De la guerra contrarrevolucionaria, a la entrada del Ej¨¦rcito en la pol¨ªtica
Analistas que siguen el fen¨®meno del terrorismo y las vicisitudes de su combate en diversos pa¨ªses europeos han evaluado de forma negativa las ¨²ltimas decisiones del Gobierno espa?ol en est¨¢ materia, tanto por lo que se refiere a la cooperaci¨®n de unidades militares como la formulaci¨®n dada al llamado mando unificado de la lucha antiterrorista. Los citados medios estiman que las misiones encomendadas a las Fuerzas Armadas deben reducirse al plazo m¨ªnimo necesario para liberar de sus actuales cometidos los contingentes de Guardia Civil y Polic¨ªa Nacional que hayan de relevarlas en los cometidos que ahora realizan unidades militares.
Adem¨¢s subrayan la mayor vulnerabilidad que ofrecen hombres en filas que carecen de profesionalidad y no tienen mayor entrenamiento que el de los breves per¨ªodos de instrucci¨®n.Parafraseando las afirmaciones de An¨ªbal Romero en su libro Estrategia y pol¨ªtica en la era nuclear referidas a los efectos psicol¨®gicos producidos en los ej¨¦rcitos frustrados por sus fracasos en la guerra contrarrevolucionaria, los analistas predicen que de continuar esa colaboraci¨®n de las Fuerzas Armadas en la lucha antiterrorista algunos oficiales pueden comenzar a pedir un nuevo rol pol¨ªtico para el Ej¨¦rcito dentro de Espa?a, convencidos de que el programa represivo no puede ser implementado adecuadamente bajo el control un r¨¦gimen parlamentario y democr¨¢tico. Enseguida deducir¨ªan que el programa antiterrorista requiere la entrada en mayor escala del Ej¨¦rcito en la pol¨ªtica.
La evoluci¨®n de la actitud pol¨ªtica de los ej¨¦rcitos confrontados a estos problemas de lucha antiterrorista o de guerra revolucionaria es significativa, pues muestra que el car¨¢cter pol¨ªtico influye en todos los participantes y puede producir importantes transformaciones en el instrumento militar antiterrorista. Los ej¨¦rcitos encargados de suprimir los brotes terroristas terminan, en la mayor¨ªa de los casos, por asurmir posturas pol¨ªticas y reclamar para s¨ª mismos el derecho a gobernar la sociedad, guiados por doctrinas de ?seguridad nacional?.
?De acuerdo totalmente? fue lac¨®nico comentario escrito a estas observaciones de un general espa?ol en activo, que no ha ocultado su oposici¨®n a esas colaboraciones ahora requeridas de las Fuerzas Armadas para la lucha antiterrorista, estimadas de dudosa eficacia pr¨¢ctica. En su opini¨®n, las medidas gubernamentales se han dirigido sobre todo a calmar la opini¨®n interior de los ej¨¦rcitos despu¨¦s de los asesinatos de los dos ¨²ltimos tenientes coroneles Romeo Rotaeche y Prieto Garc¨ªa en Bilbao y Pamplona, respectivamente, a la salida de misa.
Mientras tanto, sigue pendiente una verdadera reestructuraci¨®n de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que, lejos de sumar complementariamente sus esfuerzos, trabajan en la concurrencia ocult¨¢ndose mutuamente la informaci¨®n y pis¨¢ndose unos a otros los servicios. Mientras no se establezcan con toda claridad las diferentes misiones que competen a la Guardia Civil -polic¨ªa fiscal, polic¨ªa rural y de tr¨¢fico-, a la Polic¨ªa Nacional -defensa y restablecimiento del orden p¨²blico- y al Cuerpo Superior de Polic¨ªa -informaci¨®n e investigaci¨®n-, el solapamiento de las atribuciones y competencias seguir¨¢ entorpeciendo el trabajo de todos.
La Guardia Civil
El car¨¢cter militar de la Guardia Civil ha sido entendido por algunos como base para prorrogar un r¨¦gimen cuartelario que traba la operatividad real de los efectivos del instituto, asignados a tareas burocr¨¢ticas, a los oficiales de asistencia, etc¨¦tera, m¨¢s propias muchas veces de personal civil. C¨®mo explicar aquella afirmaci¨®n de un antiguo ministro del Interior que aseguraba que m¨¢s de la mitad de los coroneles de la Guardia Civil ten¨ªan sus destinos en Madrid, siendo as¨ª que el despliegue territorial ha sido siempre una de las claves del Cuerpo.La Polic¨ªa Nacional es el Cuerpo que mejor se ha adaptado a los cambios sociales. El breve folleto recientemente editado por su Estado Mayor, donde se resumen los ?conocimientos b¨¢sicos para el aspirante?, es un buen ejemplo de ese esp¨ªritu modernizador impregnado de respeto constitucional. As¨ª se entiende que comience con la transcripci¨®n de los art¨ªculos que nuestra norma fundamental dedica a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, as¨ª como los preceptos m¨¢s importantes de la ley de la Polic¨ªa de diciembre de 1978, donde se pone ¨¦nfasis en la protecci¨®n del libre ejercicio de los derechos y libertades y en la garant¨ªa de la seguridad ciudadana.
Los breves antecedentes hist¨®ricos que el citado folleto aporta sobre la Polic¨ªa Nacional est¨¢n escritos en un lenguaje de reconciliaci¨®n lejos de la crispaci¨®n de otros textos. As¨ª, cuando menciona el Cuerpo de Seguridad y Asalto creado por la II Rep¨²blica y dividido con la guerra de 1936 en las dos zonas y a?ade que, al margen de cualquier consideraci¨®n pol¨ªtica, es de destacar que todos fuesen fieles a sus mandos, combatieran bravamente y se distinguieran por su eficacia y preparaci¨®n?.
Todo ello ha tenido alguna inicial, respuesta perceptible en el eco encontrado por la ¨²ltima convocatoria para cubrir 2.000 vacantes, de la que dan idea los siguientes datos: m¨¢s de 11.000 solicitudes presentadas, entre ellas casi un centenar de vascos. Otro baremo significativo lo constituye el hecho de que de un total de 4.000 hombres destinados en el Pa¨ªs Vasco, actualmente s¨®lo veinticinco est¨¢n en calidad de forzosos, siendo el resto voluntarios.
Estructuras arcaicas
En cuanto al Cuerpo Superior de Polic¨ªa, sigue anclado en estructuras de promoci¨®n y sistemas de premios arcaicos que llenan sus filas de insatisfacci¨®n. Los hombres que han venido obteniendo la confianza de los diferentes ministros del Interior han tenido larga fama de caciqueos, pero escaso prestigio profesional, salvo excepciones como la de Francisco de As¨ªs Pastor, de cuyos servicios finalmente se prescindi¨® demanera inexplicable cuando hab¨ªa logrado amplia credibilidad democr¨¢tica y probado alta eficacia multidireccional.Despu¨¦s del clamoroso caso Conesa, uno de los hechos que m¨¢s entorpece la colaboraci¨®n popular con la polic¨ªa, la designaci¨®n de Ballesteros, parece basada en alegaciones de conocimientos y pasadas eficacias, pero llega lastrada por inconvenientes similares. Su presencia como coordinador del mando ¨²nico colegido de la lucha antiterrorista deja muy limitadas perspectivas a estos afanes. Adem¨¢s de que el esquema trazado no ofrece garant¨ªas de operatividad real.
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