"Las acciones subversivas de ETA y las medidas represivas del Gobiemo son especialmente preocupantes"
Los obispos de San Sebasti¨¢n, Bilbao y Vitoria hicieron p¨²blica ayer una pastoral conjunta sobre la situaci¨®n pol¨ªtica, cuyo tel¨®n de fondo es el fallido golpe de Estado, el terrorismo de ETA, y las secuelas de miedo e inhibici¨®n que tales circunstancias han creado en buena parte del pueblo. El documento insta a todos a optar por la defensa de la democracia. Para ello, los gobernantes, leg¨ªtimamente elegidos, deben ser los resortes de la vida pol¨ªtica, el Gobierno auton¨®mico vasco tiene que poner todo su peso moral para la erradicaci¨®n del terrorismo y las Fuerzas Armadas no deben hacerse eco de los sectores inmovilistas que no han aceptado la reforma. La Iglesia, en este momento, tiene que anteponer el bien com¨²n a sus propios intereses. La carta, contra lo que es habitual, no ha sido firmada por el obispo de Pamplona.
La carta pastoral dice textualmente lo siguiente:?Queridos hermanos:
Estamos atravesando uno de los momentos m¨¢s delicados y trascendentales de nuestra historia reciente. La estabilidad democr¨¢tica y la pervivencia misma de sus instituciones corren un grave peligro.
La situaci¨®n es especialmente preocupante entre nosotros. Las acciones
subversivas de ETA y las medidas represivas del Gobierno central tienen aqu¨ª su escenario principal. Nuestro r¨¦gimen auton¨®mico, apenas iniciado, puede quedar bruscamente interrumpido.
El ¨¢nimo colectivo percibe esta situaci¨®n y sufre de un creciente quebranto. Las ilusiones de ayer se desvanecen. El desencanto se convierte en miedo y ¨¦ste llega en muchos al umbral de la desesperaci¨®n.
Esta sombr¨ªa situaci¨®n interpela con apremio a la conciencia cristiana. Muchos diocesanos esperan una palabra que aporte claridad y esperanza en medio de la confusi¨®n y desaliento del momento presente. Los obispos nos sentimos impulsados por nuestra responsabilidad pastoral a recoger esta interpelaci¨®n. No podemos callar en las actuales circunstancias.
Juan Pablo II ha dicho recientemente: "Sin un respeto profundo y generalizado de la libertad, la paz escapa al hombre". Desde nuestra condici¨®n de pastores deseamos contribuir a salvar esta libertad, sin la cual es imposible la paz verdadera. Con este prop¨®sito formulamos unos criterios para promover una lectura cristiana de la situaci¨®n y unas reflexiones para confortar la esperanza de muchos y suscitar la respuesta activa que requieren las actuales circunstancias.
1. Los graves riesgos del momento presente
1. ETA persiste obstinadamente en acciones militares orientadas en buena parte a hostigar a las Fuerzas Armadas. A partir del intento de golpe de Estado del 23 de febrero, ha intensificado su actividad provocadora, como lo hab¨ªa anunciado. Los ¨²ltimos asesinatos son triste prueba de esta calculada estrategia.
Todo hace pensar que esta conducta pretende al menos colocar al pa¨ªs al borde de una situaci¨®n l¨ªmite de confrontaci¨®n, si es que no intenta directamente provocar un golpe de Estado que implante la dictadura y lleve a cabo la ocupaci¨®n militar del Pa¨ªs Vasco, generando de ese modo en la poblaci¨®n un malestar favorable a su proyecto pol¨ªtico revolucionario.
Algunos sectores de la poblaci¨®n vasca Comparten y apoyan en modos y niveles diversos el proyecto y la estrategia de estos grupos subversivos. Al propio tiempo, otro grupo de signo contrario, el Batall¨®n Vasco Espa?ol, se les opone frontalmente con muertes y acciones violentas igualmente reprobables.
2. La misi¨®n de las Fuerzas Armadas en todo Estado de derecho consiste en servir a las instituciones que el pueblo se ha dado. No les corresponde dictaminar sobre la legitimidad de su proceso democr¨¢tico. Las posibles modificaciones de las leyes b¨¢sicas en que se funda la convivencia pol¨ªtica deben ser el resultado de un debate en el seno de las citadas instituciones. Cuando las Fuerzas Armadas se erigen en juez de dicho proceso y se sienten tentadas a intervenir, constituyen un serio peligro m¨¢s que una aut¨¦ntica defensa del pueblo.
A la luz de estos principios, ha de reprobarse cualquier intervenci¨®n militar que intente suplantar un orden legal aprobado por el pueblo, implantando otro por la fuerza. Esta condena se toma a¨²n m¨¢s severa e imperiosa si el nuevo orden instaurado consiste en una dictadura m¨¢s o menos encubierta. La vida pol¨ªtica ha de conservar siempre su independencia respecto de las Fuerzas Armadas y no debe estar sometida a la presi¨®n de ellas.
3. La seguridad individual y c¨ªvica es un valor necesario para el desarrollo de la libertad. Pero la seguridad a cualquier precio rebaja al ser humano. Los abusos contra la libertad no se subsanan renunciando a ella, sino mediante un esfuerzo colectivo dif¨ªcil, pero posible, dentro del orden legal justo.
