Sobre coherencias y pactos escolares
La experiencia diaria nos hace pensar que tras los pocos pasos reales dados van quedando parte de nuestras ilusiones en cuanto a una renovaci¨®n y cambio de la pol¨ªtica educativa seguida en Espa?a. En tal caso nos es necesario hacer una reflexi¨®n sobre la realidad actual y, a la vez, adelant¨¢ndonos a la misma, plantear la urgencia de un cambio de objetivos -si es que ahora hay alguno- para lograr esa escuela p¨²blica capaz, dotada de medios pedag¨®gicos y financieros y, a la par, pluralista y cercana a su entorno sociocultural.Decir que es preciso ir a una revocaci¨®n y abandono de las l¨ªneas seguidas hasta la fecha, tal vez a alguien le pueda parecer atrevido. Sin embargo, el confusionismo, la falta de incidencia de las leyes educativas y el paulatino deterioro de la escuela nos avalan en este criterio. Y tambi¨¦n nos hace recordar que ese paso adelante en defensa de una formaci¨®n integral de la comunidad no se ha producido ni lleva camino de producirse, por el sendero dubitativo y falto de criterios homog¨¦neos que en la actualidad se sigue.
Cuando nuestra experiencia cercana como espa?oles y nuestra propia historia nos han venido caracterizando como un pueblo discontinuo en sus soluciones, pensamos que es necesario romper con este sino tr¨¢gico. Por tanto, es urgente darle a la escuela, a la educaci¨®n, el papel que debe de tener como elemento generador de cultura, de t¨¦cnicas, de ideas y de comportamientos, hasta hacer de ella, en libertad, la dinamizadora del cambio de la colectividad.
Es urgente, pues, que en los Presupuestos del Estado se planifiquen las inversiones en materia educativa, con criterios de medio y largo plazo, se legisle con el mismo sentido y se arbitren las f¨®rmulas necesarias para renovar todas aquellas estructuras que dificulten esta pol¨ªtica. En definitiva, es necesario coger al toro por los cuernos, dejar de contentar a este o aquel grupo de presi¨®n y hacer un programa de Estado. Hacer o crear la base para hacer un plan educativo, con criterios pedag¨®gicos y pol¨ªticos actuales, significa pasar por encima de aquellos detalles o intereses que se oponen de manera sistem¨¢tica al mismo, pretendiendo detentar lo que en todas las sociedades cercanas ya no tienen. Es necesario mantener las conveniencias generales sobre las particulares y arbitrar las f¨®rmulas que permitan a las minor¨ªas participar sin sentirse coaccionadas, sosteniendo que s¨®lo desde el pluralismo es posible enriquecernos mutuamente y hacer v¨¢lidos los principios de la Constituci¨®n.
Pero, sin embargo, la pol¨ªtica educativa, aquella que ha de intentar que los espa?oles se formen desde la infancia, contin¨²a en su destino, casi m¨ªtico, de hacer castillos de naipes. Nacen y se derrumban las leyes desde que ven la luz. Se legisla para contentar ese ego l¨®gico, pero despu¨¦s se cae el edificio por no tener los cimientos necesarios. Son leyes para otro lugar o sue?os laudables de realidades de los que al final tan s¨®lo queda aquello que unas cuantas voluntades comprometidas han podido salvar. Se legisla una escuela para el ni?o, pero sin ¨¦l. Se pretende hacer una ense?anza llevada por maestros a los que frecuentemente se ignora. Es un proceso educativo sin los padres, haciendo del centro escolar un gueto ajeno a cuanto le rodee. Y siempre, en esta sinraz¨®n, por causa de una raz¨®n administrativa.
Si a lo dicho unimos los intereses, que se posan como cuervos, creamos la situaci¨®n actual, donde la pugna por lograr el mejor lugar de salida priva en muchos planteamientos, en las discusiones y en las soluciones a dar.
Se debati¨® la ley de Centros Docentes o Escolares. Se cre¨® un clima de inter¨¦s. Se aprob¨® la participaci¨®n de alumnos y padres en la comunidad escolar buscando, creemos, el beneficio de una educaci¨®n complementaria y cercana a su ambiente, pero no est¨¢ el horno para ello. Se hace necesario buscar su aplicaci¨®n con cuentagotas y topes, como si tal ley fuese como un purgante.
Mientras, debemos callarnos, cuando de forma salvaje medio se estropea un curso de BUP por agravios comparativos de los que somos alumnos, padres y la sociedad, enteramente ajenos. Y lo m¨¢s absurdo: debemos luchar por hacernos o¨ªr cuando es evidente nuestra raz¨®n, y tan s¨®lo nos quejamos de abandono.
Consejos de direcci¨®n
Como consecuencia del estatuto aludido, nacen los consejos de direcci¨®n y las juntas econ¨®micas en los colegios. Laudable idea, pero un alt¨ªsimo porcentaje de los mismos no se han formado ni formalmente reunido. En unos casos, por boic¨® puro y simple. En otros, por un control dirigido que pretende dar a los padres un car¨¢cter subsidiario en el proceso educativo.
