El consumo suntuario: una de las mayores fuentes de recaudaci¨®n para el Ministerio de Hacienda

El lujo ha existido de toda la vida y cuando la afici¨®n al consumo de lo superfluo pas¨® a niveles desorbitados aparecieron las primeras leyes para controlar su uso y abuso, que derivaron en impuestos para contribuir a engrosar las arcas de Hacienda. En estos tiempos de crisis, los impuestos indirectos descontentan tanto a productores como a consumidores, pero el nuevo proyecto de reforma tributar¨ªa no s¨®lo no disminuye el impuesto suntuario, sino que piensa aumentarlo a un 22%, como m¨ªnimo.

Si nos atenemos a la definici¨®n que la ley hace sobre el consumo suntuario, lo compondr¨ªan ?aquellos art¨ªculos, objetos o servicios de simple ostentaci¨®n, recreo, ornato o lujo, que se consideran consumos superfluos?, es decir, aquellos art¨ªculos a los que hasta ahora s¨®lo ten¨ªan acceso las clases dirigentes; en definitiva, las clases gobernantes, que fueron precisamente las encargadas de legislar este uso de consumos suntuarios con el fin de atajarlo, moderarlo o simplemente mantenerlo dentro de una misma clase social.Sin embargo, el concepto de suntuario, as¨ª como sus beneficiario ha cambiado: enormente atrav¨¦s de la historia. Hoy, el lujo se ha traspasado al campo de las comodidades, y dentro de este campo entrar¨ªa la superabundancia de servicios, por un lado, y por otro, el uso de objetos dedicados ¨²nica y exclusivamente a recreo. En cuanto a la posesi¨®n de objetos de valor, en los momentos de crisis que vivimos. ha pasado a ser m¨¢s una inversi¨®n econ¨®mica a largo plazo que un objeto de consumo. Quiz¨¢ en este ¨²ltimo caso el consumo est¨¦ comprendido en una misma clase social, en los dos primeros, en cambio, los servicios y los art¨ªculos de recreo han llegado a ser populares debido al mayor poder adquisitivo de la poblaci¨®n.

Dentro del proceso hist¨®rico del que se hablaba m¨¢s arriba han dejado de conceptuarse como lujo muchos consumos que en otros tiempos eran considerados como una aut¨¦ntica suntuosidad. Por ejemplo, se consider¨® un lujo el que la reina Isabel la Cat¨®lica tuviera dos camisas de tela y hasta fue criticada por haber llevado un vestido de seda con tres marcos de oro -?el m¨¢s sencillo que pudo- durante una recepci¨®n que le dieron en Zaragoza.

M¨¢s tarde se consider¨® como lujo la posesi¨®n de medias de seda y m¨¢s recientemente las de nailon. Lo mismo ha sucedido con la posesi¨®n de aparatos de radio, el az¨²car o el caf¨¦, elementos que hoy se consideran como imprescindibles y de uso general.

En cualquier caso, el lujo ha existido siempre y de manera desorbitada si miramos hacia atr¨¢s. En el antiguo imperio persa, en Egipto o en Roma se encuentran ejemplos de verdadero derroche de lujo y suntuosidad. Famoso fue el ejemplo del emperador Heliog¨¢balo, que cubr¨ªa, seg¨²n cuentan las cr¨®nicas de la ¨¦poca, sus habitaciones con tela de oro y hac¨ªa cubrir el paso hasta su carro con polvo de oro. Sus vasos eran tambi¨¦n de oro y no deb¨ªan servir m¨¢s que para una vez, y en cuanto a los festines s¨®lo se serv¨ªan lenguas de pavos reales y ruise?ores y en las sopas se encontraban perlas aut¨¦nticas.

Y fue precisamente en Roma donde empezaron a ponerse en pr¨¢ctica las primeras leyes para controlar estos usos, sobre todo los gastos excesivos en los funerales. En Espa?a, durante los reinados de Carlos V a Carlos III se promulgaron varias leyes program¨¢ticas por las que se prohib¨ªan los trajes, vestidos o calzados de oro y plata, as¨ª como los despachos, muebles o escritorios adornados con esos metales preciosos, y no se permit¨ªa poseer m¨¢s de cuatro servidores varones. Las infracciones se castigaban con el comiso de los g¨¦neros y con una multa que, normalmente, se destinaba a obras piadosas. Por otro lado, a los sastres, ebanistas o zapateros que hubieran participado en el montaje de dichos objetos suntuarios se les castigaba con prisi¨®n o con el destierro, seg¨²n los casos.

Inglaterra y Francia fueron las primeras naciones que pusieron en pr¨¢ctica los impuestos sobre el lujo. En Inglaterra se concret¨® en el servicio dom¨¦stico a cargo de los varones, mientras que en Francia los primeros impuestos recayeron sobre la posesi¨®n de caballos, los clubes y espect¨¢culos y, m¨¢s modernamente, sobre los autom¨®viles.

En Espa?a el impuesto sobre el lujo, como tal, recogido en las leyes tributarias, data de 1926, y fue precisamente el entonces ministro de Hacienda, Calvo Sotelo, quien se lo propuso al rey Alfonso XIII. En su exposici¨®n se dice que la naturaleza de este nuevo impuesto tiene una doble finalidad, la fiscal y la social. Sin embargo, este impuesto tuvo una vida corta y en 1932 pas¨® a englobar una parte de la ley del Timbre, dentro del apartado ?Timbre de lujo?.