Tampoco la pasividad ante los problemas c¨ªvicos es una actitud responsable. El futuro de los hombres y de los pueblos se labra paciente, activa y solidariamente. Cuando ese futuro est¨¢ en peligro, la postura verdaderamente humana consiste en defenderlo y promoverlo con esp¨ªritu magn¨¢nimo. Esta promoci¨®n activa por la libertad nos es urgida a los creyentes desde la entra?a misma de nuestra fe. El miedo a la libertad, verdadera tentaci¨®n de nuestro tiempo, no es coherente con el proyecto cristiano de hombre nuevo que participa de la libertad del Resucitado, y est¨¢ llamado a hacer efectiva en todos los niveles de la vida humana. Inhibirse de las responsabilidades c¨ªvicas no es actitud digna de un disc¨ªpulo de Jes¨²s, que ha recibido de. su Se?or la tarea de ser fermento activo de la historia.
El momento presente reclama de creyentes y no creyentes unas posiciones netas y generosas. Es preciso que unos y otros sepamos estar a la altura de nuestra condici¨®n humana y nuestra fe cristiana.
II. Consolidar la libertad, tarea de todos
Nuestra fr¨¢gil democracia necesita para asentarse establemente el concurso de toda la sociedad. Todos somos, en un grado u otro, responsables de la delicada situaci¨®n presente. Ella nos urge a individuos y grupos a un examen retrospectivo de nuestros criterios, actitudes, acciones y omisiones. Apremia a decidirse netamente a favor de la libertad del pueblo para decidir un proceso democr¨¢tico y auton¨®mico y en contra de toda intervenci¨®n violenta que ponga en peligro dicha libertad.
No basta que retiremos a cualesquiera fuerzas de desestabilizaci¨®n nuestro apoyo y simpat¨ªa. Es preciso un rechazo positivo y pr¨¢ctico de sus acciones.
La comunidad cristiana y sus pastores no podemos quedar al margen de este esfuerzo colectivo. Muy al contrario, hemos de insertarnos decididamente en ¨¦l. La Iglesia ha de mostrarse, especialmente en estas circunstancias, m¨¢s preocupada por la defensa de los derechos del hombre que por la salvaguardia de los suyos propios. Ning¨²n c¨¢lculo t¨¢ctico, ning¨²n temor a perder poder o seguridad debe frenar la libertad de nuestra palabra y acci¨®n prof¨¦ticas. Una tarea eclesial nos parece primordial en estos momentos: la educaci¨®n cristiana de las actitudes sociopol¨ªticas de los creyentes. Hay una ¨¦tica de la actividad y de la confrontaci¨®n pol¨ªtica que le es absolutamente necesaria a la sociedad. Este aliento ¨¦tico debe humanizar la pasi¨®n pol¨ªtica, tantas veces ciega, intransigente e insolidaria. En este terreno, los cristianos, si somos fieles al Evangelio, podemos y debemos prestar a nuestro pueblo un inestimable servicio.
Algunos grupos y estamentos sociales tienen por su papel especial en la vida p¨²blica una responsabilidad peculiar de cara a nuestro pr¨®ximo futuro:
1. Los gobernantes del Estado tienen el derecho y el deber de adoptar ante la violencia armada las medidas que sean necesarias para defender a la sociedad. A la hora de dictarlas y de aplicarlas han de mantenerse, con exquisito cuidado, dentro de los l¨ªmites exigidos por los derechos fundamentales de las personas, de los grupos sociales y de los pueblos.
Las medidas excepcionales temporales que, en raz¨®n del bien com¨²n, pudieran justificarse deber¨¢n, en todo caso, ser fruto de una libre decisi¨®n del poder pol¨ªtico. En su aplicaci¨®n, habr¨¢n de respetarse los derechos inalienables de las personas y deber¨¢ restablecerse cuanto antes la normalidad. (cfr. Gaudium el Spes, n¨²mero 75).
Asimismo, cualquier discriminaci¨®n en el ejercicio del poder judicial que haga a ¨¦ste severo para con unos y d¨¦bil para con otros degrada el noble oficio de lajusticia y provoca la rebeld¨ªa de los menos favorecidos.
S¨®lo los representantes leg¨ªtimamente designados est¨¢n llamados a ejercer las funciones de gobierno. Toda presi¨®n coactiva de otras fuerzas o poderes f¨¢cticos en el ejercicio de estas funciones constituye un atropello a la libertad democr¨¢tica. El pueblo, que ha elegido a sus gobernantes, tiene derecho a exigirles que eviten al m¨¢ximo cualquier injerencia de otros estamentos en c¨ªcumplimiento de su mandato.
2. Nuestro pueblo tiene igualmente derecho a esperar del Gobierno auton¨®mico actuaciones firmes y netas ante toda amenaza a su libertad y a su voluntad auton¨®mica.
