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M¨¢s de 200 vidas estuvieron en peligro a lo largo de 37 horas de tensi¨®n

A lo largo de 37 horas de tensi¨®n, m¨¢s de doscientos directivos, empleados y clientes del Banco Central de Barcelona fueron utilizados por un misterioso grupo terrorista, para sembrar la alarma y la confusi¨®n en toda Espa?a. Ellos y sus familiares se vieron obligados a vivir una durisima experiencia, cuyo desarrollo y feliz desenlace han reconstruido nuestros enviados especiales.

?Ma?ana hay que trabajar y esto tiene que estar organizado?. Ram¨®n Roll¨¢n, cajero de la oficina principal del Banco Central de Catalu?a y, sin duda, el empleado que m¨¢s cerca de s¨ª tuvo a la muerte a lo largo de las 37 horas de secuestro, se neg¨®, tras la liberaci¨®n por los GEO, a retornar a su domicilio, y permaneci¨®, desoyendo los consejos de sus superiores, ordenando en fajos los setecientos millones de pesetas que estuvieron a punto de ser incinerados por los asaltantes.La plaza de Catalu?a, coraz¨®n de Barcelona, s¨ªmbolo de sus tradiciones y de sus grandes acontecimientos, permanec¨ªa a¨²n ayer repleta de gente, cincuenta horas despu¨¦s de la toma del Central por un comando terrorista de oscura procedencia. A los curiosos de todo pelaje, que desde los primeros momentos se agolparon en la plaza, se un¨ªan ayer parte de los rehenes liberados la noche anterior, en cuyo entorno se formaban corrillos, y clientes de la oficina bancaria -principalmente viejecitas- que acud¨ªan para cerciorarse de que sus peque?os ahorros no se hab¨ªan esfumado con tanto drama.

Que se sepa, no faltaba dinero. Lo ¨²nico que se echaba de menos, que echaban de menos las gentes, era una explicaci¨®n razonable a tan larga angustia.

La tragedia se empez¨® a dibujar a las 9.10 horas de la ma?ana del s¨¢bado d¨ªa 23. Dos centenares de personas, empleados y clientes, se dispon¨ªan a agotar la ¨²ltima jornada de trabajo de la semana. Un grupo de individuos fuertemente armados convirti¨® el fin de semana de aqu¨¦llos y de una gran parte del pa¨ªs en una pesadilla. Antes de iniciar el asalto, y cuando a¨²n estaban en la calle, los agresores no se preocuparon excesivamente de ocultar sus armas.

Adriano, uno de los rehenes, asegura que a las 8.15 horas, ?cuando me dispon¨ªa a comenzar mi jornada laboral, vi que junto a la puerta del banco hab¨ªa unos j¨®venes con pinta de excursionistas. Llevaban bolsas y mochilas y bromeaban en voz alta. Yo estoy seguro de que formaban parte del grupo asaltante y que en aquellas bolsas escond¨ªan su arsenal?.

"Todos al suelo"

Alejandro Albors y C¨¦sar Mart¨ªnez, director y subdirector del Banco Central, no pudieron o¨ªr -probablemente porque se encontraban en sus despachos, situados en una de las plantas superiores- el grito ya tristemente popular de ?Todos al suelo?. Un empleado y un viandante pensaron que se encontraban ante un atraco m¨¢s.

Teresa Gallissa, administrativa, unos treinta a?os, penso en un momento que se encontraba ante una segunda edici¨®n -una especie de ?Tejero dos?- de la toma del Congreso. Un segundo tejerazo. ?Primero nos obligaron a tumbarnos a todos en el suelo, y luego nos fueron colocando junto a las ventanas. Unos compa?eros de la caja les preguntaron si quer¨ªan dinero, y ellos respondieron que no, que no lo necesitaban?.

