Una democracia innovadora
Todo a nuestro alrededor anuncia que la Humanidad ha entrado en una etapa nueva: sociedad posindustrial, sociedad de informaci¨®n, sociedad de conocimiento, tercera ola...Tales son las expresiones repetidas para designar el advenimiento de una nueva aventura hist¨®rica. El futuro se nos presenta como un apasionante proyecto a inventar, pero, tambi¨¦n, como algo cuyos componentes esenciales ya est¨¢n dados. Vamos hacia una sociedad de innovaci¨®n y ello se compagina mal con lo que nos est¨¢ pasando.
Espa?a necesita, de modo urgente, despertar y liberarse de una pesadilla. Una pesadilla de miedo, desencanto y frustraci¨®n, que puede arruinar nuestro proyecto de vida democr¨¢tica y civilizada. El terrorismo, los golpistas y la crisis econ¨®mica han sumido a muchos en un estado de ¨¢nimo incivil, que va del pasotismo a la desesperanza, propicio para ser aprovechado por los enemigos de la libertad y del progreso en su empe?o por volvernos a la caverna primitiva. Pero ello no es lo peor, con ser ya grave. Lo preocupante es el crecido n¨²mero de espa?oles, ciudadanos dem¨®cratas, que pretenden salir de una situaci¨®n cr¨ªtica y dif¨ªcil mirando hacia atr¨¢s, sin imaginar nada nuevo, con miedo a la libertad innovadora, en una subconsciente huida de retorno al claustro materno.
Ese estado mental lleva a muchos a plantear, como soluciones de los problemas nuevos, medidas viejas, arrumbadas en el desv¨¢n hist¨®rico, desde el conservadurismo econ¨®mico a la pena de muerte. Incluso un Ilustre banquero ha dicho que la dictadura garantiza mejor las lentejas... Tales actitudes, reaccionarias y faltas de imaginaci¨®n, se intentan justificar, a veces, con la explicaci¨®n seudohist¨®rica de que hay, ?en el mundo?, una ola de pol¨ªtica conservadora y a la derecha. Desde ese brillante y profundo an¨¢lisis de situaci¨®n es natural el desconcierto producido por el triunfo electoral de F. Mitterrand. Al parecer, la incontenible ola a la derecha se va a romper sin mayor estr¨¦pito antes de llegar a tierra. Y puede ser obra de caridad despertar a quienes se sent¨ªan instalados pl¨¢cidamente sobre ella. H?lderlin dice, en uno de sus versos, que los pueblos se amodorran, pero el destino cuida de que no se duerman. Tal vez los griegos, por quienes tanta pasi¨®n sent¨ªa H?lderlin, pudieran arregl¨¢rselas con esa ben¨¦fica vigilancia del destino. Pero nosotros debemos hacer que act¨²en otras instancias. Como Napole¨®n le dijo a Goethe, en su famosa entrevista de Erfurt, ?el destino es hoy la pol¨ªtica?. Se trata, pues, de formular, desde la acci¨®n pol¨ªtica, un proyecto capaz de sacar a nuestro pueblo de la crisis, llevarlo hacia adelante y convertirlo en un foco de progreso, impidiendo que se duerma. Ese proyecto ha de asentarse en una amplia movilizaci¨®n de la sociedad espa?ola, en la discusi¨®n profunda de los temas y cuestiones planteados, y en una informaci¨®n continua y transparente, para que todos podamos sentirnos part¨ªcipes y comprometidos en la empresa com¨²n de alcanzar la justicia y la liberaci¨®n como un nuevo horizonte. Con horizontes de aldea, las rencillas por privilegios gremiales y el temor de lo nuevo, s¨®lo podemos arribar a un futuro triste de miseria, injusticia y alienaci¨®n. El combate para impedirlo pasa por el esfuerzo y la colaboraci¨®n solidaria de quienes vayan en esa direcci¨®n, pero requiere unas cuantas ideas y unos cuantos supuestos claros de partida. Yo quiero, aqu¨ª, indicar algunos:
- De las crisis -y de la crisis espa?ola actual- se sale hacia adelante, innovando y buscando soluciones originales. No se sale nunca hacia atr¨¢s, desandando la historia. So?ar, a estas alturas, con Adam Smith, el ben¨¦fico comportamiento de las libres fuerzas econ¨®micas, la racionalidad del consumidor o las tendencias caritativas del ser humano, puede ser un divertimento intelectual comparable al que pueda sentir un bi¨®logo moderno leyendo las historias naturales de Plinio el Viejo. Pero poco m¨¢s. Una econom¨ªa de mercado, en 1981, s¨®lo tiene sentido si resulta compatible con una programaci¨®n y organizaci¨®n de los sectores productivos, con un control p¨²blico del cr¨¦dito y con una pol¨ªtica de rentas que lleve a una sociedad m¨¢s igualitaria. Se necesita investigar, desarrollar la tecnolog¨ªa y experimentar y ensayar m¨¦todos y sistemas nuevos que, a veces, s¨®lo ser¨¢n posibles con la participaci¨®n total o parcial del sector p¨²blico de la econom¨ªa. Y esto no est¨¢ re?ido con liberarnos de intervencionismos o licencias del franquismo, que no tienen nada que ver con una programaci¨®n econ¨®mica seria, sino con el control de la prebenda y el beneficio a los familiares, incluidos los del Santo Oficio.
