Dizzy Gillespie: "En el ?jazz? no se puedean pedir revoluciones constantemente"
Lleva en la solapa una insignia de oro que reza Try God. Pero ¨¦l no tiene cara de m¨ªstico, mira con unos ojillos escrutadores que traspasan y accede a hablar durante el entreacto y entre la gente que chilla su nombre y reclama su atenci¨®n. Su trompeta, doblada desde 1954, reposa en una silla, aqu¨ª al lado, y ¨¦l la vigila como si fuera un hijo travieso y fr¨¢gil. Es Dizzy, historia viva del jazz, uno de los padres de una revoluci¨®n llamada be-bop, y que naci¨® hace mucho tiempo.
?No se pueden pedir revoluciones constantemente ?, declara. Ahora las cosas est¨¢n cambiando de una manera gradual, hasta que llegue una gran avalancha de inspiraci¨®n que lo transforme todo en un instante. Pero los cambios, hasta los graduales, reflejan el tiempo en que uno vive?.Y el hombre mira a su trompeta y contin¨²a: ?La m¨²sica es siempre la misma. Cambia la ¨¦poca. Es como la religi¨®n. Yo pertenezco a la fe Bahai, que ense?a c¨®mo la religi¨®n es siempre una, que las diferencias radican en el tiempo. As¨ª, nuestra m¨²sica, o las que vengan, no son distintas por s¨ª mismas, sino por la ¨¦poca en que tienen lugar y por todo lo que sucede alrededor de ella?.
? Las ra¨ªces est¨¢n en Africa. Da lo mismo que la m¨²sica venga de Estados Unidos, de Brasil o del Caribe, todo viene de Africa. Por eso mismo es dif¨ªcil hablar de un jazz blanco. Es como el flamenco. Yo conozco una chica alemana que lo baila, y muy bien, pero no es capaz de hacerlo cambiar. Cuando una m¨²sica tiene tantas connotaciones etnol¨®gicas has de vivir all¨ª donde naci¨®, vivir en ella, en la m¨²sica. Es la ¨²nica manera de tener una referencia formal?.
Tras cuya frase cualquiera se queda traspuesto, sorprendido con este presunto clown genialoide que habla como un acad¨¦mico.
?S¨ª; cuando nosotros salimos haciendo aquella m¨²sica (Charlie Parker, Christian, Bud Powell, yo mismo) hab¨ªa quienes dec¨ªan que aquello no era jazz. Pero eso es natural; cada vez que hay algo nueve) las clasificaciones no sirven, porque se escapa de ellas. Luego es cuando las cosas se entienden y se aceptan. Con el tiempo?.
Pero maldad sobre maldad, ¨¦l mismo cae en lo que otros cayeron, y adem¨¢s de manera casi ingenua, despu¨¦s de contestar lo anterior. Porque a la pregunta de si le gusta el jazz de m¨²sicos modernos come) Keith Jarret, John Abercrombie o Jan Garbarek, todo su gesto es menear la cabeza y decir muy bajito: ?Habr¨ªa que preguntarse primero si lo que hacen es jazz?.
?No creo que el jazz sea una m¨²sica de masas. No es tan f¨¢cil penetrar en ella como en el boogie woogie. Es lo mismo que la cl¨¢sica), el pop. Ambas son valiosas, pero su car¨¢cter es diferente ?.
Se traga el co?¨¢, comenta que le gusta Ravel y Stravinski, saca de la maleta una especie de recordatorios de su fe Bahai, los firma uno a uno, se levanta y los reparte entre el p¨²blico, que agita al otro lado de la transparente valla de obras municipales. Firma un casco de obrero y unos discos, mira a un lado y a otro, mira su trompeta, la recoge, la acaricia, se levanta y se va. Es la historia que camina.
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