La carencia de las atribuciones legales necesarias no lo eximen del deber de poner en juego, al servicio de la erradicaci¨®n del terrorismo, todo el peso moral que posee ante amplios sectores de la poblaci¨®n vasca. Los ciudadanos vascos esperan que, con una entereza semejante, sepa oponerse a todo intento m¨¹itar de interrumpir o recortar el proceso democr¨¢tico. Y, puesto que es respoasable de garantizar la aspiraci¨®n auton¨®mica de nuestro pueblo, es justo esperar que, en su di¨¢logo con el poder central, sepa defenderla ante toda presi¨®n que intente desvirtuarla.
3. Sectores inmovilistas de la sociedad espa?ola no han aceptado la reforma del r¨¦gimen pol¨ªtico ni se han resignado a perder definitivamente su hegemon¨ªa. La democracia reci¨¦n instaurada es, en su opini¨®n, la ra¨ªz de los problemas mayores del momento presente.
Este grupo social encuentra un eco favorable en importantes sectores de las Fuerzas Armadas, que, hostigados por la acci¨®n de ETA y penetrados en una peculiar concepci¨®n de la unidad de Espa?a, no son insensibles a las voces que les invitan reiteradamente a una intervenci¨®n militar que controle el proceso pol¨ªtico espa?ol.
El ¨ªntento de golpe de Estado del 23 de febrero ¨²ltimo, y su notable influencia en la marcha ulterior de la vida pol¨ªtica espa?ola, son prueba evidente de la realidad y gravedad de esta tentaci¨®n.
4. Aumenta el n¨²mero de ciudadanos que, decepcionados o asustados por los abusos que se cometen bajo la cobertura de la democracia, se encuentran cada vez m¨¢s dispuestos a renunciar a la libertad en aras de la seguridad. Identificando la paz con el mero orden p¨²blico, a?oran un sistema de gobiemo fuertemente autoritario. Son tal vez m¨¢s numerosos los que asisten con una pasividad c¨®moda, indiferente o afligida al curso de unos acontecimientos que comprometen el futuro de todos.
III. Criterios para una valoraci¨®n cristiana de la situaci¨®n .
1. Hemos de condenar una vez m¨¢s, con voz neta y dolorida, las amenazas, los secuestros, el "impuesto revolucionario", los asaltos a bienes ajenos e instalaciones p¨²blicas perpetrados por los grupos armados. Sobre todo, no nos cansaremos de alzar insistentemente nuestra voz en contra de las muertes causadas en nombre de una supuesta justicia o estrategia revolucionaria. Estas muertes envilecen a sus autores, averg¨¹enzan o exasperan a los ciudadanos, deterioran el sentido ¨¦tico del respeto a la vida y manchan la imiagen de nuestro pueblo.
2. Las innegables deficiencias del actual modelo sociopol¨ªtico, la dureza de algunas leyes, que no garantizan suficientemente los derechos fundamentales de la persona, los abusos cometidos por Fuerzas del Orden P¨²blico, no justifican estas muertes ni invalidan la legitimidad de un proceso democr¨¢tico respaldado por la voluntad mayoritaria de nuestro pueblo en sucesivas consultas electorales. Por ello, los grupos armados, que dicen actuar en nombre del pueblo vasco, no pueden aducir en favor de sus acciones mandato ni consentimiento popular.
Quienes de este modo ignoran la voluntad del pueblo y ponen en peligro su supervivencia misma se comportan como enemigos de ese pueblo al que dicen querer y defender.
3. Los partidos y agrupaciones pol¨ªticas tienen la responsabilidad de anteponer el bien com¨²n del pueblo y del Estado a los intereses de partido, por leg¨ªtanos que ¨¦stos sean. Este principio ¨¦tico, siempre v¨¢lido, cobra especial actualidad en la situaci¨®n presente, y se concreta en la renuncia a aquella estrategia y comportamientos que ponen hoy en peligro la libertad democr¨¢tica y el proceso auton¨®mico (cfr. Gadium el Spes, n¨²mero 75).
Salvar la libertad para salvar la paz requiere de todos nosotros un inmenso esfuerzo de reconstrucci¨®n. Tal esfuerzo exige un caudal de esperanza y de fortaleza que nos haga transformar el desencanto y el miedo en compromiso realista. Cuando el ¨¢nimo colectivo de un pueblo decae, paralelamente se debilitan su capacidad de trabajo y de sacrificio. Nuestro pueblo no puede permitirse el lujo de sucumbir al desaliento que amordace las energ¨ªas que necesita para rehacerse. Las dificultades son para vencerlas, no para quedar atrapados en ellas.
Nada puede ayudamos a los creyentes tanto como nuestra fe cristiana a la hora de generar esta esperanza, a la vez paciente y activa, que nace de la resurrecci¨®n de Jes¨²s. Sisabemos extraer de nuestra fe el suplement¨® de aliento que necesita nuestro pueblo, y logramos hacerlo presente y operante en el coraz¨®n de las personas, de los grupos y de las instituciones de la sociedad, habremos hecho verdad las palabras del Concilio Vaticano II ? El gozo y las esperanzas, las tristezas y angustias del hombre de nuestro tiempo..., son tambi¨¦n gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los disc¨ªpulos de Cristo?. (Gaudium et Spes, n¨²mero l).
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