Marchais, un mito potenciado por la TV
Que levante el dedo el periodista, no comunista, que haya mantenido un mano a mano de una hora, en privado, con Georges Marchais. Nadie levanta el dedo. ?Qui¨¦n es el secretario general del Partido Comunista franc¨¦s (PCF)? Su segunda mujer, Lilianne, y su hijo Olivier, de doce a?os, deben saberlo. Y quiz¨¢ su equipo de fieles y colaboradores del partido, los que le rodean siempre, le cuidan, le miman, le protegen y le llaman Georges, pero respetando la jerarqu¨ªa.Sin embargo, ?qu¨¦ franc¨¦s no hablar¨ªa durante una hora de la diva de la televisi¨®n, del Marchais superstar, del animal de la peque?a pantalla, del monstruo sagrado, del hombre m¨¢s conocido de Francia? Hace poco, un realizador de cine, Jean Rouch, c¨¦lebre en la d¨¦cada de los a?os sesenta, se cruz¨® con Marchais en una reuni¨®n y le pregunt¨®: ??Cu¨¢ndo ser¨¢ su pr¨®xima aparici¨®n en televisi¨®n? De ninguna manera quiero perd¨¦rmela, porque es usted un excelente actor?.
Desde que, en 1970, se convirti¨® en el n¨²mero uno del partido, Marchais, para todos los franceses y m¨¢s a¨²n para los burgueses, que le detestan, es eso: el mito creado por la televisi¨®n. ?l mismo lo sabe muy bien y se lo espeta a sus interlocutores por menos de nada. ?Cada vez que yo vengo aqu¨ª, ustedes ganan dinero, porque la publicidad va a los canales con m¨¢s ¨ªndice de escucha, y el m¨ªo es superior al de un partido de f¨²tbol o al del filme del domingo por la noche?.
El director de cine Frederic Rossif, que le conoci¨® en otros tiempos, se confiesa fascinado ante el comediante, ?pero ya no es un jefe pol¨ªtico, sino un animal de televisi¨®n?.
Marchais en la televisi¨®n: ¨¦l s¨®lo constituye un espect¨¢culo ¨²nico. Gru?e, se enrabieta, salta, amenaza, suelta el torrente de su verbo popular, populachero a veces, y no hay periodista que le tape la boca a este autodidacta, obrero en la aeron¨¢utica, monstruo del trabajo, duro como su expresi¨®n de Frankenstein, atenuada por la dulzura de sus ojos azules y del corte chic de sus camisas. El d¨ªa que Marchais desaparezca de la televisi¨®n francesa, el duelo ser¨¢ nacional.
Ya hace sesenta a?os que Marchais naci¨® en un pueblecito de Normand¨ªa, en ese jard¨ªn franc¨¦s, para¨ªso del calvados. Pero nadie dir¨ªa que Georges, como exhalan extasiados los forofos del partido, va mucho m¨¢s all¨¢ del medio siglo.
Su voluntad es como una monta?a. No hay informe que se le resista, ni dificultad que le venza. En 1975 fue v¨ªctima de un serio ataque cardiaco y suprimi¨® sus ochenta cigarrillos diarios. Alg¨²n ¨ªntimo suyo dijo que durante cuatro meses ?las pas¨® canutas?. Todo se estrella contra el hombre desconocido y ante el mito p¨²blico, reverenciado por la masa comunista, temido y divertido, al mismo tiempo, para el ciudadano espectador. Ni los odios feroces de los intelectuales de la contestaci¨®n ni los ?silencios? sobre su conducta como trabajador en la Alemania nazi, nada ha podido hasta ahora con este dios de la televisi¨®n y del comunismo franc¨¦s, patrono todopoderoso del partido, parlamentario en Francia y en la Asamblea Europea.
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