Los "reganautas"
?C¨®mo va el viaje de los reganautas? Tan evocativo t¨¦rmino, que debo a un reganauta, sugiere, a mi parecer, mejor que ninguna otra palabra, el sentimiento que han tenido los reganautas desde el primer momento y que todav¨ªa per dura, de ser un solitario grupo de amigos, relativamente peque?o y ambicioso, dispuesto a embarcarse en una arriesgada aventura en la que no pueden esperar mucha ayuda o apoyo de ning¨²n grupo. Los reganautas, por supuesto, ya exist¨ªan antes de que la victoria de su jefe les colocara en la cumbre del poder en Estados Unidos. Sin embargo, en las conferencias y seminarios internacionales de todo tipo que constituyen los puntos de encuentro de las clases dirigentes de Europa y Estados Unidos se les ve¨ªa raramente y en peque?o n¨²mero; los reganautas no sol¨ªan formar parte del establishment norteamericano. Eran una minor¨ªa dentro de una minor¨ªa; se sent¨ªan perseguidos y no era f¨¢cil comunicarse con ellos.
En realidad, los reganautas siguen siendo en la actualidad nada m¨¢s que una, y quiz¨¢ no la m¨¢s importante, de las fuerzas pol¨ªticas que componen la nueva Administraci¨®n. En los puestos superiores hay menos reganautas que antiguos partidarios de Nixon y dem¨®cratas de Jackson. Consecuentemente, los reganautas, a pesar de su gran victoria, no han perdido su viejo sentimiento de aislamiento y de escasa apreciaci¨®n de su val¨ªa, sentimiento que fueron alimentando en los largos a?os de su soledad pol¨ªtica y acad¨¦mica.
Los reganautas son recelosos; pero, como toda subcultura norteamericana t¨ªpica, est¨¢n imbuidos de una fe y de un esp¨ªritu de lucha que todav¨ªa no han perdido. Pero se siguen sintiendo rodeados de fuerzas poderosas y hostiles: los intelectuales de la costa Este; los funcionarios de la Administraci¨®n central; la Prensa norteamericana; los europeos y, por supuesto, los comunistas y todo aquel sospechoso de ser comunista en cualquier parte del mundo.
Dud¨¦ antes de a?adir los europeos, sin ning¨²n tipo de precisi¨®n, a la lista de las fuerzas hostiles sospechosas, y tan radical afirmaci¨®n encierra una gran exageraci¨®n. Pero es mejor exagerar que cerrar nuestros ojos ante el enorme problema, al que tenemos que enfrentarnos y solucionar, de establecer unos contactos aut¨¦nticos con los reganautas.
Es algo indispensable: si Europa y Estados Unidos no se entienden no habr¨¢ seguridad para ninguno de los dos, ni ning¨²n tipo de estabilidad en el equilibrio de poder mundial. Los reganautas representan mejor que cualquiera el sent¨ª miento imperante en Estados Unidos en nuestros d¨ªas, y a pesar de que las medidas pol¨ªticas concretas son producto de los diferente compromisos y no est¨¢n de acuerdo con los sentimientos de la poblaci¨®n, tal como, con gran pesar suyo, est¨¢n descubriendo los reganautas, ¨¦stos y ese reganauta especial que es Ronald Reagan van a influir sin duda grandemente en la pol¨ªtica americana en los pr¨®ximos a?os. Por eso nosotros debemos intentar influir en ellos.
Para tener influencia hay que entablar primero comunicaci¨®n. No es f¨¢cil entenderse mutuamente en la vida. in efecto, la gente no suele lograrlo. La mejora de esta condici¨®n humana requiere un gran esfuerzo, y en este caso en particular, el esfuerzo debe ser mayor de lo normal, porque los reganautas mantienen una actitud ante el mundo egoc¨¦ntrica, t¨ªpica de las minor¨ªas perseguidas.
Probablemente lo fueron en el pasado, y durante estos a?os desarrollaron una visi¨®n de un mundo antag¨®nico y de oponentes; una visi¨®n algo simplificada, en blanco y negro, con la humanidad dividida en amigos y enemigos, con poco lugar para terceras fuerzas. Se lanzaron a una traves¨ªa en busca de un vellocino de oro esquivo y borroso llevando consigo unas tablas de navegaci¨®n que en ocasiones no encajaban (?encajan ahora?,) con la realidad, tal como est¨¢n viendo ahora; y no les gusta.
Han descubierto tambi¨¦n que las instituciones y las burocracias se resisten ruidosamente al cambio, y que incluso los poderes de un nuevo presidente de Estados Unidos est¨¢n limitados, tanto en Washington como en el resto del mundo. Tal como dijo un reganauta en una reciente reuni¨®n internacional: ?Sin un fuerte apoyo de la Casa Blanca, hasta el m¨¢s resuelto reganauta estar¨¢ dentro de poco a merced de la perenne burocracia?. El resultado ser¨ªa desorden y contradicciones.
?C¨®mo se puede ayudar a los reganautas? (es vital intentarlo). Hay que comenzar apreciando en su justa medida su esp¨ªritu de aventura, su entusiasmo, su seguridad. Estados Unidos y Occidente necesitan urgentemente todos estos valores y ser¨ªa una gran p¨¦rdida para todos nosotros si les rechaz¨¢ramos y les decepcion¨¢ramos. Si es necesario, hay que contradecirles vigorosamente; pero se merecen que les acojamos con respeto y amistad: tienen mucho que darnos.
Una actitud de suficiencia por parte de los europeos no s¨®lo estar¨ªa fuera de lugar, sino que resultar¨ªa bastante perjudicial, incluso aunque tengamos que rechazar de manera decidida su idea de que todos, los europeos somos unos malditos tontos y de que acatamos los deseos de los rusos. Hay que enfrentarse a su obsesivo miedo a ser abandonados y traicionados por sus amigos. Pero hay que comprender que son el esp¨ªritu motor que anima el actual resurgimiento de Estados Unidos, algo que todos necesit¨¢bamos urgentemente.
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