- En Espa?a, la democracia pasa por llevar a cabo una transformaci¨®n del pa¨ªs, mediante reformas programadas, que nos acerquen a los niveles m¨ªnimos de modernizaci¨®n vigentes en la Europa occidental. Conviene recordar que aqu¨ª no hemos hecho todav¨ªa muchas reformas logradas desde hace tiempo en otros pa¨ªses. Y por eso no valen comparaciones absurdas con el Reino Unido de Margaret Thatcher, ni apelaciones a la ?ola de derechas?, ni mucho menos insinuaciones de que va a volver Tejero si se tocan ciertos privilegios. Por el contrario, para estabilizar nuestro sistema democr¨¢tico necesitamos una pol¨ªtica progresista y modernizadora, que reforme o elimine estructuras caducas y arcaicas, que establezca otras nuevas, que modernice la producci¨®n y que preste atenci¨®n necesaria a los servicios sociales indispensables para una m¨ªnima calidad de vida: salud, educaci¨®n, informaci¨®n, comunicaci¨®n, cultura, etc¨¦tera. En definitiva, una pol¨ªtica que nos convierta en una naci¨®n din¨¢mica, innovadora, m¨¢s igualitaria y m¨¢s justa.
- En Espa?a tenemos, por desgracia, terrorismo y golpismo: dos calamidades dirigidas a impedir la democracia. A ambos se les debe hacer frente desde la firmeza de las instituciones, la respuesta ciudadana y la acci¨®n eficaz de gobierno. El pueblo espa?ol ha dado dos muestras inequ¨ªvocas e impresionantes de que quiere defender la democracia y las libertades saliendo masivamente a la calle, en la mayor manifestaci¨®n de nuestra historia, contra los golpistas, y guardando silencio, de modo disciplinado y un¨¢nime, en un acto de unidad ciudadana, contra los terroristas. Ahora, desde los ¨®rganos de decisi¨®n pol¨ªtica, no se puede responder a esa inequ¨ªvoca voluntad popular con miedos, titubeos o indecisiones. Se precisa aplicar la ley sin contemplaciones y defender la Espa?a democr¨¢tica de quienes pretenden arruinarla. No es la hora de las amnist¨ªas ni de las tolerancias miedosas. O la democracia se defiende con firmeza, con los elementos legales a su alcance, o volver¨¢ a ser una ocasi¨®n perdida.
Quedan bastantes supuestos sin mencionar y, entre ellos, el de una nueva organizaci¨®n territorial del Estado. Pero ¨¦sta es cuesti¨®n para ser examinada aparte. Baste indicar aqu¨ª que una democracia innovadora requiere, tambi¨¦n, una distribuci¨®n del poder entre las autonom¨ªas, las regiones, las nacionalidades, los pueblos, o como quiera llam¨¢rseles, para facilitar la participaci¨®n de los ciudadanos en el Gobierno de lo que les es propio, y para racionalizar las decisiones pol¨ªticas y de administraci¨®n. Lo cual no tiene nada que ver con viejas querellas aldeanas, sentimientos de tribu, o ambiciones caciquiles que quieren cabalgar, una vez m¨¢s, al son de las autonom¨ªas, o de lo que venga. Un estado moderno de participaci¨®n y libertades ha de configurarse a partir del presente y mirando al siglo XXI. Ser¨ªa un desprop¨®sito querer asentarlo en los antecedentes de don Pelayo o el Fuero Juzgo, como algunos pretenden. Este es uno de los casos en que, si fu¨¦semos incapaces de innovar, ser¨ªa peor la tradici¨®n que el plagio.
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