Giscard d'Estaing, un superdotado con aires de grandeza
Este ciudadano-candidato, como a Val¨¦ry Giscard d'Estaing le gusta que le denominen desde que se afana por conseguir un segundo septenato, naci¨® de un embarazo de todas las suertes: vino al mundo por puro azar en Alemania Occidental, en Coblenza. En 1926 sus padres ya hab¨ªan trajinado lo del apellido D'Estaing, perteneciente a un noble de los tiempos de Lafayette. Y eran ricos, riqu¨ªsimos, ambiciosos, y pronto empezaron a mimar a aquel chico que se ve¨ªa que iba para genio.
En efecto. De Valy, como le nombran los que pueden, que no son muchos, decir que es m¨¢s listo que el hambre es una especie de injuria. Todo el que tenga sentido com¨²n en el hex¨¢gono franc¨¦s sabe, y hasta se enorgullece, aunque luego le repatalee, que nuestro Val¨¦ry nacional es un superdotado. Es decir, acomodad¨ªsimo, listo, guap¨ªsimo en sus tiempos m¨¢s j¨®venes, y despu¨¦s de todo lo que sea posible so?ar. Se form¨® en las dos escuelas que pitan en este pa¨ªs cuando se quiere contar en el ranking socio-pol¨ªtico. La Escuela Nacional de Administraci¨®n y la Polit¨¦cnica. Y, como se sabe, para no dar lugar a chismes, muy tempranito, el brillante inspector de finanzas fue a la sacrist¨ªa con Anne-Aymone de Brantes (casi nada en Francia), ligada a esos imperios que se llaman Credit Lyonnais, Creusot, Schneider. En claro, en estos tiempos de los microprocesadores, descender de Luis XV, como el mismo Giscard lo susurra a veces, no es nada al lado de lo de haberse unido a Anne-Aymone.La l¨ªnea recta de este supermercado de todas las suertes ser¨ªa un sumario interminable: diputado a los treinta a?os y ministro de Finanzas r¨¢pidamente, y durante nueve a?os, primero con el general De Gaulle y despu¨¦s con Georges Pompidou. Y catapl¨²m: presidente de la Rep¨²blica a los 48 a?os, en 1974, por un septenato. Y, de pasada, adora los safaris, cosa de grandes, y el esqu¨ª, deporte chic. Y ni fuma, ni bebe, ni come m¨¢s de lo debido.
La maldici¨®n del general
Todo, absolutamente todo, hasta que un d¨ªa lleg¨® De Gaulle y, refiri¨¦ndose a aquel joven de treinta a?os, tan plet¨®rico de calidades, sentenci¨®: ?S¨ª, pero a Giscard le falta el pueblo?. Y por si fuera poco la sentencia. el mismo general complet¨® la definici¨®n con una de sus ferocidades: ??Giscard d'Estaing? S¨ª, es un bonito apellido de prestado?.
Qu¨¦ no habr¨¢ intentado este padre de cuatro hijos para zafarse de aquella maldici¨®n gaullista. All¨¢ por el inicio de la d¨¦cada de los a?os sesenta, ya era ministro de Fiananzas, y ya hab¨ªa creado su partido republicano, a modo de estrado para lanzarse a la conquista del palacio del El¨ªseo. Y como sab¨ªa que le hac¨ªa falta el pueblo, un d¨ªa, quiz¨¢ el primero de su vida, bajo al metro, con corbata, pero sin chaqueta. Y con fot¨®grafos, claro. Otro d¨ªa le hizo saber a la Francia profunda que tocaba el acorde¨®n. Ya en funciones de presidente, se hinch¨® a desayunar los croissante con los basureros, y a cenar con esas familias fabricadas con los ciudadanos de a pie. Y en cada momento oportuno, nunca dej¨® de soltar f¨®rmulas destinadas al buen pueblo, como aquella que, frente a Mitterrand, en las elecciones de 1974, le ayud¨® a encaramarse a la picota de la cuca?a del Estado: ?Usted no es el monopolio del coraz¨®n ?.
Pero como si nada, o casi. A los 55 a?os, cuando por segunda vez quiere que los electores le alquilen el El¨ªseo por siete a?os m¨¢s, el maldito pueblo inspirador del general De Gaulle no acaba de encontrarse en este se?or superdotado, que se sabe de carrerilla el oficio de presidente, pero que contin¨²a oliendo a miembro de casta aficionado a los diamantes y no a aut¨¦ntico soberano, como ¨¦l lo desear¨ªa, y como a los franceses tampoco les parecer¨ªa mal.
Y todo por culpa de De Gaulle. El general y sus herederos, y los herederos de sus herederos, parecen ser todos ellos los portadores hist¨®ricos del pueblo que le falta a Giscard, o que no acaba de entreg¨¢rsele, porque vaya usted a saber lo que, esta noche, revelan las cuentas finales del voto presidencial. En 1974, fue el gaullista Chirac quien lo aup¨® hasta la cresta del Estado, al dividir en dos el partido gaullista, que hab¨ªa nombrado candidato oficial a Chaban Delmas.
En 1976, el mismo Chirac, por primera vez en la historia de la V Rep¨²blica, en tanto que primer ministro que era entonces, se plant¨® y le dijo: ?Ah¨ª se queda usted solo?. Y, a lo largo de este domingo hist¨®rico para la familia D'Estaing, podr¨¢n satisfacer al Giscard que, el otro d¨ªa, atemoriz¨® a sus conciudadanos afirmando: ?Si pierdo la presidencia, desde mi retiro, me convertir¨¦ en el hombre m¨¢s popular de Francia?.
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