Palabras contra la violencia
Ha sido tanta la sangre vertida, tanta la pasi¨®n derramada estos ¨²ltimos siete d¨ªas sobre Espa?a, que a veces uno se pregunta si ser¨¢ posible todav¨ªa procurar un momento de di¨¢logo y alguna reflexi¨®n sobre lo que sucede. Frente a quienes claman por hechos porque las palabras ya no valen, seg¨²n dicen, para nada, es preciso levantar de nuevo la voz de la raz¨®n y del entendimiento, la bandera del di¨¢logo. Pues aun sobre la violencia, las armas, el asesinato y el terror, las palabras tienen algo que ense?arnos y que decirnos a los hombres.Hechos. ?Qu¨¦ hechos? ?Cu¨¢les son esas acciones taumat¨²rgicas y milagreras que la ultraderecha reclama, esta vez s¨ª, cambiando la palabra por su rebuzno? Una gigantesca campa?a, levantada desde sectores del conservadurismo procaz, se instrumenta ya lo mismo a favor de la pena de muerte que en contra del sistema democr¨¢tico. Cuando la experiencia demuestra que la pena de muerte no es un elemento disuasor frente a quienes est¨¢n animados por fan¨¢ticos m¨®viles pol¨ªticos o por idealismos viscerales. Y menos a¨²n frente a los profesionales del crimen, que son capaces de cometer un atentado a cambio de un sueldo mercenario. Antes bien, la pena capital s¨®lo sirve para crear un martirologio infame y degradante y a?adir violencia y sangre sobre la sangre y la violencia ya vertidas.
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Viene de primera p¨¢gina
El terrorismo no es un fen¨®meno de ahora, ni han empeorado sus estad¨ªsticas desde el nacimiento del nuevo r¨¦gimen en comparaci¨®n con el anterior. Durante toda la primera d¨¦cada del franquismo, hasta bien entrados los cincuenta, la guerrilla caus¨® numerosas v¨ªctimas entre las fuerzas de seguridad del franquismo, que idearon, por su parte, la tristemente c¨¦lebre contrapartida, inventora de una t¨¢ctica de tierra quemada y v¨ªctimas inocentes como elemento disuasor del maquis. A?os m¨¢s tarde, en vida del dictador, la ETA, el FRAP, los propios GRAPO, abrieron ya su tenebrosa lista de acciones, frente a una reacci¨®n no menos tenebrosa de errores, manipulaciones y escarnios sobre la poblaci¨®n. Ahora que les vemos pedir ?dureza? y un ?Gobierno fuerte? a algunos prohombres de la ignorancia ganas dan de recordar qui¨¦nes eran los ministros, subsecretarios, directores de la Guardia Civil y la Polic¨ªa cuando volaba por los aires el coche del almirante Carrero o estallaba en pedazos la cafeter¨ªa Rolando. Fue en vida de Franco cuando los autom¨®viles de generales y altos mandos de las fuerzas de seguridad comenzaron a ser zarandeados por la partida de la porra que hoy ense?orea los barrios bien de nuestras capitales, y ya entonces soltaban los latiguillos de Arias Mantequilla o Garigano Co?i.
Creo que estas son fechas para recordar aquello, si es que no queremos hablar de ese otro terrorismo institucionalizado que llev¨® a los paredones de fusilamiento a decenas de miles de espa?oles durante y despu¨¦s de nuestra espantosa guerra civil. Una guerra -?habr¨¢ tambi¨¦n que repetirlo?- que comenz¨® con una asonada del corte tragic¨®mico de la del 23 de febrero pasado.
Reivindiquemos entonces la palabra. Palabras para decir que el terrorismo y la contestaci¨®n armada no es un problema de este r¨¦gimen, sino una end¨¦mica pasi¨®n de nuestro pueblo, y qui¨¦n sabe si de todos los pueblos, y que no va a terminarse de la noche al d¨ªa, ni quiz¨¢, tr¨¢gicamente, nunca, pues nunca ha de acabarse la violencia en la historia de los hombres. Pero para decir tambi¨¦n que es la democracia y el mantenimiento de las libertades, la palabra y no la metralleta, el ¨²nico sistema capaz de reducir y aislar a quienes quisieran que todo el mundo cambiara a su antojo en un instante y de un pistoletazo. Este pa¨ªs va a seguir sufriendo la amenaza eta durante mucho tiempo, y eso lo sabe cualquiera.
