Los partidos
Me lo dijo Sartre en los lavabos de Liberation (que ahora sale otra vez), peri¨®dico por el que ambos ¨ªbamos mucho, mientras hac¨ªamos una necesidad:-Mon petit, los partidos son la muerte de la izquierda.
Claro, querido muerto. Lo que pasa es que no se ha encontrado nada mejor. Bertrand Russell, compa?ero y amigo de Sartre en el Tribunal Russell, dijo de la democracia que ?no es el despotismo de una minor¨ªa reforzada por los polic¨ªas?. Ahora, en Espa?a, se canta mucho la muerte de los partidos, su crep¨²sculo, y a m¨ª esto me recuerda ¨ªmproba e improbablemente ?el crep¨²sculo de las ideolog¨ªas?, cuando en Flandes no se pon¨ªa el sol para pensadores como Fern¨¢ndez de la Mora.
-Pero el crep¨²sculo de los partidos lo cantan hasta los media liberales y dem¨®cratas -me dice el parado cuando voy a comprar el Financial Times, que ¨¦l est¨¢ en la esquina esperando que le llegue su neumonella at¨ªpica.
Eso es lo grave, hermano parado. El autointegrismo no enga?a a nadie negando los partidos, aunque el autintegrismo haya vivido cuarenta a?os del partido ¨²nico y aquellas flechas de Alcal¨¢, 44, que Alvaro de Laiglesia (ahora saca una v¨¢liosa antolog¨ªa de La Codorniz de los cuarenta) represent¨® una vez como,cinco cucharas. Quienes enga?an, y yo s¨¦ por qu¨¦, son los dem¨®cratas hechos en casa, los falangistas reciclados de liberales, la derecha moderna y el izquierdismo de derechas, que tiene su Prensa y su propaganda.
Los partidos est¨¢n en crisis en el mundo, pero es una crisis de crecimiento, como la del divorcio o la familia. ?Es que porque tenga el divorcio la gente va a dejar de ?procurar reproducirse?, como -dec¨ªa Fern¨¢ndez-Fl¨®rez? Cuando lo del cine en relieve y con olor, don Jacinto Benavente lo dijo en El Gato Negro, hoy Dor¨ªn:
-Acabar¨¢n inventando el teatro.
Tamames y Garrigues, con sus clubes liberales, ecol¨®gicos y en cierto modo l¨®gicos, acabar¨¢n inventando los partidos. Aqu¨ª, la uced¨¦ es un partido ? mariposa en cenizas desatada?, como dijera el barroco, porque nunca fue un partido, sino una flota pesquera reunida de cualquier forma para robarles la sardina a los polisarios de la izquierda. Tengo dicho y escrito que la gran derecha no asilvestrada s¨®lo puede pastorearla Areilza (que me llama muy temprano por tel¨¦fono, a la cama, aprovechando que estamos en pueblos contiguos, para darme unos buenos d¨ªas que es como si me los diese el Consejo de Europa en pleno). Fraga se va?¨ªa en s¨ª mismo y en cuanto a Ord¨®?ez y Herrero de Mi?¨®n, todos sabemos cu¨¢les son sus respectivos partidos. Lo que hay en la uced¨¦, pues, no es la muerte de un partido que nunca existi¨® (lo podr¨ªa haber creado Su¨¢rez, con m¨¢s constancia y anchura pol¨ªtica), sino el hervor del micoplasma en que se incuban varios partidos hist¨®ricos, europeos y con tradici¨®n. Los infrarrojos de Santa Engracia, cuando renunciaron a los hist¨®ricos, embalsamaron unas momias que est¨¢n mejor en las pir¨¢mides de la tercera edad, pero se quedaron sin una veteran¨ªa pol¨ªtica que les hubiera ense?ado a recelar de? picadero de la Moncloa. Y cuando dejaron a Marx de su mano, Marx les dej¨® de la mano de Dios. Las guerras intestinas del pec¨¦ son la consecuencia de una repetida frustraci¨®n electoral (la ¨²ltima y m¨¢s grave en Catalu?a, de donde los Frutos y otros radicafizados) que no se corresponde con la euforia silenciosa de la clandestinidad multitudinaria.
Quienes cantan felices la muerte de los partidos desde la democracia, hay que suponer que la cantan desde la democracia org¨¢nica. Uno, que no es hombre de partido; comprende que los partidos son familias ideol¨®gica naturales amamantadas por la libertad, antes que formidables y espantosas m¨¢quinas. El ciep¨²sculo de los partidos es una utop¨ªa fernandezmoriana de los mu?ecos de Moli¨¨re, que hablan en totalitario sin saberlo.
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