?Qu¨¦ falla? ?Qu¨¦ sucede para que tengamos que ir haci¨¦ndonos a la idea de que han de transcurrir a?os antes de que la democracia llegue a la escuela? ?Por qu¨¦ ha de ser como un parto doloroso, algo que la m¨¢s elemental pedagog¨ªa reconoce? ?D¨®nde est¨¢ la pedagog¨ªa moderna, d¨®nde la burocracia, d¨®nde los goznes oxidados? Es como para derivar a discusiones bizantinas. ?No?
Nosotros, como padres, no podemos estar en contra del ense?ante. Esta sinraz¨®n no es su culpa. Nosotros pedimos para ¨¦l el reconocimiento de que es, con nosotros, el educador de nuestros hijos. Y pedimos que lo crea firmemente. Y esto significa valorar su figura y su trabajo. Y estaremos a su lado siempre que ¨¦l pida a las autoridades responsables, que as¨ª sea. Pero estaremos en contra de quien sea, tambi¨¦n, cuando se pase por encima del derecho reconocido a recibir una educaci¨®n digna.
El problema m¨¢s inmediato que nos ata?e ya no es el incumplimiento de las leyes, sea por inadecuaci¨®n propia o del aparato que ha de hacerlo . El problema actual es el continuado proceso de degradaci¨®n de la ense?anza dependiente del Estado, en la cual, y ante los diferentes ¨®rganos responsables, los padres venimos haciendo de bomberos, apagando fuegos, tapando huecos y poniendo andamios.
De todos modos, lo m¨¢s deplorable es este creciente deterioro de la ense?anza estatal donde se echa de menos un control de calidad en los libros de texto, en los que observamos algunas perduraciones dignas de figurar entre colecciones de curiosidades. ?Y cu¨¢l es el proceso de elecci¨®n, distribuci¨®n y venta de los libros? ?Son suficientes las normas ministeriales al respecto?
Por otro lado, y en cuanto al mismo deterioro, ?son sociales y pedag¨®gicos los criterios de adjudicaci¨®n de plazas a los docentes? ?Se ha resuelto ya el problema de su jubilaci¨®n? ?Se hace valoraci¨®n y control de actividades? Por lo que conocemos, se dan muy pocos escasos de una planificaci¨®n integral o por niveles en los colegios.
Pero se puede complicar a¨²n m¨¢s el panorama mientras no se encuentre una forma de interesar a los padres en la formaci¨®n de sus hijos. Debe irse a una educaci¨®n humanista, haciendo individuos responsables.
Sin embargo, esta falta de sensibilizaci¨®n social por la educaci¨®n de los hijos conduce al frecuente desarraigo del escolar respecto a su medio familiar, y el desinter¨¦s de los padres por los gustos y motivaciones del ni?o lleva com¨²nmente al principio de desconexi¨®n mutua desde la escuela.
Pr¨®ximamente, nuestro Parlamento nos brindar¨¢ la discusi¨®n de la ley de Financiaci¨®n de Centros Escolares, aunque ya el Ministerio nos ha adelantado el coste adicional que representa con cargo al Presupuesto del Estado. Alrededor de 45.000 millones de pesetas del erario p¨²blico.
Desde luego que desde aqu¨ª no vamos a decir que la ense?anza no sea gratuita a todos los niveles, se imparta o no en centros dependientes de la Administraci¨®n, pero s¨ª decimos que ante las carencias inocultables de los centros estatales es una manipulaci¨®n potenciar a la ensenanza privada con fondos p¨²blicos, mientras no se cubran gran parte de las carencias existentes en los primeros. Y que es aberrante no exigir a los centros subvencionados las mismas dependencias y las mismas obligaciones que a los estatales, creando inspecciones Financieras y pedag¨®gicas, en relaci¨®n a la dependencia econ¨®mica que desean tener con la Administraci¨®n p¨²blica. Algo diferente vulnerar¨ªa el propio esp¨ªritu de la Constituci¨®n y el de la l¨®gica.
No se puede dejar de anotar, ante las discusiones venideras, que en los centros p¨²blicos faltan generalmente bibliotecas escolares. Que el Ministerio de Educaci¨®n no asume la educaci¨®n f¨ªsica ni el deporte escolar. Que es pr¨¢cticamente testimonial la sanidad. Que los seguros los hacemos y los pagamos los padres. Que los gabinetes psicopedag¨®gicos o los montamos a nuestro cargo o son casos aislados, y m¨¢s raros son a¨²n los integrados con el resto de la comunidad escolar. Los comedores se restringen y no se retribuye convenientemente el trabajo de los profesores en los mismos. Abundan las construcciones deficientes y conocemos casos de ruinas. El libro de texto no es gratuito y los medios audiovisuales y las instalaciones deportivas no son la t¨®nica general en nuestras escuelas. Por otro lado, se da una desigual distribuci¨®n de plazas, tanto en cuanto a su situaci¨®n como a su tipo.
Nosotros suponemos que dentro del ?pacto escolar? se incluye suplir estas deficienclas y aplicar con sentido econ¨®mico los escasos recursos financieros disponibles.
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