S¨®lo desde la aceptaci¨®n de este hecho dram¨¢tico y revelador, desde el asentimiento al hecho de que nadie tiene la soluci¨®n, porque no hay una soluci¨®n, sino un entretejido de caminos y soluciones, de b¨²squedas inacabables, podr¨¢ instrumentalizarse con alguna eficacia y con probabilidades de ¨¦xito la acci¨®n antiterrorista. S¨®lo desde el convencimiento de que el sistema de convivencia y las estructuras democr¨¢ticas no pueden ser vencidas por un pu?ado de fan¨¢ticos, y desde la sensibilidad irrenunciable al hecho -por desagradable que sea- de que en Euskadi las bandas armadas cuentan con un apoyo social y pol¨ªtico considerable, ser¨¢ posible consolidar la convivencia pac¨ªfica de los ciudadanos y perseguir con una fortaleza que incluya tambi¨¦n la del convencimiento moral a los delincuentes de cualquier laya.
Los terroristas s¨®lo tienen en realidad un m¨¦todo al alcance de su mano para obtener la sustituci¨®n y el cambio de naturaleza de las estructuras del Estado. S¨®lo una oportunidad de victoria existe para ellos -tanto si pretenden recrear el aislamiento internacional de Espa?a como devolver a ¨¦sta a una situaci¨®n interna que hiciera explicable una acci¨®n armada contra el poder-: que sus provocaciones, sabiamente utilizadas por sus cong¨¦neres de la ultraderecha, hagan mella finalmente en un sector amplio de las Fuerzas Armadas y propicien la repetici¨®n, esta vez con ¨¦xito, de la intentona golpista. Este es el temor y esta es la trampa en la que se halla incursa nuestra sociedad. En efecto, si aceptamos conscientemente que, en palabras del propio presidente del Gobierno, la lucha antiterrorista ser¨¢ dura y larga, ?c¨®mo garantizar que la amenaza golpista nos dar¨¢ tiempo siquiera para poder librarla? Desde una ¨²nica actitud: la firmeza en la represi¨®n del golpe y la solidaridad social frente a los agitadores que lo propician. En este sentido resulta incomprensible -y son meros ejemplos-, tanto que los ayuntamientos democr¨¢ticos se muestren perezosos en la eliminaci¨®n de pintadas que ensalzan a los rebeldes como que la polic¨ªa gubernativa no exhiba mayor dureza ante los muchachitos fascistas que han pedido estos d¨ªas la cabeza del Rey, sin duda con la sana intenci¨®n de rebanar de paso algunas otras m¨¢s.
Esta es, pienso, la consideraci¨®n primera que debe hacerse el presidente del Gobierno: que no podr¨¢ llevar a cabo la acci¨®n contra el terror -ni en el terreno policial - ni en el terreno policial ni en el terreno pol¨ªtico- si no provee a su Gabinete de mayores apoyos que los que hoy suscita. Calvo Sotelo preside un Gobierno con minor¨ªa parlamentaria y desde un partido que amenaza a diario con descuartizarse. Y no es esta, sin embargo -con ser grande-, su mayor debilidad, sino la que proviene de la duda popular respecto a la capacidad de control que sobre los movimientos sediciosos y los grupos de presi¨®n anticonstitucionales -inmersos en el propio aparato del Estado- tenga el Ejecutivo. La gigantesca manifestaci¨®n de silencio que los espa?oles protagonizaron el viernes no fue s¨®lo un acto emocionante de duelo y de protesta contra la violencia, sino una nueva demostraci¨®n palpable -?cu¨¢ntas se necesitar¨¢n?- de que esta es una sociedad moderna, con unos comportamientos c¨ªvicos envidiables, y no una naci¨®n de borregos, como se empe?a la ultraderecha en suponer. No se debe por eso abusar de su paciencia y s¨ª atender sus expectativas, bien simples por otro lado: que el Gobierno sea capaz de instrumentar la direcci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs y que los partidos no vuelvan a enroscarse sobre s¨ª mismos, de espaldas a las demandas de la propia sociedad. Y que la ¨²nica oportunidad de triunfo que los terroristas tienen, que es la del golpismo, sea firmemente eliminada mediante la escueta y llana aplicaci¨®n de la ley y el empleo de la imaginaci¨®n pol¨ªtica.
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