El estandarte del "Sinpecado" aglutina a quienes realizan el trayecto a pie
Al frente de la comitiva avanza el Sinpecado, le siguen o le preceden inmediatamente los peregrinos que han hecho promesa de recorrer el camino a pie. Entre ellos van Carmen y Bel¨¦n Ord¨®?ez. Detr¨¢s vienen las carretas engalanadas de vivos colores -fusias, verdes, rosas, azules- sobre tonos blancos, y m¨¢s detr¨¢s, camiones y remolques tambi¨¦n engalanados. Entre los pinos pasan raudos los jinetes y los peque?os carruajes: charret, manolas, faetones vis-¨¢-vis, jardineras, etc¨¦tera.En un charret pasa bien acompa?ado el padre Moreno y se pierde a lo lejos con la sotana de un negro reluciente. A lo largo del d¨ªa cruzar¨¢ una y otra vez por delante de la carroza del Sinpecado en distintos carruajes, y siempre con buenas compa?¨ªas, pero poco a poco el negro de su sotana se va apagando con el polvo del camino. A la ca¨ªda de la tarde, el padre Moreno parece m¨¢s bien un misionero comboniano de regreso a la misi¨®n o el mismo Papa de Roma: su sotana se ha vuelto blanca, y no es un milagro de la Reina de las Marismas.
Momentos de emoci¨®n
El momento m¨¢s emocionante para las carretas que van al Roc¨ªo desde el Aljarafe o la parte alta de las marismas del Guadalquivir es el paso del Quema en el r¨ªo Guadiamar. La emoci¨®n proviene de las dificultades que presenta la profundidad de las aguas, que en ocasiones llega a cubrir casi por entero a los bueyes. Este a?o la emoci¨®n era otra: hab¨ªa que evitar a toda costa que las bestias bebieran el agua hedionda que arrastraba la mermada corriente.
Sobrevino el accidente. Una hermosa carreta de blanco y fusia, arrastrada por una mula, volc¨® en medio del cauce, y el animal estuvo durante minutos tragando las aguas fangosas. Los expertos le auguraron complicaciones. Siempre quedar¨¢ la duda de si fue un accidente o un intento de suicidio, por parte de la bestia, porqu¨¦ lo peor que se puede ser en el Roc¨ªo es animal de carga.
Una gran ovaci¨®n estall¨® cuando el Sinpecado gan¨® la orilla contraria. Sonaron m¨¢s fuertes las sevillanas. Y de nuevo a andar, que el trayecto es largo, siguiendo siempre la consigna del buen romero: ?Hay un alto en el camino / una guitarra y un cante, / una copita de vino / y un revuelo de volantes?. Nada mejor que la letra de estas sevillanas para descubrir lo que es la parte agradable del camino del Roc¨ªo.
Cuando cae la tarde y se reza el rosario, las caras de los romeros reflejan las muchas horas de andadura bajo el sol justiciero de junio. Los vivos colores de los trajes se han ido apagando con el polvo, y el grupo, uniformado por una l¨¢mina arenosa que no se han llevado los que van delante, parece un ej¨¦rcito en fuga que implora piedad al Todopoderoso. Las sevillanas, el fino y la puesta del Sol dan a los romeros fuerza para alcanzar ya en plena noche la parada previa a la entrada en el Roc¨ªo.
Espect¨¢culo sobrecogedor
En Villamanrique de la Condesa, el espect¨¢culo nocturno es sobrecogedor. Van llegando las hermandades. Los Sinpecado iluminados entran arropados en la m¨²sica del tamborilero y en los c¨¢nticos de los romeros. Una blanca nube de polvo los envuelve a todos. Se van instalando las hermandades en torno a sus respectivos Sitipecado cuya carroza permanecer¨¢ iluminada durante toda la noche. Se multiplican las hogueras en el suelo, mientras el cielo se ilumina de cohetes, que anuncian la llegada a su punto de destino de otras hermandades. La luna incipiente se asoma a las hogueras. Por fin, el aire tibio alivia los rostros abrasados. A medianoche, el eterno contraste de esta romer¨ªa: mientras la hermandad de Los Palacios reza un rosario, unos pasos m¨¢s all¨¢ mozos v mozas de Villamanrique de la Condesa cantan al amor fugaz: ?Si alg¨²n d¨ªa me enamoro, / me desenamorar¨¦ / para sentir la alegr¨ªa / de enamorarme otra vez?. Entre cantos y bailes llega el amanecer: es la hora de entrar en el Roc¨ªo.
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