de los cisnes nucleares que es ya el Atl¨¢ntico de Haig.
Tu?¨®n de Lara ha rele¨ªdo para todos la dictadura de Primo de Rivera. Ahora se trueca en oro aquella generaf i¨®n de plataque fue la de Ortega y el veintisiete. Una Espa?a intelectual, liberal, republicana, revolucionaria, democr¨¢tica, en ¨¦xodo y llanto. Los am ericanos van a poner un chivato atomico en el espacio para vigilar a Breznev cada vez que,sale del Kremlin a hacer una necesidad. Los rusos no han devuelto nada a Checoslovaquia y le han quitado algunas cosas a Afganist¨¢n. No se sabe si Haig previene el ataque ruso o lo provoca. Quiz¨¢ ambas cosas a la vez. El eurod¨®lar necesita reforzar la industria del acero y de la guerra. La europasta anda fatal. El terrorismo contra Espa?a no es.sino una vi?et¨¢ del terrorismo internacional y ap¨¢trida que ametralla una vez m¨¢s el torso de Europa, que tiene torso de David de Donatello o Afrodita Anadiomenes. La doble amenaza nuclear (de momento nos hemos librado de los chinos) vuelve a partir la nariz a las estatuas cl¨¢sicas contra el esquinazo de un nuevo siglo que se preanuncia apocal¨ªptico y sina¨ªtico. ?Cu¨¢l es, en todo este cirio, la conciencia de? ¨ªntelectual europeo o americano, del hombre llano y sabio, de? peatonal de la cultura? Una conciencia perpleja, desacralizada, que se reduce al yo residual de Rubert de Vent¨®s o a los versos intimistas, voluntariosamente euforizantes, de Heberto Padilla. En Espa?a, los que no sabemos hacer versos hemos empezado a firmar manifiestos c¨ªvicos, como desde hace siglos. Ricardo Cid, del que. escrib¨ª ayer, quiz¨¢ se pase, en su exilio de secarral, de la prosa combativa al verso resignado.
La conspiraci¨®n es siempre contra Europa. Debi¨¦rarnos habernos dado cuenta ya hace rato. Desde las Term¨®pilas a los bombardeos de Londres, con Churchill erguido como un Guti¨¦rrez Mellado, la conspiraci¨®n es siempre contra Europa. Lo que llamamos guerras municipales han s¨ªdo guerras en ?uropa y contra Europa. Lo dice Padilla en V¨ªa Condoti: ?Aqu¨ª, donde blasfemia y oraci¨®n negocian?.
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