?Fue entonces cuando empezamos a preocuparnos seriamente ante la evidencia de que no era un atraco normal. Fue entonces cuando les preguntamos si eran de los GRAPO, a lo que respondieron tambi¨¦n que no. Les requerimos, pues, en la misma l¨ªnea, si pertenec¨ªan a ETA, y la respuesta fue igualmente negativa?. Pasar¨ªan todav¨ªa minutos antes de que los asaltantes hicieran saber, por medio de una nota dejada en una cabina de tel¨¦fonos pr¨®xima al banco, que fue recogida por redactores del Diario de Barcelona y entregada a la polic¨ªa, de que lo que pretend¨ªan era la liberaci¨®n de un general y tres jefes militares, entre ellos el teniente coronel Tejero.

A esas mismas horas, en Madrid, un hombre de 65 a?os, que hab¨ªa iniciado su carrera profesional como botones del Banco Central y que en la actualidad preside los destinos del mismo, se incorporaba a su despacho. Alfonso Esc¨¢mez acababa de regresar de un viaje de veinte d¨ªas por Latinoam¨¦rica y ten¨ªa a su esposa convaleciente de una grave operaci¨®n, pero no se lo pens¨® dos veces: ?Ahora mismo voy a Barcelona a estar con los m¨ªos, con mis empleados, y no me mover¨¦ de all¨ª hasta que todos salgan sanos y salvos?, le comunic¨® por tel¨¦fono a Manuel Gari, presidente del Consejo Regional para Catalu?a de este banco. En aquellos momentos, Esc¨¢mez, tal vez por pudor, no quiso comentar que entre los rehenes hab¨ªa cuatro sobrinos suyos.

Tambi¨¦n viajar¨ªa a Barcelona un hombre de unos cuarenta a?os, muy entrado en kilos, director general del Banco Central, Luis Bl¨¢squez, a quien acompa?aba su madre, de 82 a?os. A las ocho de la tarde, veinticuatro horas antes de que los GEO iniciasen su operaci¨®n de asalto al banco, Bl¨¢squez paseaba nervioso por el hall del puente a¨¦reo de Barajas. Un hermano suyo, n¨²mero tres del banco en Barcelona, estaba entre los rehenes. Los asaltantes no llegaron a saberlo hasta el final de la odisea. Pero eso, Luis Bl¨¢squez, no lo ten¨ªa seguro cuando hac¨ªa mentalmente cuentas sobre el asalto. Para ¨¦l solamente era posible un asalto altamente sofisticado a trav¨¦s de las condiciones subterr¨¢neas del edificio y sus alrededores, porque cre¨ªa muy dif¨ªcil la operaci¨®n, a la vista de que el edificio es uno de los menos expugnables desde el exterior.

Por la carretera de Guadalajara a Madrid, algo m¨¢s despejada de tr¨¢fico que un d¨ªa normal de la semana, a primera hora de la ma?ana, los 120 componentes de las fuerzas de seguridad m¨¢s sofisticadas en la lucha contra el terrorismo, los integrantes del grupo especial de operaciones (GEO) circulaban a buena velocidad hacia el aeropuerto de Barajas. Los sufridos usuarios del puente a¨¦reo, que probablemente se cre¨ªan de vuelta de todo tipo de sorpresas, vieron at¨®nitos como sus compa?eros de vuelo embarcaban en el avi¨®n pertrechados con sus imponentes armamentos, con una naturalidad sorprendente. A las 13.15 horas de ese s¨¢bado llegaban a la plaza de Catalu?a.

El "Wall Street" barcelon¨¦s

A cien metros del Banco Central, en la sede del Banco de Bilbao tambi¨¦n con fachada a la plaza, e? reci¨¦n nombrado delegado del Gobierno en Catalu?a, Juan Rovira; el gobernador civil, el director general de Polic¨ªa, el alcalde de Barcelona, altos. cargos de la Guardia Civil, de la Polic¨ªa Nacional y de los GEOS, junto al jefe superior de Polic¨ªa, hac¨ªan las primeras evaluaciones de la situaci¨®n.

