El glorioso Meneo
Hay una ultranza c¨ªnica que le llama a lo de Tejero ?el glorioso meneo?, por paralelismo con otro meneo mayor e hist¨®rico que nos pegaron a los espa?oles en el 36. Cuarenta a?os mene¨¢ndonos.Por este casticismo negro del glorioso meneo vemos que, como dicen los memoriones de este peri¨®dico en sus editoriales, lo de la noche triste no fue s¨®lo un golpe frente al terrorismo y el desgobierno del pa¨ªs, sino un intento decisivo y definitivo de reinstaurar la dictadura como proyecto nada sugestivo de vida en com¨²n y como r¨¦gimen definitivo de convivencia a muerte entre los espa?oles. Me cuenta el conde de Lavem (ap¨®crifo) que ¨¦l ha estado en la cola de coches -mercedes y as¨ª- que hab¨ªa para visitar a Tejero, y que Tejero besaba mucho una Virgen del Pilar port¨¢til que ten¨ªa con ¨¦l. El cinismo de la fuerza ha acertado con la palabra que llevaban depositada, como una piedra, en el fondo del alma: ni glorioso alzamiento ni cruzada, ni guerra de liberaci¨®n. Aqu¨ª lo que se nos da a los espa?oles, peri¨®dicamente, es un meneo; viene una mano en¨¦rgica a menear el ¨¢rbol de la patria para que caigan al suelo los albatros que han visto o le¨ªdo mundo. Luego se les remata en el suelo. S¨®lo quedan en la rama los que est¨¢n bien sujetos en el ¨¢rbol geneal¨®gico. Guillermo Moreno de Guerra me pide un art¨ªculo para Tiempo de Historia, sobre la pervivencia sociol¨®gica del 18 de julio. Me parece que en esta teor¨ªa del meneo queda esquematizado lo que fue el 18 de julio, lo que viene siendo a trav¨¦s de tantos julios t¨®rridos de nuestra Historia.
Meriendo en casa de Massiel, que ha vestido a su ni?o de castizo diminuto, para una verbena infantil, con raya al medio y bigote pintado, y acabamos hablando de la cosa pol¨ªtica, inevitablemente:
- Est¨¢ una como desencantada, ?no?, como m¨¢s esc¨¦ptica, digo yo.
As¨ª est¨¢ toda la izquierda recreativa y un poco tambi¨¦n ay- la otra. La ultranza, en cambio, se felicita del meneo y yo ya veo esto como una ma?a de se?oritos agrarios que saben c¨®mo varear a mano -o a varazos-, peri¨®dica mente, el ¨¢rbol del pueblo, caiga quien caiga, que siempre caen los mismos. En la Feria del Libro de Ocasi¨®n -tarde de San Isidro, Recoletos-7, compro, entre un mont¨®n de libros, una de aquellas novelas de Paul Morand (Morand, un descubrimiento literario de Proust) que fueron universales en los a?os veinte. ? Irlanda no es m¨¢s que una causa desesperada?, escribe el novelista en Dubl¨ªn, entre r¨¢fagas del IRA. Sesenta a?os m¨¢s tarde estamos en lo mismo, s¨®lo que el mundo entero florece de causas desesperadas. ETA en Espa?a, los criminales que han atentado contra Wojtyla, contra Reagan, contra Kennedy, contra Lutero King, los corsos que cualquier d¨ªa se van a levantar contra el continente, los vascos franceses que se van a levantar contra Par¨ªs, un peligro que Giscard prefiri¨® obviar porque afeaba su reinado. Terroristas y golpistas tienen entre s¨ª una diferencia cuantitativa, no cualitativas el golpista invoca una patria m¨¢s grande y el terrorista una patria m¨¢s peque?a, humillada como regi¨®n. Unos y otros son nacionalistas, en grande o en peque?o, y por tanto romanticoides, rancios, pasados, como el ¨²ltimo brote del XIX (el siglo de la p¨®lvora) a finales del XX. Todo eso lo manipula exquisitamente la multinacional de la guerra.
Pero a nosotros nos queda el casticismo del meneo. Lo de Franco, que tanto se ha engrandecido por historiadores partidarios y hagi¨®grafos de plantilla, no fue sino un brutal meneo. Jos¨¦ Carlos Mainer ha estudiado bien los vanos intentos del ?falangismo liberal? por darle una ideolog¨ªa a aquello. Pero el meneo no necesita ideolog¨ªas, sino que recela de ellas. Aqu¨ª, el progresismo hace la reforma, la revoluci¨®n, la desamortizaci¨®n, y el integrismo hace siempre el meneo.
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