El "subsidio al combatiente"

Sin embargo, el verdadero origen del actual impuesto sobre consumos de lujo lo constituye el llamado ?subsidio al combatiente?, y m¨¢s tarde, al ex combatiente.

Este subsidio naci¨® como consecuencia de la prolongaci¨®n de la guerra civil, con el solo fin de ayudar en un principio a las familias de los combatientes del Ej¨¦rcito regular. Se constituy¨® como un gravamen sobre de terminadas, formas de consun, que entonces se estimaban superfluas, tales como la venta de tabaco, los billetes de entrada a los espect¨¢culos p¨²blicos, las consumiciones en bares, caf¨¦s o restaurantes y los art¨ªculos de perfumer¨ªa. Finalizada la guerra, este impuesto sigui¨® funcionando, pero con el nombre de ?subsidio al ex combatiente?, que m¨¢s tarde formar¨ªa parte de la contribuci¨®n de usos y consumos, donde se integraron otros impuestos vigentes hasta entonces, como el del ?plato ¨²nico?, que era un gravamen de tipo dom¨¦stico. La primera ley donde ya se recoge el impuesto sobre consumos de lujo se promulg¨® en 1942, que luego sufrir¨ªa diversas reformas. En esta primera ley se gravaron algunos art¨ªculos, como los hilados, tejidos, sombreros y calzados, mientras que se suprime el ep¨ªgrafe de marroquiner¨ªa, convirti¨¦ndolo en un impuesto general sobre la piel.

Desde entonces hasta ahora han desaparecido, por obra de las distintas reformas tributarlas y leyes, art¨ªculos que sufr¨ªan el l¨ªnpuesto indirecto del lujo. Este es el caso de las bicicletas, la marroquiner¨ªa, los art¨ªculos de viaje y de los juguetes, que ha sido el ¨²ltimo que se ha quitado. Otro impuesto que ha desaparecido es el de radio y televisi¨®n, en el que se cobraban quinientas pesetas anuales por un televisor de m¨¢s de 43 cent¨ªmetros de pantalla y cien por un transistor.

En la actualidad, el consumo suntuario se ha quedado reducido a las joyas las pieles, los equipos de sonido, las antig¨¹edades, los equipos de navegaci¨®n, las armas y poco m¨¢s. A pesar de ello, la ley va por detr¨¢s de la realidad y se siguen gravando los electrodom¨¦sticos, que son parte del consumo popular, y los coches utilitarios. Si bien es cierto que, desde el punto de vista del Ministerio de Hacienda, los art¨ªculos m¨¢s rentables para ellos son precisamente los de consumo m¨¢s popular y general, como el tabaco y las bebidas alcoh¨®licas, mientras que con los art¨ªculos propiamente suntuarios pierden dinero, aunque gravar ni unos ni otros.

Si observamos el cuadro 1 veremos que en el a?o 1979 Hacienda recaud¨® mucho m¨¢s que en 1980, por ejemplo, en la gasolina supercarburante, en instrumentos musicales, en joyer¨ªa y en bebidas alcoh¨®licas, mientras que los dos grandes grupos de tabacos y accesorios de autom¨®viles pr¨¢cticamente est¨¢n igualados.

Pese al malestar, en el nuevo proyecto de reforma tributar¨ªa, seg¨²n el cual Espa?a adoptar¨¢ el impuesto del valor a?adido, el impuesto suntuario no s¨®lo no va a desaparecer, sino que va a aumentarse a un 22% y hasta puede que llegue a un 30%. Seg¨²n este proyecto, estar¨¢n marcados por este impuesto los veh¨ªculos con motor mec¨¢nico, sus accesorios y remolques; las embarcaciones de recreo y de deportes n¨¢uticos con m¨¢s de seis metros de eslora (el sector ha hecho una petici¨®n al ministro de que se ampl¨ªe a siete); los aviones y avionetas, las escopetas y dem¨¢s armas de fuego, as¨ª como sus accesorios; las joyas, los aparatos de reproducci¨®n de sonido, las alfombras de nudo confeccionadas manualmente, las prendas de vestir confeccionadas con pieles, la alta costura, los productos de perfumer¨ªa, las bebidas alcoh¨®licas con graduaci¨®n superior a tres grados centesimales y cuyo precio de venta al p¨²blico exceda de. trescientas pesetas/litro y, por ¨²ltimo, las conservas de caviar, salm¨®n, crust¨¢ceos y pat¨¦s.

En Europa

En los pa¨ªses del Mercado Com¨²n, el impuesto indirecto sobre consumos suntuarios ha desaparecido en Alemania, Dinamarca, Luxemburgo,y Holanda, y s¨®lo existe el impuesto normal sobre la renta, donde se declaran las ganancias y los gastos anuales. Para muchos, este sistema tributario es el m¨¢s aunque no cabe duda que pertenece auna sociedad m¨¢s desarrollada que la nuestra. En otros pa¨ªses, como B¨¦lgica, Francia, Irlanda e Italia, se sigue cobrando una tasa suaperior en los objtos suntuarios, que oscila entre el 25% y el 35%, llegando al 40% en Irlanda.