?El regreso a los a?os cuarenta?
?REINDUSTRIALIZACI?N! BAJO esta jaculatoria, inventada en Estados Unidos con miras muy distintas (nuevas industrias, nuevos procesos tecnol¨®gicos y una bandera en la que enganchar una nueva esperanza en la econom¨ªa de mercado), los pol¨ªticos responsables de la econom¨ªa espa?ola parecen proponer la vuelta al intervencionismo de los a?os cuarenta. La salida de la crisis pasar¨ªa, as¨ª, por el abandono de las referencias a la econom¨ªa de mercado y por un regreso al suancismo renovado.?El Gobierno, o¨ªdas las asociaciones empresariales y centrales sindicales m¨¢s representativas, podr¨¢ declarar por real decreto la reconversi¨®n de sectores industriales?. En las diferentes redacciones de? proyecto de decreto-ley sobre reindustrializaci¨®n, reestructuraci¨®n o reconversi¨®n nada se dice sobre las causas o motivos que pondr¨ªan en marcha el mecanismo, si bien cabe suponer que ser¨¢n las dificultades de algunas empresas dentro de un sector determinado las que enciendan la se?al de alarma. Ahora bien, dado que en todos los sectores hay empresas en dificultades, toda la industria espa?ola es, en principio, candidata a la terapia gratuita de esta original seguridad social. Naturalmente, los puntapi¨¦s y los navajazos por llegar los primeros a la ventanilla se convertir¨¢n en la tarea prioritaria de los sectores industriales espa?oles o de las empresas en dificultades dentro de cada sector.
El proceso de desindustrializaci¨®n se encuentra con otra amenaza: la divisi¨®n del INI en dos mitades. Una de ellas, el Ente Nacional de Hidrocarburos, se quedar¨¢ con las empresas m¨¢s rentables. La otra recoger¨¢ los muertos vivientes (Seat, Hunosa, Potasas de Navarra, Astilleros Espa?oles, Altos Hornos del Mediterr¨¢neo y un largo etc¨¦tera) e invitar¨¢ pronto a su mesa, pagada por los contribuyentes, a aquellas empresas privadas ineficientes, a cuyo frente siempre cabe colocar con un buen sueldo a pol¨ªticos en paro. La divisi¨®n acabar¨¢, as¨ª, con el poco respeto que en Espa?a queda por la empresa p¨²blica, la cual, sin embargo, en pa¨ªses de rabiosa econom¨ªa de mercado, como Alemania Occidental y Jap¨®n, ha demostrado ser un instrumento eficaz de la pol¨ªtica industrial dentro de las reglas de la libre competencia.
Los proyectos de re¨ªndustrializaci¨®n y de partici¨®n del INI demuestran que, por desgracia, seguimos careciendo de pol¨ªtica industrial, y quiz¨¢ tambi¨¦n de pol¨ªtica econ¨®mica. Pese a los excedentes de capacidad de muchos sectores industriales, el crecimiento de las importaciones de manufacturas de consumo y bienes de equipo durante 1980 ha puesto de manifiesto que los productos extranjeros son m¨¢s competitivos que los nacionales en un mercado interior deprimido. Asimismo, nuestras exportaciones han perdido posiciones en los mercados internacionales. La conclusi¨®n es que, al margen de las sacudidas del petr¨®leo, existen problemas y comportamientos peculiarmente espa?oles que disminuyen nuestra capacidad de competir en los mercados abiertos y en el propio mercado espa?ol.
Este tipo de causas es precisamente el que debe rastrearse para facilitar el ajuste de las empresas grandes, peque?as y medianas a las nuevas circunstancias. Un observador econ¨®mico llegado de otra galaxia se asombrar¨ªa, sin necesidad de int¨¦rpretes, del largo cat¨¢logo de desprop¨®sitos de nuestra econom¨ªa. Seguimos sin liberar los mercados financieros y carecemos de un mercado fluido de cr¨¦dito a medio y largo plazo. Los bancos, que abren sucursales en puntos inveros¨ªmiles de nuestra geograf¨ªa y negocian generosos convenios con sus empleados, est¨¢n al abrigo de la competencia extranjera y de los intermediarios financieros que existen en otros pa¨ªses. Se dir¨ªa que el enorme coste de intermediaci¨®n del dinero es para los bancos una situaci¨®n adquirida, y para la sociedad, un hecho inamovible. El despilfarro y desorganizaci¨®n del sector p¨²blico, principal raz¨®n del d¨¦ficit presupuestario, no se ataca frontalmente, pese a que el d¨¦ficit p¨²blico encarece el cr¨¦dito, desincentiva la inversi¨®n y acaba provocando nuevos parados. El mercado de trabajo es un caos organizado, con reglamentaciones laborales defensoras. de situaciones adquiridas que terminan en la quiebra de las empresas y con una falta de presi¨®n sindical efectiva para la creaci¨®n de nuevos puestos de empleo.
Mientras tanto, los negociantes m¨¢s astutos o mejor introducidos pol¨ªticamente siempre pueden conseguir que las deudas de un sector o de unas empresas sean transferidas de los bancos privados, en parte propietarios y en parte responsables del fracaso, al ICO o al Banco de Espa?a. De otro lado, las empresas favorecidas con exenciones y cr¨¦ditos sobrevivir¨¢n o naufragar¨¢n, pero, en cualquier caso, arrastrar¨¢n en su torbellino a las dem¨¢s empresas sujetas a las reglas del juego sin subvenciones. La competencia desleal de los ayudados frente a los inermes ser¨¢, en consecuencia, el marco de nuestra pol¨ªtica industrial.
Si este enloquecido y arbitrista proyecto llegara a desarrollarse, se acrecentar¨ªan los males y nos encaminar¨ªamos hacia una forma encubierta de neofranquismo econ¨®mico. Por esa raz¨®n, el Gobierno debe pens¨¢rselo dos veces antes de aprobar el decreto-ley. Por otro lado, no hay raz¨®n alguna para no proseguir la pol¨ªtica de liberalizaci¨®n econ¨®mica que los ¨²ltimos Gobiernos hab¨ªan venido vacilantemente practicando. Si de verdad se quiere combatir la p¨¦rdida de competitividad de nuestro aparato productivo y frenar el paro no hay m¨¢s soluci¨®n que vigorizar el mercado, sanear el sector p¨²blico y robustecerlo en los terrenos adecuados, disminuir el intervencionismo e invitar a cada palo para que aguante su propia vela.
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