En la secci¨®n de contabilidad del banco, ocupada por seis personas, permanec¨ªan con la puerta cerrada, sin luz y en absoluto silencio. Alguno de ellos hab¨ªa salido a los servicios situados en la primera de las cinco plantas del edificio, pero se qued¨® helado al ver como los asaltantes irrump¨ªan violentamente en el patio de operaciones de la sucursal. Volvi¨® sobre sus pasos y se encerr¨® nuevamente con sus compa?eros. Comenzaban as¨ª, en la esperanza de que no fueran descubiertos, unas horas tensas de temor, de privaciones y de incertidumbre.

Era preciso aguantar y no ser descubiertos y no pensar tampoco en lo que estar¨ªan pasando sus companeros. No hab¨ªa ninguna posibilidad de digerir alimentos ni bebidas, y hab¨ªa que aguantar. No sab¨ªan a ciencia cierta lo que estaba pasando en el interior del banco, ni qu¨¦ medidas pod¨ªan estar tomando fuera del mismo, e incluso sus necesidades fisiol¨®gicas tuvieron que ser realizadas en las papeleras del despacho. No tuvieron mucha suerte, porque a las dos de la madrugada del domingo, quince horas despu¨¦s, ser¨ªan descubiertos por los terroristas, que los har¨ªan reunirse con el resto de sus companeros en el patio de operaciones.

M¨¢s suerte tendr¨ªan el director y el subdirector ya citados y otras seis personas m¨¢s, que permanecieron hacinadas en una peque?a habitaci¨®n de archivo de seis metros cuadrados, disimulada en la zona de los despachos de la direcci¨®n, hasta el final de la odisea. Los comandos se enteraron por los peri¨®dicos, probablemente, de que dispon¨ªan de ocho rehenes menos de los que pod¨ªan contabilizar. Cuando los GEO hab¨ªan controlado totalmente el edificio, liberado a todos los rehenes y reducido los asaltantes, se encontraron a estas ocho personas casi exhaustas por la falta de alimentos, bebidas y por la tensi¨®n acumulada.

En las terrazas de los edificios colindantes del Central, en esta plaza de Catalu?a, una especie del Wall Street barcelon¨¦s -Bilbao, Hispano, Vizcaya, Garriga Nolu¨¦s, etc¨¦tera, adem¨¢s del Central-, los tiradores de elite de los GEO tomaban las primeras posiciones. Fuerzas de seguridad, entre las que no hab¨ªa guardias civiles de uniforme (eran numerosos los miembros del servicio de informaci¨®n de este instituto de paisano), junto con la guardia urbana del Ayuntamiento de Barcelona, comenzaron un doble cometido: impedir el tr¨¢nsito de todo tipo de veh¨ªculos y personas en todas las inmediaciones, y evitar la salida de los terroristas y la llegada de hipot¨¦ticos refuerzos a los mismos.

El abogado del general Torres Rojas hab¨ªa desautorizado, a las 12.50 horas, el asalto en nombre de su defendido. Tejero y San Mart¨ªn adoptar¨ªan similar actitud. Media Espa?a, a esas horas, pensaba, sin embargo, que los guardias civiles facciosos del 23 de febrero estaban tras la operaci¨®n,

Lola Beltr¨¢n, unos treinta a?os, ayudante t¨¦cnico sanitario, de la plantilla del centro asaltado, tuvo oportunidad de conversar en repetidas ocasiones con los terroristas precisamente sobre este punto: ?Os han dejado colgados?, le dijo a uno de ellos en la larga noche del s¨¢bado al domingo, ?como en el 23 de febrero?. El interlocutor le contest¨® a la enfermera que s¨ª. En otra ocasi¨®n le pregunt¨® que por qu¨¦ hab¨ªan tomado el Banco Central y no la Generalidad u otro edificio oficial. ?Estamos aqu¨ª?, contest¨® el asaltante, ?porque nos han mandado. Y o nos ponen un avi¨®n o salimos todos con los pies por dellante?.

