La ¨®pera convencional
Horacio Rodr¨ªguez de Arag¨®n ha dirigido Luc¨ªa corri¨® si. fuera una ¨®pera. Hace ya alg¨²n liempo que los directores de escena se esfuerzan en adaptar las ¨®peras a ciertos adelantos t¨¦cnicos y de concepto del teatro: es decir, a que no sean un teatro inm¨®vil, convencional, dominado por la m¨²sica y por el mito de las grandes voces.No quiero decir con esto que la direcci¨®n de la Luc¨ªa de anoche fuera simplemente antigua, ignorante de lo que se est¨¢ haciendo y de las corrientes nuevas, sino aloo un poco m¨¢s all¨¢: da la sensaci¨®n de que ha elegido la f¨®rmula de que su direcci¨®n fuera convencional, y de poner una ¨®pera en escena con todas las consecuencias, algo deliherado. una forma de reacci¨®n o de protesta. o simplemente de una est¨¦tica propia. La intenci¨®n est¨¢ a veces tan subravada como en el sexteto concertante hacia el final del primer acto: cambian las luces exclusivamente para ¨¦l, y se canta en una inmovilidad absoluta.
Hay dos o tres cosas espeluznantes een Luc¨ªa de Lammermoor. No espeluznan. Ni siquiera a losotros personajes que est¨¢n en escena, como plastificados o petrificados, con esa soberbia indiferencia que ten¨ªan los coros por los problemas de las primeras partes, a las que contemplan, aburridos y distra¨ªdos con otras cosas, asesinar, enloquecer o suicidarse.
Convengamos que la Luc¨ªa de Donizetti supone ya una dulce transformaci¨®n con el mundo brumoso y espectral de Walter Scott, que escrib¨ªa transido por el ro,manticismo alem¨¢n y por la ira que le ven¨ªa de su repulsa a la revoluci¨®n francesa. Todo el horror, transido del esp¨ªritu de la luz mediterr¨¢nea italiana (que es otra forma distinta de entender el melodrama), en el libreto de Cammarano y en la partitura de Donizetti era mucho m¨¢s soportable.
Donizetti era, en el fondo, un gran juget¨®n. y hasta en la inspiraci¨®n tr¨¢gica ten¨ªa una suavidad alegre una vocaci¨®n de ¨®pera comique que luego le saldr¨ªa a flote.
Probablemente por todas estas razones. Horacio Rodriguez de Arag¨®n ha elegido lo m¨¢s convencional de entre lo convencional. Los coros colocados por orden de voces, sujetos y tranquilos: la simetr¨ªa para que las primeras partes tengan derecho al centro de la escena: el decorado de vuen cart¨®n piedra, pesado y r¨ªgido hasta ciando tiene que simular la movilidad misteriosa del bosque nucturno conalgunos toques de humo; no, claro, demasiados, para que no entren en la garganta de los cantantes y La echen a perder- Las primeras partes, a su vez, no se esforzaron demasiado en la teatralidad, ni siquiera la esbelta y ¨¢gil Patricia Wise, en una ocasi¨®n. tan. espectacular como la de la famosa escena de la locura. Ten¨ªan otro tesoro que derrochar.
Todo estaba al servicio de lasvoces. Hab¨ªa un gran reparto, y el director de escenasab¨ªa, o supon¨ªa, o quer¨ªa producir el efecto de que toda la teatralidad de Luc¨ªa de Lammemnoor se contuviese para que ese reparto, simplemente, cantara y fuera escuchado.
Es una f¨®rmula. La eligi¨® y la llev¨® hasta el final.
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