Autorretrato de un golpista
LA PROCLAMA del teniente coronel Tejero, publicada ayer por el diario Abc (v¨¦ase EL PAIS de hoy, p¨¢gina 15), no posee, en s¨ª misma, mayor inter¨¦s. A quienes contemplaron, en directo o en video, su violenta irrupci¨®n en el hemiciclo del Congreso, la brutal cobard¨ªa con que agredi¨® -pistola en ristre y con la protecci¨®n de una cohorte de hombres armados- al teniente general Guti¨¦rrez Mellado, y la tabernaria manera con que secuestr¨® durante dieciocho horas al Gobierno de la naci¨®n y a los diputados no podr¨¢ extra?arles el perfil de su autorretrato, pero s¨ª les sorprender¨¢ su grado de fatuidad y primitivismo.Los p¨¢rrafos en los que explaya sus concepciones patri¨®ticas parecen escritos por la pluma de un vitri¨®lico, caricaturista que se hubiera propuesto avergonzar a los espa?oles. El paisaje y la gastronom¨ªa son las principales notas con que la proclama define la realidad de Espa?a, de la que est¨¢n ausentes los ciudadanos comunes y corrientes, sustituidos por ?una raza brav¨ªa, cuyos machos han llegado a ser dioses y ejemplo de hero¨ªnas sus hembras?. Es tan pobre de ideas y tan rico en tonter¨ªas todo el escrito que hace temer que sea una baza ideada por los abogados del sedicioso militar, que podr¨ªan intentar demostrar, en base a semejante cosa publicada, que Tejero padece deficiencias insuperables que le llevaron a cometer la b¨¢rbara tropel¨ªa del 23 de febrero.
Tejero narra desde sus ¨¦xitos en el bachillerato hasta sus diversos destinos como oficial y jefe de la Guardia Civil. Conocemos as¨ª que sirvi¨® en Catalu?a, de la que s¨®lo comenta que ?era por aquellos a?os uno de los ¨²ltimos reductos del bandolerismo espa?ol?; en la parte sur de Galicia, sumariamente definida corno ?zona contrabandista de duro y sacrificado servicio?; en V¨¦lez-M¨¢laga, en Las Palmas y en Badajoz. Pero fue 1974 el a?o que ?tendr¨ªa una importancia decisiva en mi vida militar?, ya que coincidi¨® con su destino en Guip¨²zcoa. Por el propio Tejero nos enteramos de que el terrorismo era ya durante la ¨²ltima ¨¦poca del franquismo una plaga de dif¨ªcil erradicaci¨®n y de que tambi¨¦n en ese per¨ªodo las v¨ªctimas de ETA ca¨ªan ?por la insensatez de nuestros dirigentes?. Antonio Tejero, que fanfarronea de que acud¨ªa a las salas de fiestas ?vestido de uniforme?, no aduce pruebas de que su pol¨ªtica de orden p¨²blico contribuyera a frenar los cr¨ªmenes de ETA. En cambio, rememora que la legalizaci¨®n de la ikurri?a le hizo pasar ?la peor noche? de su vida y que su protesta por esa decisi¨®n del Gobierno le cost¨® un mes de arresto y el traslado a la jefatura de la Comandancia de M¨¢laga.
En ese destino disolvi¨® una manifestaci¨®n pac¨ªfica previamente aprobada por el gobernador civil. El nuevo mes de arresto y el nuevo cese por esa insubordinaci¨®n tuvieron, ni qu¨¦ decir tiene, una nueva recompensa, esta vez como jefe de la Agrupaci¨®n de Destinos de la Direcci¨®n General de la Guardia Civil, desde cuyo despacho conmin¨® por escrito al Rey para que impidiera. la aprobaci¨®n de un proyecto de Constituci¨®n ?en el que faltaba Dios y sobraban nacionalidades?. El incidente se sald¨® tan s¨®lo con catorce d¨ªas de arresto, y Antonio Tejero, inasequible al desaliento, se dispuso a impedir por la fuerza -con la operaci¨®n Galaxia- lo que no hab¨ªa logrado con su escrito: el aborto de la Constituci¨®n. A partir de ah¨ª, los hechos ya son conocidos por el gran p¨²blico: un proceso que termina con unos meses de prisi¨®n, el regreso al servicio activo y el golpe de Estado del 23 de febrero del presente a?o.