Ram¨®n Roll¨¢n, el cajero, que tendr¨ªa un acendrado protagonismo a lo largo de las 37 horas de secuestro, ya que por ofrecerse inicialmente a ser canjeado por todos los rehenes fue el principal apoyo del llamado n¨²mero uno (jefe de los asaltantes); Mart¨ªnez, el apoderado de cuentas corrientes, y los ATS organizaron la atenci¨®n m¨¦dica y ps¨ªquica de sus compa?eros y pudieron enlazar telef¨®nicamente con las familias. Este grupo de empleados, en los frecuentes canjes de rehenes por cartones de tabaco, alimentos y bebidas, indicaban a los terroristas qu¨¦ compa?eros se encontraban en peores condiciones y deb¨ªan ser liberados.

Ricardo Mart¨ªnez, un administrativo de veintid¨®s a?os, ingresabapoco antes del mediod¨ªa del s¨¢bado en el Hospital Cl¨ªnico con una herida de bala en una pierna.

A las 12.50 horas, Juan Jos¨¦ Ros¨®n, ministro del Interior, asume desde Madrid el control de las operaciones, abriendo un contacto permanente con el Mando Unificado, situado en el Banco de Bilbao. Comenzaron as¨ª unos contactos no siempre f¨¢ciles. en los que se detectaba, en ocasiones. diferencias de criterios sobre c¨®mo deb¨ªan llevarse las operaciones.

La ¨²nica l¨ªnea telef¨®nica del banco ocupado que no hab¨ªa sido cortada por la polic¨ªa sirvi¨® para mantener un enlace permanente entre terroristas y autoridades gubernativas. Esta l¨ªnea estaba siendo utilizada con fines psicol¨®gicos. Las autoridades trataban de quebrar la moral de los asaltantes. y por ello fue cortada tambi¨¦n durante dos horas en la madrugada del domingo, lo que provoc¨® uno de los momentos de mayor tensi¨®n en estas jornadas.

Rehenes por chorizo

A lo largo de la tarde fueron constantes los intercambios de rehenes por cartones de tabaco y bocadillos de chorizo y queso. Estos eran transportados hasta la entrada principal por dotaciones de la Cruz Roja. All¨ª dejaban las provisiones y se retiraban caminando hacia atr¨¢s, muy despacio y con los brazos haciendo un ¨¢ngulo de 45 grados con el cuerpo. Acto seguido sal¨ªan los rehenes convenidos. Los liberados m¨¢s afectados en su estado f¨ªsico o ps¨ªquico eran conducidos en ambulancias al Hospital Cl¨ªnico, para despu¨¦s ser trasladados a la Jefatura Superior de Polic¨ªa, en la V¨ªa Layetana. All¨ª se comprobaba su nombre y apellidos, su domicilio y su trabajo, y se les permit¨ªa la marcha hacia sus domicilios.

Esc¨¢mez, que nada m¨¢s llegar fue testigo de c¨®mo los familiares de los detenidos deambulaban con incertidumbre por las proximidades del banco ocupado y del Cl¨ªnico, orden¨® que se abriera de inmediato la sede de la direcci¨®n barcelonesa del Central, en el paseo de Gracia, y que los directivos se ocuparan personalmente de facilitar todo tipo de ayudas y la informaci¨®n puntual de que dispusieran a los allegados de los rehenes.

A las diez de la noche del s¨¢bado hab¨ªan sido liberados ya sesenta personas y se iniciaba lo que iba a ser una larga noche de calma tensa. A las dos de la madrugada del domingo, en un peque?o bar situado enfrente del banco ocupado, el bar Orange, los principales directivos del banco, incluido su presidente, tomaban unos bocadillos de tortilla francesa, primer alimento serio ingerido desde la ma?ana del s¨¢bado.

