Las responsabilidades de la viuda de Per¨®n
Poco importa ahora si Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez de Per¨®n conoci¨® a Juan Domingo Per¨®n cuando era bailarina en Centroam¨¦rica o si fue amante del hombr¨¦ de confianza del matrimonio, Jos¨¦ L¨®pez Rega. Las an¨¦cdotas -y hay muchas- quedan para la Prensa amarilla, o, eventualmente, para trazar una sociolog¨ªa del poder pol¨ªtico en Argentina. Lo fundamental es rememorar ciertos datos para que las responsabilidades hist¨®ricas no queden difuminadas, sobre todo cuando la se?ora de Per¨®n puede quedar democr¨¢ticamente legitimada -y tambi¨¦n el Gobierno de Viola-, por haber sido prisionera de la dictadura militar y ¨²ltima presidenta constitucional.Quiz¨¢ la mejor forma de recordar a Isabel sea esbozando, muy esquem¨¢ticamente, las coordenadas pol¨ªticas en que se desarrollaron sus veinti¨²n meses de gobierno (julio de 1974 a marzo de 1976). En el momento en que ella hered¨® el poder de su marido, el propio Per¨®n ya hab¨ªa empezado a dar pasos atr¨¢s en las reformas que la Administraci¨®n de H¨¦ctor C¨¢mpora intent¨® delinear en su breve gesti¨®n gubernamental en 1973. Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez en el poder era un triunfo de la derecha peronista, que la hab¨ªa impuesto, junto con Per¨®n, como candidata a la vicepresidencia, en octubre de 1973. Y el burdo gesto mitol¨®gico de reeditar a Eva Per¨®n terminar¨ªa en tragedia.
Las fuerzas e intereses que estaban en juego en Argentina en 1974 eran tan variados como complejos. La gran burgues¨ªa agraria, financiera, industrial y comercial, asociada al capital transnacional, ve¨ªa con malos ojos la reforma tributaria, una t¨ªmida reforma agraria, la nueva ley de inversiones extranjeras, la nacionalizaci¨®n de los dep¨®sitos bancarios y fundamentalmente, el libre ejercicio de libertades p¨²blicas que por primera vez estaban vigentes, luego de siete a?os de dictadura militar (1966-1973). En este sentido, la apertura democr¨¢tica iba a contra corriente de las necesidades de los sectores econ¨®micos m¨¢s poderosos. Estos, ante la crisis mundial que entonces se vislumbraba, quer¨ªan acabar con el Estado benefactor, con la Pol¨ªtica de apoyo a la industrializaci¨®n para el mercado interno, con parciales distribuciones de riqueza, y buscaban, como luego se ver¨ªa en los planes econ¨®micos de las dictaduras del Cono Sur, aplicar las teor¨ªas de Milton Friedman, incompatibles con la pol¨ªtica nacionalista moderada del peronismo.
En 1974 los trabajadores ya se ve¨ªan defraudados en sus expectativas; la poderosa burocracia sindical peronista intentaba utilizar las crecientes movilizaciones para ganar poder en el Gobierno; la izquierda peronista se ve¨ªa definitivamente desplazada del movimiento peronista y perd¨ªa sus esperanzas de constituirse en vanguard¨ªa del mismo, al tiempo que eleg¨ªa la lucha armada. Entre tanto, la derecha peronista se hac¨ªa fuerte y aprovechaba el momento para depurar los elementos de la izquierda del movimiento y sacar enormes beneficios de la Administraci¨®n del Estado. La figura de L¨®pez Rega, especie de primer ministro de Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez y mano derecha de Per¨®n desde los a?os c¨ªncuenta, sintetiza lo dicho: posiblemente s¨®lo los militares sepan qu¨¦ ganancias ilegales obtuvo esta mezcla de astr¨®logo con mafioso mientras estuvo en el poder, ya que ellos le permitieron salir del pa¨ªs en 1975 sin detenerle. Y ¨¦l fue tambi¨¦n la principal cabeza organizadora de la temible Alianza Anticomunista Argentina (AAA), escuadr¨®n de la muerte que mat¨®, seg¨²n un informe de Amnist¨ªa Internacional, alrededor de 2.000 personas, entre 1973 y 1976.
Las evidencias se?alan que nadie fue inocente: las fuerzas armadas consintieron la AAA antes de toniarel poder porque les realizaba una buena parte de la labor represiva sin comprometerles p¨²blicamente. Desde bur¨®cratas sindicales hasta polic¨ªas, pasando por asesinos a sueldo y caud¨ªllos regionales que, habiendo tocado el cielo del poder con las manos, tem¨ªan perderlo ante unas movilizaciones Populares crecientes; los implicados fueron muchos m¨¢s que un reducido grupo de profesionales. Los militares argentinos han insistido, curiosamente, en procesar a la viuda de Per¨®n por malversaci¨®n de fondos, pero nunca se ha hablado de la AAA. Reagan perdona a Videla y Viola acabar¨¢ perdonando a Isabel, una cadena de complicidades asentada sobre la continuidad entre el Gobierno represivo de la viuda de Per¨®n y la dictadura de las fuerzas armadas.
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