Dos editoriales
Aunque con cierta dificultad (EL PAIS no llega siempre al Furet du Nord, que es la ¨²nica librer¨ªa que lo recibe), sigo siendo lector frecuente de este peri¨®dico. Admiro la objetividad en la informaci¨®n y el gran sentido democr¨¢tico de EL PAIS, pero, sobre todo, la competencia y seriedad de sus redactores, que han conseguido ponerle a la altura de otro de mis peri¨®dicos preferidos: Le Monde.Por ello comprender¨¢ mejor mi decepci¨®n ante los dos editoriales publicados en el martes 28 de abril. El primero de ellos, al enjuiciar las elecciones francesas, peca, a mi juicio. de una total superficialidad. Aparte de no compartir su tesis sobre la probable reelecci¨®n de Giscard -que, por supuesto, es tan respetable como opinable-, olvida uno de los factores m¨¢s importantes de la secunda vuelta: el voto de los ecologistas. Si el redactor -como parece- los atribuye directamente a la izquierda (cuando en las elecciones de 1974 Mitterrand y Giscard se los repartieron en un 60% y 40%, respectivamente), no debe precipitarse, ya que ambos candidatos luchan ahora por esos votos. El 47% y algo de Mitterrand, y el 49% de Giscard, necesitan imprescindiblemente los votos del se?or Lalonde -de sus partidarios-, y los ecolog¨ªstas lo saben, y tratan de conseguir a cambio algo m¨¢s que promesas. El voto ?verde? y la animadversi¨®n hacia G¨ªscard de muchos votantes RPR (y Chirac, el primero) son los dos grandes interrogantes de la segunda vuelta. Olvidemos a los comunistas -ya suficientemente citados por la derecha francesa-, que bastante problema tienen con meditar en su reciente descalabro, y que desde el principio han apoyado su campa?a (ya s¨¦ que habr¨ªa mucho que a?adir) en una pol¨ªtica anti-Giscard.
El segundo editorial, ?Los j¨®venes centristas? tiene este desafortunado comienzo: ?Quien a los veinte a?os,no es marxista es que no tiene coraz¨®n". As¨ª respond¨ªa Willy Brandt...?. No dudo que el se?or Brandt haya citado la conocida frase de Oscar Wilde -?de lord Harris en Dorian Gray?-, pero, querido editorialista, no he podido evitar que una an¨¦cdota que contaba a menudo mi padre me viniera a la cabeza. En la ¨¦poca de la Rep¨²blica espa?ola parece ser que un alcalde de un pueblecito comenzaba as¨ª un discurso de festejos: ?Como dec¨ªa Joaqu¨ªn Costa: "Dejad que los ni?os se acerquen a m¨ª..."?.
Por una vez, se?or director, se me quit¨® el humor de terminar el art¨ªculo./
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