En aquella madrugada inexplicablemente tranquila y calmosa, las fuertes medidas de contenci¨®n de p¨²blico y periodistas por parte de las fuerzas de seguridad que hab¨ªan tomado la zona para evitar que p¨²blico y periodistas -a los que no se les facilit¨® en absoluto su tarea informativa durante las 37 horas de secuestro- se relajaron un poco. A los informadores se les dio la oportunidad, por orden del director general de la Polic¨ªa, Fern¨¢ndez Dopico, de acercarse hasta la misma plaza de Catalu?a para tomar alg¨²n refrigerio en el mismo bar Orange. Sin embargo, el comandante Galmes, de la Polic¨ªa Nacional, protagoniz¨® dos incidentes con aqu¨¦llos.

Por un lado, cuando se dirigi¨® de forma alterada a Alfonso Esc¨¢mez y le dijo que si quer¨ªa montar conferencias de Prensa, lo hiciera en otra parte m¨¢s alejada (los periodistas se hab¨ªan acercado al presidente del Central para intercambiar opiniones de manera informal). Y por otro, en torno a las 6.30 horas del domingo, se dirigi¨® de manera escasamente correcta a los representantes de la Prensa que all¨ª se encontraban para ordenarles que abandonasen el lugar. Al argumento de ?estamos autorizados por el se?or Fern¨¢ndez Dopico a permanecer aqu¨ª?, asegur¨® que ¨¦l ten¨ªa otra orden distinta, y que cualquier decisi¨®n del mando que no pasase por su persona no podr¨ªa aplicarse, y que si no era as¨ª estaba dispuesto a retirar las fuerzas.

En las primeras horas del domingo, los terroristas insisten en hablar con los m¨¢ximos dirigentes del Banco Central. Les dir¨¢n ?o presionan ustedes al Gobierno para que cumpla nuestras condiciones o quemamos de inmediato como primera media todo el dinero del banco?. El presidente Esc¨¢mez, en presencia de numerosas personas, declar¨®: ?Que quemen el dinero, pero que los dejen libres. Aunque este a?o tengamos p¨¦rdidas, estoy seguro que con estos empleados recuperar¨ªamos lo quemado por los terroristas en los pr¨®ximos ejercicios?.

A las 23.10 horas, en un recoleto edificio de la confluencia de las calles de Lauria y de Mallorca, el delegado del Gobierno, Rovira Tarazona, a quien acompa?aba el resto de las personas que durante las largas horas del s¨¢bado y del domingo hab¨ªan constituido el mando ¨²nico, declar¨® en conierencia de Prensa que el comportamiento que se hab¨ªa seguido con respecto a los terroristas hab¨ªa sido el siguiente: en s¨ªntesis, dar la sensaci¨®n de tranquilidad y calma durante la noche del s¨¢bado y la madrugada del domingo, de fortaleza durante la ma?ana del domingo, de negociaci¨®n durante las primeras horas de la tarde, y de firmeza y finalmente asalto en las ¨²ltimas horas de la tarde.

La ma?ana del domingo lue particularmente tensa. Tras la liberaci¨®n de algunos rehenes, minutos despu¨¦s de las diez lleg¨® a las inmediaciones de la plaza de Catalu?a una tanqueta de la Guardia Civil. Cuando este veh¨ªculo blindado se situ¨® ante la entrada del Central, cuantos segu¨ªan el desarrollo de los acontecimientos desde las calles adyacentes pensaron que se iba a producir el asalto al banco por parte de las Fuerzas de Seguridad del Estado. No ser¨ªa aquel el momento elegido.

Sin embargo, la tensi¨®n fue en aumento al exigir la polic¨ªa la rendici¨®n incondicional en un plazo que no deb¨ªa sobrepasar las 11.30 horas. El gobernador civil de Barcelona, Jos¨¦ Coderch, se sum¨® a la presi¨®n y ley¨® a trav¨¦s de la radio un comunicado en el que aseguraba: ?No vamos a ceder en nuestra actitud de firmeza; una parte del grupo ha sido enga?ado, as¨ª lo hemos comprobado por la actitud de uno de sus jefes. Si hay heridos no es por culpa de las Fuerzas de Seguridad, que no han efectuado ning¨²n disparo?.

