La obsesi¨®n militar
LAS PALABRAS pronunciadas por el Rey ante los consejos superiores de los Ej¨¦rcitos de Tierra, Mar y Aire merecen ser le¨ªdas con la mayor atenci¨®n, tanto por los ciudadanos leales a la Constituci¨®n como por quienes especulan bellaca y clandestinamente con la figura de don Juan Carlos y se dedican a calumniar y a ensuciar su conducta y su persona. El discurso del Rey, que ha recordado c¨®mo el art¨ªculo 62 de la Constituci¨®n le encomienda ?el mando supremo de las Fuerzas Armadas?, ha resaltado tres cosas ¨ªntima mente relacionadas: ?La necesidad de cumplir las leyes que constituyen nuestro ordenamiento jur¨ªdico?, el rechazo de la idea de que las normas puedan ser derogadas ?por la fuerza o por la inobservancia? y la atribuci¨®n de las eventuales modificaciones del orden vigente a los ?procedimientos legalmente establecidos?. Pero don Juan Carlos no se ha limitado s¨®lo a proclamar su com proiniso con el mantenimiento de las instituciones de mocr¨¢ticas en sus aspectos formales o simb¨®licos. Preci samente cuando algunos l¨ªderes pol¨ªticos comienzan a recordar con sus ambiguos compartimientos la conoc¨ªda imagen carpetovet¨®nica de los laicos que son m¨¢s papistas que el Papa o de los paisanos que son m¨¢s castrenses que los militares, el Rey, a la vez que ha manifestado su confianza en que los consejos superiores de los tres Ej¨¦rcitos acierten a transmitirle el sentir de los hombres de la milicia, ha reafirmado tambi¨¦n el principio b¨¢sico de un sistema parlamentario expresado en el art¨ªculo 97 de nuestra Constituci¨®n con la afirmaci¨®n de que el Gobierno, designado por los representantes electos de la soberan¨ªa popular, ?dirige la pol¨ªtica interior y exter¨ªor, la Administraci¨®n civil y militar y la defensa del Estado?.
El Rey, en efecto, ha se?alado de manera expl¨ªcita que ese papel de los consejos superiores como veh¨ªculo de ?los deseosjustos, los sentimientos correctamente expresados y las preocupaciones expuestas con cordura? de los miembros de los institutos armados, ni puede ni debe interpretarse como el vaciamiento del conte?ido de un ordenamiento constitucional cuya fachada s¨®lo siguiera en pie com¨® un decorado del pr¨ªncipe Potemkin. ?No se pretende con ello, n¨ª much¨ªsimo menos, y quede esto bien claro, establecer una influencia militar que condicione indirectamente las actividades pol¨ªticas nacionales. Antes, por el contr¨¢rio, se trata de conseguir que las actividades pol¨ªticas nacionales no est¨¦n obsesionadas por las influencias militares despu¨¦s de los graves sucesos del 23 de febrero?. Precisamente para lograr ese objetivo pide don Juan Carlos a los consejos superiores que le conviertan en interlocutor de esos sentimientos de las Fuerzas Armadas, que deben ser conocidos y valorados. Pues, al fin y al cabo, la propia Constituci¨®n establece que el Rey, entre otras funciones, ?arbitra y modera el funcion¨¢miento de las instituciones?.
El discurso de don Juan Carlos- es, por lo dem¨¢s, muy nco en implicac¨ªones y significados. El reconocimiento de la disciplina, la serenidad y el buen sentido demostrados hace un mes por las Fuerzas Armadas, la sinceridad con la que se declara personalmente solidario con las emociones suscitadas por la escalada terrorista contra el Ej¨¦rcito y su recomendaci¨®n de pasar de ?una defensiva paciente a una en¨¦rgica ofensiva? contra las bandas armadas marchan en paralelo con el llamamiento a no dejarse arrastrar a la trampa tendida por el terrorismo -que ataca a las Fuerzas Armadas ?con ¨¢n'imo de que sus nervios salten y la serenidad se pierda?- y la reafirmac¨ª¨®n de que los militares deben mantenerse apartados de las actividades pol¨ªticas.
Hay, finalmente, en el mensaje del Rey una nueva exhortaci¨®n a la convivencia entre los espa?oles y a su reconciliaci¨®n definitiva. Y tambi¨¦n un recordatorio que los civiles que sue?an con la destrucci¨®n,y la sangre, que gritan ?viva la muerte! y que esparcen el odio y el rencor entre nosotros nunca deber¨ªan olvidar: que nadie conoce mejor que los militares los males de la guerra y lo, que significa la p¨¦rdida de la paz y la condena de todo un pueblo al sufrimiento, al dolor y al enfrentamiento violento.
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