Sencillez y lirismo de Rimsky Korsakov
No recuerdo representaci¨®n alguna en Madrid de La novia del zar, ¨®pera de Rimski sobre argumento de Mel, en la que resplandece la asimilaci¨®n de la mel¨®dica italiana mucho m¨¢s que la influencia de Wagner, sus procedimientos y su orquesta. Obras sencillas y de gran lirismo; por su estructura, proviene directamente del teatro musical de Glinka, con su serie de estructuras cerradas ligadas por recitativos mel¨®dicos (Hofman) y derivadas, en parte, de caracter¨ªsticas tradicionales (populares y cultas) de la m¨²sica rusa. Pues si es cierto que el compositor -con exageraci¨®n- reduce a un solo caso la cita textual de material folklor¨ªstico, no lo es menos que el eslavismo se hace presente aqu¨ª y all¨¢.De transparente orquestaci¨®n, servidora de un sentimiento l¨ªrico rom¨¢ntico, la partitura de La novia del zar es evidentemente desigual, y ya Rimski nos habla en sus memorias de pasajes ?demasiado sosos? en el primer acto, a la vez que reconoce, en exacto juicio autocr¨ªtico, el progresivo aumento de la tensi¨®n y el inter¨¦s, tanto en la vocalidad -cuya cima es el bell¨ªsimo trozo a solo de Liubasha- como en los procedimientos instrumentales.
Teatro de la Zarzuela
Opera del Teatro Kirov, de Leningrado. Director musical: V. Fedotov. Escena: B. Kaliada. Ballet: A. Zjitkov. Coro: A. Murin. Principales int¨¦rpretes: Ojotnikov, Kovaliova, Kiniaev, Morozov, Pluzhkinov, Filatova. La novia del zar, de Rimski-Korsakov, sobre Mei-Tiumenev. 26 a 29 de mayo.
De todos modos estamos ante un Rimski distinto, en el que, hasta los momentos dram¨¢ticos, parecen dominados por un pensamiento l¨ªrico, sencillo e intimista.
La representaci¨®n del Teatro Kirov -con la que termina sus actuaciones madrile?as- mantuvo un nivel considerable, de modo particular en los int¨¦rpretes vocales: La Marfa de la Kovaliova estuvo llena de atractivo, tonalidades po¨¦ticas y matizado car¨¢cter, tanto como la Liubasha, iniciada por la Bogachiova con visible limitaci¨®n de facultades y continuada, excelentemente, por Ludmila Filatova. El tenor Pluzhkinov, defendi¨® con nobleza su Lykov, y, para m¨ª, la cima de calidad se logr¨® en la intervenci¨®n del bar¨ªtono Kiniaev, de t¨¦cnica vocal particularmente expresiva, y el bajo Ojotnikov, con su consistente y bien definido timbre y su certera concepci¨®n de lo l¨ªrico-dram¨¢tico. Pero el elogio puede extenderse a todo el amplio reparto, bien cohesionado, dominador de un oficio que desempenan con la naturalidad de quienes lo practican de modo estable.
Todo habr¨ªa ido mucho mejor si el director, Viktor Fedotov, no pareciera dispuesto a demostrar que la soser¨ªa reconocida por Rimski para el primer acto pod¨ªa generalizarse y definir la entera partitura. Tradicional¨ªsima la regie (bella Kaliada), e insufriblemente anta?ones los decorados (Sof¨ªa Junovitj).
En resumen, ha de celebrarse la visita de las huestes leningradesas, aunque solo fuera por haber dado ocasi¨®n de ver y escuchar La novia del zar y Bodas en el monasterio, de Prokofiev, junto a un Eugenio Onieguin de extremada categor¨ªa.
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