Los secuestradores, en aquellos momentos, no reclamaban otras condiciones que un avi¨®n para volar a un pa¨ªs extranjero y dos tanquetas para desplazarse hasta el aeropuerto de El Prat, con algunos rehenes. En caso contrario, amenazaron con comenzar a matar a las personas que manten¨ªan retenidas. La angustia crec¨ªa por momentos. Uno de los empleados del banco, llamado Colorado, ley¨®, a trav¨¦s de un meg¨¢fono, un comunicado elaborado por ¨¦l mismo: ?Se trata de pedir una salida honorable. Se?or presidente del Gobierno, se?or presidente de la Generalidad, se?ores diputados, recuerden la situaci¨®n que ustedes vivieron hace tres meses; entonces se busc¨® una salida. Nuestros secuestradores no son atracadores, tienen sus ideas, que hay que respetar. No pretenden hacernos ning¨²n da?o. Espa?a y el mundo entero se lo agradecer¨¢n, de lo contrario, ser¨¢n ustedes c¨®mplices. Viva Espa?a?.

Histerismo entre los familiares

La larga tensi¨®n de los familiares de los retenidos lleg¨® a un punto cr¨ªtico en las primeras horas de la tarde del domingo. Las autoridades, con Rovira Tarazona a la cabeza, decidieron acudir a la sede del Banco Central, en Caballero de Gracia. El anuncio de esta visita para hablar sobre la situaci¨®n de los familiares fue difundido por las radios locales, y hacia las cinco de la tarde la sala de operaciones de estas oficinas se encontraba repleta de gente.

?Nuestras condiciones?, dijo Rovira Tarazona a los familiares, ?son que los rehenes sean entregados en su totalidad en Barcelona y que los autores del asalto queden a disposici¨®n de la autoridad correspondiente?. Esta afirmaci¨®n fue interpretada por los familiares como una postura, de m¨¢xima intransigencia, que pod¨ªa poner en peligro a los rehenes, por lo que inmediatamente se levant¨® un clamor de reproches, protestas e insultos. Aldelegado del Gobierno en Catalu?a le fue casi imposible seguir en el uso de la palabra y dif¨ªcilmente lleg¨® a explicar que ni ¨¦l ni las dem¨¢s autoridades que le acompa?aban ten¨ªan otra intenci¨®n que la de informar a los familiares.

Intervino tambi¨¦n Alfonso Esc¨¢mez, que fue igualmente abucheado por una parte de los congregados. Hoy se piensa que parte de los que all¨ª estaban no eran familiares y que hab¨ªan acudido en una maniobra de provocaci¨®n. De hecho, algunos de los asistentes dijeron que se hab¨ªan producido estos sucesos por la mano blanda del Gobierno con los guardias civiles del 23 de febrero. Algunos mandos de la Guardia Civil que se encontraban presentes abandonaron indignados esta reuni¨®n. Horas despu¨¦s, sin erribargo, Alfonso Esc¨¢mez, con barba de 48 horas y una inmensa satisfacci¨®n en el rostro, recib¨ªa disculpas, besos y abrazos de algunas esposas y familiares de los empleados liberados.

En medio de una gran confusi¨®n, un grupo de familiares ley¨® -en la reuni¨®n de Rovira- una relaci¨®n de puntos que recog¨ªan su sentir con respecto a las negociaciones. Todos los puntos fueron aceptados por los asistentes. En resumen, los familiares ped¨ªan al Gobierno que cediera a las peticiones de los secuestradores y que se diera m¨¢s informaci¨®n sobre los pormenores de las negociaciones. Tambi¨¦n solicitaban que, en caso de no encontrarse otra soluci¨®n, los propios negociadores se ofrecieran a los terroristas en intercambio de rehenes. Rovira Tarazona les asegur¨® que las Fuerzas de Orden P¨²blico no intentar¨ªan en ning¨²n momento dar una soluci¨®n al caso por medio de la violencia. Tres horas despu¨¦s, se producir¨ªa el asalto de los GEO al edificio ocupado.

