La "gloriosa cruzada", contra la reforma fiscal
El tener que pagar m¨¢s impuestos no es, naturalmente, un plato de gusto. Por desgracia, los que aceptan esto con buen talante son rara avis, y si, en este pa¨ªs, a duras penas se le concede a Dios lo que es de Dios, mucho menos proclive se es a dar al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar. Las voces que nacen de carteras lastimadas por el fisco son explicables, y las cr¨ªticas, m¨¢s o menos constructivas, tambi¨¦n. Pero otra cosa es cuando la protesta se inserta en el aparato desestabilizador de nuestra democracia. Los francotiradores aislados que disparan sobre el impuesto sobre la renta o sobre el patrimonio aparecen ahora unidos, constituyendo una secci¨®n -la econ¨®mica- de la ?cruzada nacional? contra autonom¨ªas, libertad de Prensa, divorcio o sufragio universal. As¨ª, en El Alc¨¢zar del 17 de mayo ¨²ltimo, y en la informaci¨®n sobre econom¨ªa, aparece un art¨ªculo muy ilustrativo al respecto, que, bajo el t¨ªtulo de ?El ministro de Hacienda sigue amenazando a los contribuyentes ?, muestra un c¨²mulo de disparates y falsedades al servicio de la campa?a de desprestigio de todo lo que compone o emana de las instituciones democr¨¢ticas. Podr¨ªa decirse que tal art¨ªculo es, respecto a los impuestos, lo que el Colectivo Almendros era en relaci¨®n a la pol¨ªtica.El articulista, especialmente al¨¦rgico al ordenador y a los se?ores Fuentes Quintana y Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, debe poseer una larga fantas¨ªa y un magro archivo de datos. Porque el que el contribuyente de renta tenga que efectuar su autoliquidaci¨®n no ha sido una ?agresi¨®n?, como ¨¦l dice, inventada por sus dos enemigos particulares. Lleva haci¨¦ndose as¨ª desde hace casi treinta a?os. Por otra parte, tengo delante de m¨ª los modelos de declaraci¨®n en dicho impuesto utilizados en Francia y en Inglaterra, y puedo asegurar a los atribulados contribuyentes aut¨®ctonos, que son bastante m¨¢s complicados que los nuestros. Respecto a la ignorancia fiscal en la gente que paga sus impuestos, y,que, seg¨²n dice el que escribe en El AIc¨¢zar, les obligar¨ªa injustamente a tener que recurrir a un asesor, ni esa ignorancia parece ?I¨ªcita y natural?, como dice, ni es lacra exclusiva de nuestro sistema fiscal. En cualquier pa¨ªs extranjero -y de Norteam¨¦rica tenemos sobrados datos a trav¨¦s de su c¨ªnematograf¨ªa- el asesor fiscal es tan popular como el psiquiatra. Y de todos modos, el Ministerio de Hacienda, con bastante sacrificio ,en dinero y personal, lleva ya dos a?os poniendo a disposici¨®n del contribuyente un eficaz conjunto de informadores que no le cuesta al consultante ni una peseta.
Inducir a la defraudaci¨®n
Tampoco parece estar muy al corriente del personal inspector. Los funcionarios qu¨¦, seg¨²n ¨¦l, deben comprobar los cinco millones de declaraciones que los ?ineptos mentores de la reforma? les han echado encima no son mil, sino 3.000, contando con los subinspectores de reciente creaci¨®n, aunque para el caso es lo mismo, y la que ni en nuestro pa¨ªs ni en ninguno se intenta nunca comprobar el total de declaraciones recibidas cada a?o. Siguiendo diversos sistemas de selecci¨®n, se verifica, solamente una muestra representativa del conjunto nacional. Finalmente, el articulista, como pontifex maximus de la inform¨¢tica, decreta que ?el ordenador no comprueba nada?. Se refiere, claro est¨¢, al conjunto de datos que de todos los impuestos y provincias afluyen al Centro de Proceso de Datos del Ministerio de Hacienda. Ser¨ªal amentable que los inexpertos contribuyentes que se guiaran por la informaci¨®n fiscal de El AIc¨¢zar tuvieran que sufrir en su propio dinero el menosprecio a la capacidad comprobadora de este centro, porque a ¨¦l van a parar todos los sueldos y emolumentos que son objeto de retenci¨®n por el pagador, los datos sobre fincas urbanas y r¨²sticas, los dividendos e intereses percibidos, todos los con tratos de actos jur¨ªdicos que pasan por