El hospital de Cruces, de Bilbao
Mi hijo, como todos los dem¨¢s ni?os, juega. El pasado d¨ªa 17, su hermano, gemelo, le pill¨® la mano con una puerta y el dedo ¨ªndice qued¨® abierto desde un extremo al otro. Sangraba abundantemente. Cog¨ª mi coche y me dirig¨ª a la ciudad sanitaria de Cruces, de Bilbao, con ¨¢nimo de utilizar el servicio de urgencias como una ciudadana normal, y no con el privilegio de ser la hija de uno de los jefes de departamento de dicho centro. Hasta aqu¨ª casi un relato normal. Lo que comienza a partir de ahora ya no lo es:El trato, ya se lo imaginan, el de siempre:
-?Qu¨¦ hace usted con el ni?o en brazos. No puede andar solito...?
-?Se?ora! Qu¨¦dese ah¨ª fuera esperando, que no le vamos a hacer nada a su hijo.
-Habr¨¢ que sacarle una radiograf¨ªa, pero el traumat¨®logo no est¨¢. (?En el servicio de urgencias!).
El ni?o, ajeno a este ir y venir, se durmi¨®, y... ?a las dos horas!, se present¨® un ATS que ven¨ªa a coserle el dedo.
Dudo que la anestesia le hiciera el efecto deseado, ya que por los gritos del ni?o pude contar los puntos que le daban. Cuando termin¨® el espect¨¢culo, el mismo ATS le sac¨® del brazo a empellones y me lo entreg¨® diciendo que era un ni?o hist¨¦rico.
El problema no era exactamente ese, sino que mi hijo es retrasado mental y este personaje no se hab¨ªa enterado ni me hab¨ªa dejado explicarle nada acerca del ni?o y de su problema.
En ese momento, ante la indignaci¨®n que me produjo semejante trato, solicit¨¦ repetidas veces a dicho ATS que me diera su nombre para presentar una queja. Se neg¨® rotundamente.
El jefe de la guardia, que hab¨ªa permanecido impasible hasta entonces, se incorpor¨® y, pregunt¨® si la queja era respecto del trato humano o del trato m¨¦dico. Me qued¨¦ muy perpleja al comprobar que en la medicina actual esos dos conceptos son independientes./
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