El Roc¨ªo, el acontecimiento m¨¢s popular, masivo y pol¨¦mico de Andaluc¨ªa
La peque?a aldea de El Roc¨ªo vuelve a ser hoy, como viene sucediendo desde hace varias d¨¦cadas, el coraz¨®n de Andaluc¨ªa. Cientos de miles de personas, se calculan por encima del medio mill¨®n, est¨¢n viviendo, cada uno a su manera, la romer¨ªa del Roc¨ªo, convertida sin duda en el fen¨®meno religioso-dionis¨ªaco m¨¢s popular, masivo y pol¨¦mico de cuantos se prodigan en Andaluc¨ªa. Al grito de ??Viva la reina de las Marismas!? la gente se postra de rodillas para rezar, se arranca por sevillanas y corre el vino con generosidad, tal como si brotara de un manantial secreto descorchado por gracia y confidencia de la madre de Dios. Peregrinaci¨®n, rezos, cantes, bailes, vino, alegr¨ªa, amor, insomnio, sed y arena, gente humilde, se?oritos y mariquitas, de todo hay en el Roc¨ªo.
Los rocieros, entendiendo por tales a los que, bien encarrilados en alguna de las sesenta hermandades en estos momentos, o bien por libre, hacen, por marismas y veredas, el camino que lleva al Roc¨ªo, reciben con enorme prevenci¨®n a los periodistas que este a?o siguen sus, pasos, entre los que predominan, curiosamente, los extranjeros.La pol¨¦mica siempre latente, sobre todo la causa del protagonismo que se suele atribuir al se?orito y al mariquita en estas romer¨ªa, est¨¢ avivada por la pel¨ªcula Roc¨ªo, producida por Pineda y objeto de secuestro judicial, y por la novela de Alfonso Grosso Con flores a Mar¨ªa. Ni una ni otra han gustado a los rocieros. Al entrar en contacto con el periodista, lo primero que le sueltan es un ?a ver qu¨¦ cuentas?, y no faltan los que, convencidos de la autenticidad de su romer¨ªa, se conforman con pedir que se cuente ni m¨¢s ni menos que lo que se vea.
Acaso, lo primero que llama la atenci¨®n es la presencia del se?orito, porque ¨¦l se cuida muy bien de hacerse notar. Montado en potro brioso, traje campero, sombrero de ala ancha que corta el cielo un poco al bies, el se?orito mete espuelas y el animal brinca, relincha y escupe arena con los cascos. Una escena m¨¢s bien poco discreta. ?C¨®mo no va a ser llamativa su presencia si, adem¨¢s, a la grupa de la jaca luce, entre volantes de colores, una belleza morena, torrada por otros soles distintos del que aqu¨ª calienta?
Ambig¨¹edad
Tampoco es f¨¢cil que pase desapercibida la presencia de mariquitas, que por algo est¨¢n en su romer¨ªa preferida. Hay componentes rocieros que predisponen a la ambig¨¹edad. Se grita sin mesura ? ?Viva la reina de las Marismas! ? y se dan vivas a la Blanca Paloma y m¨¢s de uno, creyendo que va por ¨¦l, dibuja una t¨ªmida ca¨ªda de p¨¢rpados y una p¨ªcara sonrisa cada vez que oye semejantes invocaciones.
Sin embargo, el se?orito apenas pone en esta romer¨ªa poco m¨¢s que su caballo y su estampa altiva, cuando el ala de su sombrero roza los alcornoques y los olivos. La gran fiesta del Roc¨ªo la hace el pueblo llano. Un potentado ganadero sevillano, Juan Guardiola, aconsejaba as¨ª a este periodista, hac¨ªa el camino con la Hermandad de Triana, en la que se da posiblemente una de las mayores concentraciones de supuestos se?oritos: "No vaya usted siempre delante de la carreta si quiere descubrir el sentimiento profundo de lo que es esta romer¨ªa; m¨¦zclese con los que van detr¨¢s?. Los que van delante y los que van detr¨¢s de la carreta que porta el Sinpecado -estandarte con la efigie de la Virgen del Roc¨ªo- puede ser una definici¨®n adecuada para diferenciar a unos y otros rocieros. Los que van delante van a caballo; los que van detr¨¢s van a pie; los que van delante levantan polvo; los que van detr¨¢s, lo tragan, los que van delante, abrevian con el galope de su jaca los trayectos en los que el sol cae implacable; los que van detr¨¢s soportan ese sol abrasador al paso cansino de los bueyes.
Esta distinci¨®n, sin embargo, no crea tensi¨®n alguna. Puede que el que va a caballo compadezca al que va a pie, pero tambi¨¦n puede suceder que el que va a pie compadezca al que va en caballo o en charret, el carro rociero por excelencia, dada su movilidad en los caminos arenosos. Todos felices, por tanto. Cuando corre el vino unas veces va de adelante atr¨¢s y otras a la inversa. Cuando se cantan sevillanas, los de a pie ponen el baile, y los montados, las palmas. Nadie regatea en ganas de diversi¨®n. Posiblemente se regatee en sentimiento religioso, que se hace m¨¢s evidente entre los que, van pegados a la carreta que porta el Sinpecado.
