La liberaci¨®n de Quini y la otra tortura
LA LIBERACION, en Zaragoza, de Quini, secuestrado el 1 de marzo pasado, ha llenado de alegr¨ªa no s¨®lo a los admiradores del extraordinario futbolista, sino a todas las gentes de bien. Nada se sabe, en cambio, del destino de Luis Su?er, reh¨¦n de otros extorsionadores desde el 13 de enero pasado. Los rumores y las informaciones oficiosas que atribu¨ªan a ETA Pol¨ªtico-militar el secuestro del industrial valenciano fueron desmentidos por la organizaci¨®n terrorista, que suspendi¨® sus a¨¦itividades criminales despu¨¦s del golpe de Estado frustrado, y no han sido confirmadas, en cualquier caso, por fuentes oficiales.As¨ª pues, el secuestr¨® felizmente concluido de Enrique Castro y el todav¨ªa no resuelto de Luis Su?er parecen indicar la existencia, dentro de nuestras fronteras, de activas bandas de extorsionadores profesionales que han decidido convertir la vida de las personas en mercanc¨ªa pagadera al contado. Quienes inauguraron en el Pa¨ªs Vasco esa infame pr¨¢ctica, que se inscribe dentro de las m¨¢s refinadas formas de tortura f¨ªsica y moral, bajo la coartada de las justificaciones pol¨ªticas, con vistas a forzar la puesta en libertad de presos, la satisfacci¨®n de una reivindicaci¨®n laboral o la obtenci¨®n de dinero para adquirir armas o mantener durante sus ocios a los miembros de los comandos asesinos, pueden meditar ahora sobre las inciertas fronteras que separan a Rob¨ªn de los Bosques de Jack el Destripador. Desde el momento en que la vida humana deja de ser sagrada y el derecho a la existencia es considerado como algo aleatorio y subordinado al color de las ideolog¨ªas, ning¨²n profesor de l¨®gica puede impedir a un extorsionador que secuestre a un semejante para los fines que se le antojen.
Ya va resultando c¨®mica, si no fuera tr¨¢gica y macabra, la insolente arrogancia de quienes se autodefinen como revolucionarios o como patriotas al proclamar su privilegio para invertir las normas morales o simplemente para conculcarlas en nombre de sus pretendidos ideales o de sus supuestas justificaciones pol¨ªticas. Los secuestradores del jugador Quini y del industrial Su?er no hicieron m¨¢s que exigir para su causa privada, que seguramente se reduce a vivir con lujo y sin trabajar en alg¨²n lugar paradisiaco, ese principio de extraterritorialidad ¨¦tica que los extorsionadores de las bandas armadas consideraban hasta ahora como monopolio suyo. Estos practicantes del asesinato y de la tortura -pues no es sino tortura, y de las m¨¢s graves, el secuestro de una persona- encuentran la horma moral de su zapato con la s¨²bita aparici¨®n en el escenario de los que asesinan y secuestran a palo seco, sin encubrir su crueldad con idealismo y sin disfrazar la operaci¨®n mercantil de exigir dinero por el rescate de la v¨ªctima con estramb¨®ticas justificaciones ideol¨®gicas.
La ausencia de pistas para encontrar a Luis Su?er, casi dos meses y medio despu¨¦s de su secuestro, muestra no s¨®lo las grandes dificultades que las modernas aglomeraciones urbanas ofrecen para resolver satisfactoriamente este tipo de casos, sino tambi¨¦n la necesidad de tecnificar y modernizar nuestros servicios de seguridad. No se puede ya confiar s¨®lo en la suerte, en los confidentes o en los errores de los infractores de la ley para terminar con ¨¦xito una pesquisa. Precisamente por ser tan grande el desaf¨ªo que significa dar con el paradero de un secuestrado en un medio urbano con gran densidad de poblaci¨®n y enclavado en un territorio cruzado por una buena red de carreteras que permiten altas velocidades, se precisa una remodelaci¨®n de las t¨¦cnicas, de los equipos, de las pr¨¢cticas y de los h¨¢bitos policiales.
En este sentido, la noticia de la liberaci¨®n de Quini por la polic¨ªa no hace sino abundar en nuestra tesis. Es mejorando los servicios policiales, modernizando sus m¨¦todos e inscribiendo su actividad en el normal desarrollo de la convivencia democr¨¢tica, y no a base de actitudes golpistas o de represi¨®n de las libertades de todos, como una naci¨®n civilizada puede y debe hacer frente a la amenaza de la violencia de cualquier g¨¦nero.
Este servicio polic¨ªa? que ha terminado merece el premio de la felicitaci¨®n y agradecimiento de todos los ciudadanos.
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