Ram¨®n Roll¨¢n, protagonista

Uno de los principales protagonistas de estas horas de angustia, tal vez y a su pesar el m¨¢s destacado entre, los retenidos, fue el cajero Ram¨®n Roll¨¢n. Ram¨®n, al obligar al interventor a que abandonara, en contra de su voluntad -quer¨ªa salir el ¨²ltimo- la sede ocupada (su mujer estaba muy enferma y le pidi¨® a los terroristas que le dejaran libre) se convirti¨® en portavoz forzado de los asaltantes.

Fue, sin duda, el hombre m¨¢s amenazado, y hoy es su actuaci¨®n la m¨¢s controvertida en el secuestro, fue el portavoz del jefe de los asaltantes, del n¨²mero uno. Un terrorista descrito por una de las rehenes. Teresa Gallissa, como ?un hombre fr¨ªo, calculador, acostumbrado a mandar, super¨¢gil de cerebro, con esp¨ªritu de dirigente nato. No parec¨ªa demasiado culto; en su trato con las mujeres, ¨¦l y los dem¨¢s se mostraban paternalistas, aunque ¨¦l dir¨ªa que eso es ser caballeroso?.

Bastante gente, basada en las proclamas que fue obligado a leer, le cree af¨ªn a la extrema derecha. Aunque esto es totalmente incierto, seg¨²n fuentes de, la direcci¨®n del banco. ?Hizo muy bien su papel, infundi¨® serenidad y su colaboracionismo evit¨® probablemente que ahora lamentemos a¨²n m¨¢s estos sucesos?, manifest¨® ayer a este diario un responsable del Banco Central.

Roll¨¢n, el hombre que se puso a contar billetes de banco como si tal cosa nada m¨¢s terminar el largo secuestro, fue requerido telef¨®nicamente por el propio presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que pidi¨®, sin ¨¦xito, hablar con ¨¦l a ¨²ltimas horas del domingo, terminado el secuestro.

Ayer, sin embargo, perdi¨® los nervios ante la insistencia de los fot¨®grafos para retratarle. No quiere aparecer en los peri¨®dicos, no quiere hacer declaraciones, tiene miedo a que otros terroristas vuelvan a ensa?arse con ¨¦l. M¨¢xime cuando son varios los rehenes que piensan que algunos de sus secuestradores no han sido capturados y se encuentran en libertad.

A las tres de la tarde del domingo, liberado ya un grupo numeroso de 42 personas, despu¨¦s de las negociaciones mantenidas por Rovira y Dopico en el interior del banco, a cambio de alimentos, bebidas y cigarrillos -entre ellos, las dos ¨²ltimas mujeres, una de ellas, Esperanza, una de las telefonistas a la que los rehenes obligaron durante largas horas a permanecer junto a la puerta principal del banco- se ten¨ªa la esperanza, parece que muy fundada, de que el asalto al banco terminar¨ªa en breve plazo con la rendici¨®n de los terroristas. Incluso a esa hora el alcalde de Barcelona, Narc¨ªs Serra, com¨ªa relajado con otras autoridades civiles y militares en el restaurante Casa Agust¨ªn, a unos ochenta metros del Banco de Bilbao, ensalada, carne y vino tinto. Hasta una fuente municipal barcelonesa declaraba confidencialmente que la rendici¨®n se har¨ªa en no muy largo espacio de tiempo.

Ello, unido al informe de un comandante de que no, ser¨ªa procedente el asalto de los GEO a la sede bancaria, excepto en el caso -improbable, por otra parte- de que fueran liberados todos los rehenes y permanecieran s¨®lo los asaltantes en el interior del recinto, o bien que los asaltantes comenzaran a asesinar a rehenes, fundamentaba a¨²n m¨¢s el optimismo.