El momento m¨¢s espectacular del Roc¨ªo se produce en la ma?ana del lunes, cuando los almonte?os irrumpen a las bravas en la ermita para pasear, en una aut¨¦ntica pelea, la imagen de la Virgen por las calles de la aldea Pero los rocieros de toda la vida, que no niegan la emoci¨®n de ese momento, afirman que la autenticidad rociera est¨¢ en el camino: ?Se hace Roc¨ªo al andar?, afirma Jorge Rowe, ex jugador del Sevilla y rociero militante en la Hermandad de Triana.
El camino es duro y bello, ya sea por las marismas ya sea por el campo. Todos los caminos de la Baja Andaluc¨ªa en estas fechas llevan al Roc¨ªo y por ello se echan a andar las hermandades la semana anterior al domingo de Pentecost¨¦s. Desde la raya con Portugal, desde las marismas y desde el Aljarafe sevillano -la meseta situada al oeste del Guadalquivir- se, va estrechando el cerco d¨ªa a d¨ªa en torno a la aldea de El Roc¨ªo. La noche del viernes al s¨¢bado, hay un horizonte de hogueras a pocos kil¨®metros ya de la ermita: los peregrinos esperan que amanezca para atacar la ¨²ltima parte del camino y consumar una ilusi¨®n que los rocieros vienen alimentando desde el mismo d¨ªa en que el a?o anterior emprendieron el regreso a casa.
Mas no es c¨®modo y f¨¢cil llegar hasta esta parada previa a la entrada en el Real del Roc¨ªo. Este a?o, la sequ¨ªa y el calor implacable han complicado especialmente la marcha de los romeros. Los alcaldes de carreta, organizadores de las comitivas, y los hermanos mayores de las hermandades, han tenido que cuidar la log¨ªstica por las dificultades. para encontrar agua para los bueyes y dem¨¢s ganado que transportan las carretas.
Acopio de fino
Para los humanos, ?bendita sequ¨ªa! A falta de agua, se increment¨® el acopio de fino; todo est¨¢ previsto para ir reponiendo a lo largo del camino el hielo que le da el punto al caldo preferido de esta tierra. Se puede afirmar que es m¨¢s f¨¢cil morir de intoxicaci¨®n et¨ªlica que de sed. La verticalidad peligra sobremanera. Aqu¨ª cada vacilaci¨®n es una claudicaci¨®n y cada vez que se baja la guardia el buchito de fino es inevitable. Y el peligro acecha desde muy temprano, como bien sabe un hermano de M¨¢ximo Valverde, conocido por El M¨ªnimo, a quien le correspondi¨® el viernes, cuando daban las del alba, el honor de convocar a golpe de campanilla a los hermanos de Triana, que dorm¨ªan en el interior de las carretas. Cada carreta, un trago. Y al final del recorrido hubo que cambiar de monaguillo.
El d¨ªa comienza para el rociero con el toque de alba por parte del tamborilero y, poco despu¨¦s, con la misa. Se deja un tiempo intermedio para el aseo personal y para que los criados, cuando los hay, desperecen a las bestias. El aseo personal puede consistir en un lavado de cara al modo gatuno o en una ducha de agua fr¨ªa: depende del montaje particular de cada cual. Se filtra la primera luz por las copas de los pinos y se multiplican por doquier escenas de campamento gitano. Los relinchos de los caballos
Rezos, bailes, ricos y pobres, de todo hay en la peregrinaci¨®n
y las mulas, el olor a bestia y a hoguera contribuyen a crear el espejismo. Pero no: ese que aparece mir¨¢ndose de medio lado con la cara enjabonada en el espejo, que soporta pacientemente un sufrido servidor, no es, evidentemente, un gitano: es, a buen seguro, un t¨ªtulo nobiliario.La misa en la Hermandad de Triana la dice el padre Moreno, de rigurosa sotana, en torno a la rica y barroca carreta del Sinpecado. Luce espl¨¦ndida con la primera luz de la ma?ana esta joya valorada en veinte millones de pesetas s¨®lo por el peso de la plata, sin contar las joyas engarzadas en el estandarte ni el trabajo de los orfebres. En la consagraci¨®n, el tamborilero entona el himno nacional ayudado de la flauta, mientras los caballeros hincan la rodilla en tierra al uso cazador. A las mujeres, bellas de volantes y llamativos pendientes, les cabe el privilegio de permanecer cubiertas durante la celebraci¨®n.
En torno al grupo hierven las cafeteras en los fuegos, ascienden columnas de vapor hacia las copas de los pinos y un efluvio de caf¨¦ penetra en los est¨®magos castigados por los olorosos consumidos la noche anterior. Es un momento nescaf¨¦. En la comuni¨®n se cantan sevillanas y algunos comulgantes se acercan a la carreta, se postran de rodillas y descargan, apoyando la cabeza en las enormes ruedas, el peso de sus interioridades. Acaba la misa. Caf¨¦ para todos y el tamborilero da el toque de uncir -u?ir, dicen ellos- y a continuaci¨®n de nuevo el himno nacional indica que es la hora de partir.
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