Antonio Tejero escribe en su larga proclama un c¨²mulo de insensateces. El golpista no perdona un solo t¨®pico -?soy cat¨®lico practicante sin ser beato ?, ? me inclino por el m¨¢s d¨¦bil no en una relaci¨®n paternalista, sino en un plano de igualdad humana, de hombre a hombre?, ?entre mis grandes preocupaciones est¨¢ la justicia social, pero sin demagogias?-, y no ahorra una sola frase hecha. Su diagn¨®stico de la situaci¨®n actual tampoco discrepa ni un mil¨ªmetro del que predican los ide¨®logos del golpismo desde su Prensa, ya se refiera a las autonom¨ªas -adjetivadas de ?separatistas?-, al desempleo -suprimible ?mediante la adecuada utilizaci¨®n de la riqueza que en Espa?a existe?-, o a la seguridad ciudadana. Todo esto, sin embargo, ser¨ªa una an¨¦cdota, o mejor, un chiste, si no fuera porque Antonio Tejero, al escribir su autorretrato, revela la impunidad con la que fue trenzando, a lo largo de los ¨²ltimos cinco a?os, su conjura golpista. Los arrestos por su comportamiento en Guip¨²zcoa, M¨¢laga y Madrid, primero, y el procesamiento por la operaci¨®n Galaxia, despu¨¦s, hubieran sido, en cualquier otro r¨¦gimen democr¨¢tico, avisos suficientes para saber que Antonio Tejero, que afirma en su proclama que ?despu¨¦s de reculeos y blandengueos es imprescindible la violencia?, era un profesional de la sedici¨®n y del golpismo, y a este conspirador perpetuo el Estado no s¨®lo le pagaba mensualmente un sueldo, sino que adem¨¢s le permit¨ªa disponer de hombres y de armamento, tambi¨¦n sufragados por los contribuyentes.
Ahora, el golpe del 23 de febrero parece ser visto por el perpetrador de ese delito de rebeli¨®n militar con el mismo optimismo con el que seguramente recibi¨® sus anteriores arrestos o la condena por la operaci¨®n Galaxia. Tras insultar a sus ?desmemoriados? profesores de la Academia de Zaragoza -? ?voy a tener que darles rabillos de pasas! ?- por no prestarle apoyo, ratificar que ocup¨® el palacio del Congreso ?a las ¨®rdenes del general Milans del Bosch? y apelar a la conciencia de los complotados que le dejaron en la estacada y no le hacen compa?¨ªa en prisi¨®n -?quienes debiendo no est¨¢n aqu¨ª con nosotros?-, Antonio Tejero inculpa al Gobierno y a la autoridad militar judicial por exigir responsabilidades penales a quienes, infringiendo las Reales Ordenanzas, secundaron su acci¨®n sediciosa. ?Todo lo que se hizo all¨ª fue por orden m¨ªa?, ?mi fuerza sabe que conmigo no se juega?, ?soy el ¨²nico responsable?. Antonio Tejero se convierte as¨ª enjuez de susj uzgadores, e incluso exonera a sus hombres con la falsedad de que ?no pudo ser m¨¢s caballeroso el comportamiento de la fuerza con los diputados?.
Pero si no es un chiste el art¨ªculo, entonces pertenece al mundo que el art¨ªculo mismo narra: al intento, incomprensiblemente ayudado por un peri¨®dico respetable, de desinformar y desorientar a la opini¨®n p¨²blica sobre un salvaje atentado a la libertad. Tejero no dice nada interesante, pero es interesante, en cambio, comprobar que hay quien est¨¢ dispuesto a servirle de altavoz -en forma de art¨ªculo o de libro de memorias- a ese mercachifle del patriotismo. Cosas veredes.
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