las abogac¨ªas del Estado, las adquisiciones y ventas de valores, los cargos en consejos de administraci¨®n, etc¨¦tera, y el denostado ordenador, pese a lo que diga el tal diario, s¨ª que comprueba si el que present¨® declaraci¨®n en el a?o anterior no lo ha hecho en el actual, si omiti¨® hacerlo estando obligado por sus ingresos o si cometi¨® errores en las operaciones de c¨¢lculo. Claro que la inform¨¢tica no es infalible. Como producto humano, est¨¢ sujeta a errores. La posesi¨®n de la verdad absoluta s¨®lo es patrimonio de ciertos partidos de ultraderecha.En realidad, el art¨ªculo que comentamos est¨¢ muy lejos de pretender una simple cr¨ªtica del actual sistema fiscal. Se trata m¨¢s bien de una inducci¨®n al incumplimiento de las obligaciones tributar¨ªas. El menosprecio de la capacidad comprobadora del Ministerio de Hacienda tiende a llevar al ¨¢nimo del contribuyente la impunidad en la defraudaci¨®n; es un ofensivo sarc¨¢smo hacia los ciudadanos que pagan sus impuestos cu¨¢ndo a?ade que figurar en las listas de defraudadores no es ninguna deshonra, y es una injuria hacia el Gobierno al puntualizar que solamente lo ser¨ªa ?de estar los fondos p¨²blicos manejados por otras personas y con otros fines?.
Apolog¨ªa de conductas antisociales
El meollo de la cuesti¨®n es que el articulista autor de estos desatinos afirma que ?Espa?a dej¨® de ser un Estado de Derecho al llegar esta democracia?, de donde debe inferirse que era en tiempos del franquismo cuando goz¨¢bamos de tal cualidad. Sin entrar en valoraciones pol¨ªticas -debe confundir Estado de Derecho con Estado de derecha-, en el puro terreno tributario, nos encontramos con que, en aquellos tiempos, el sistema fiscal, con un fuerte predominio de los impuestos indirectos, era antisocial y regresivo. En 1969, por ejemplo, la recaudaci¨®n, expresada en millones de pesetas, fue de 72.313 en impuestos directos, y 154.881, en indirectos. O sea, de cada cien pesetas recaudadas, el 68,18% eran satisfechas de forma indiscriminada y sin relaci¨®n con la capacidad adquisitiva por la mayor parte de la poblaci¨®n. Era f¨¢cil, por consiguiente, renunciar a medidas fiscales que gravaran los altos ingresos personales. As¨ª, pod¨ªa suprimirse a?os atr¨¢s la figura fiscal de los ?incrementos no justificados de patrimonio?, arma con la que se hab¨ªa golpeado duramente a los que declaraban rentas inferiores a las que de sus inversiones pod¨ªan deducirse, o ser reiteradamente rechazados en las Cortes franquistas los proyectos de Navarro Rubio de un gravamen sobre los beneficios de la especulaci¨®n inmobiliaria y del suelo. Hoy, con esta reforma fiscal, calificada por el articulista a que nos referimos de ?inoportuna, antisocial, antiecon¨®mica y odiosa?, los impuestos directos han sobrepasado a los indirectos por primera vez en nuestra historia fiscal, alcanzando un 51,30% del total recaudado.
La horda trashumante de la Edad de Piedra
Nos encontramos, para terminar, con una variante de la apolog¨ªa del terrorismo. El art¨ªculo en cuesti¨®n induce a la destrucci¨®n del Estado si no por el atentado mortal, s¨ª por el incumplimiento de las obligaciones c¨ªvicas. Con el pretexto de que los caudales p¨²blicos se emplean de forma indigna -l¨¦ase de forma distinta a la que desear¨ªa una muy reducida minor¨ªa pol¨ªtica-, se alienta la de fraudaci¨®n fiscal. Del mismo modo, y en la medida en que otros servicios y estamentos p¨²blicos no fueran del agrado de esta minor¨ªa, podr¨ªan propugnar el no respetar los sem¨¢foros, el desobedecer a los agentes de la autoridad, el tirar las basuras a la calle, el no pagar el autob¨²s o cualquier otra cosa por el estilo. En resumen, incumplir todo aquello que d¨ªferencia a un Estado moderno de una horda trashumante de la Edad de Piedra. Y uno se pregunta si en estos tiempos, en que tanto se legisla sobre el terrorismo, no habr¨ªa tambi¨¦n que legislar sobre las apolog¨ªas de las conductas antisociales.
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