Todo estaba a punto, y en ese clima -ya hac¨ªa horas que el n¨²mero uno hab¨ªa declarado a trav¨¦s de la radio que el golpe hab¨ªa fracasado y que se estaba buscando una salida digna- no sorprend¨ªa excesivamente que los GEO fueran tomando posiciones. Se preparaba lo que todo el mundo cre¨ªa iba a ser la operaci¨®n de salida del banco, cuando de repente un reh¨¦n sali¨® en solitario desde la puerta principal del edificio por su propio pie -todos liberados hasta entonces hab¨ªan

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El factor sorpresa fue decisivo

Viene de p¨¢gina 15

sido trasladados en ambulancias, excepto el grupo numeroso de los 42 ya aludido- y avanz¨® calle de Pelayo hacia arriba en direcci¨®n al primer cord¨®n policial, a unos 150 metros. Llevaba seg¨²n todos los indicios, una bala en la mano, e inmediatamente fue retirado por las fuerzas y trasladado a la sede del mando unificado en el Banco de Bilbao. Eran las 20.50 boras del domingo, casi 35 horas despu¨¦s.

Hubo de ser necesariamente una se?al. Aqui entr¨® de repente el factor sorpresa con el que operaron los GEO, porque minutos despu¨¦s (20.55 horas) comenzaron los dispatos. Los especialistas de la Polic¨ªa actuaron, con toda probabilidad, durante la mayor parte del asalto con balas de fogueo; hab¨ªa a¨²n unos setenta rehenes todavia. Desde dentro respond¨ªan, por supuesto, con fuego real. La operaci¨®n eficaz y brillante fue desesperadamente larga y minuciosa; 140 minutos interminables para quienes siguieron en el sitio o bien las emisoras de radio que transmit¨ªan los hechos en directo, a pesar de las presiones hechas desde el Gobierno Civil por el titular de ¨¦ste a los directores de las mismas y por los miembros de la oficina de Prensa gubernativa a los informadores de choque. Seg¨²n estas indicaciones se les estaban dando las pistas suf icientes a los asaltantes para que pudieran saber en qu¨¦ lugares del edificio habr¨ªan de situarse para defender mejor.

Ciento cuarenta interminables minutos, porque los GEO no contaron con algo imprevisto. Los terroristas s¨®lo les hicieron frente al principio. Prefirieron la treta de abandonar las armas y disfrazarse de rehenes, al tiempo que disfrazaban de terroristas a algunos rehenes, como, por ejemplo, a Jordi Mas o a Ricardo Marin¨¦, a los cuales obligaron a Salir a la vista de los GEO. S¨®lo el coraje de ¨¦stos de gritar: ?Nosotros somos empleados, y no asaltantes; los asaltantes est¨¢n dentro?, y con los brazos en alto evitaron lo que podr¨ªa ser una tragedia irreparable.

Para quienes presenciaron el desarrollo del asalto sorprendi¨® que las armas enmudecieran en los ¨²ltimos setenta minutos. Hab¨ªa confusi¨®n a vista de espectador, incluso entre los propios GEO, que ya dominaban el banco, a pesar de que no pudieron, por m¨¢s que lo intentaron, abrir la puerta principal del mismo. Incluso a las 22.15 horas, cuando el ministro del Interior, Juan Jos¨¦ Ros¨®n, declaraba que el asalto hab¨ªa terminado felizmente, desde el exterior del edificio se ve¨ªa a trav¨¦s de las ventana, iluminadas una actividad inusitada de estos especialistas.

El comandante Holgado, jefe de los GEO, no pudo, como el resto de sus 120 compa?eros. ser aplaudido, felicitado y abrazado afusivamente por los centenares de personas que invadieron inmediatamente la plaza de Catalu?a, apenas concluida la operaci¨®n, porque hubo de asistir a la conferencia de Prensa con Rovira Tarazona y el resto de las autoridades del mando ¨²nico, donde dijo en la ¨²nica intervenci¨®n que tuvo lo siguiente: ?Orden¨¦ el asalto del banco porque ten¨ªamos la certeza absoluta de que la operaci¨®n iba a ser un ¨¦xito total?.

Realizaron esta informaci¨®n nuestros enviados especiales a Barcelona Ismael Fuente, Carlos G¨®mez y Juan Francisco Janeiro.

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