Urge la reforma de la Guardia Civil
?Hay cari?os que matan?, declaraba una destacada personalidad militar en relaci¨®n con las interesadas defensas de la Guardia Civil asumidas por gentes de la significaci¨®n de Juan Garc¨ªa Carr¨¦s, Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco o Blas Pi?ar P¨¦rez, en medio de un fuerte olor de aclamaciones al reincidente sedicioso Tejero.Hay homenajes y adhesiones que no deben recibirse. Es necesario ser muy estricto en el an¨¢lisis de su procedencia, a veces interesada, en busca de propia cobertura para conquistar o prorrogar inmunidades.
Las autoridades de la Guardia Civil, otras veces tan celosas, se han dejad o arrullar por cam pa?as como la orquestada hace meses de la mano de Juan Garc¨ªa Carr¨¦s, en busca de firmas para presIrvar el car¨¢cter militar del Instituto, supuestamente amenazado. Arrinconarse junto a los elementos m¨¢s ultras de la socie dad espa?ola aceptando este tipo de actividades, homenajes y defensas es el peor camino para reinsertar a la Guardia, Civil en el alcto de toda la nadi¨®n, seg¨²n estiman muchos de los mejores mandos del cuerpo.
Alg¨²n d¨ªa habr¨¢ que evaluar el efecto incitador con que algunos pol¨ªticos de la derecha se han dirigido hacia estos hombres. As¨ª, por ejemplo, cuando el l¨ªder de Alianza Popular, Manuel Fraga lribarne, vocifera que cualquier teniente de la Guardia Civil sabe c¨®mo terminar con el terrorismo insinuando procedimientos como la ley de fugas.
La urgente reforma que la Guardia Civil reclama debe apoyarse sobre sus m¨¢s nobles tradiciones. Un vistazo al regla mento para el servicio resulta es clarecedor desde su art¨ªculo 1?: ?El honor ha de ser la principal divisa: del guardia civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido, no se recobra jam¨¢s?.
Los oportunistas valedores de reparaciones debidas a la Guardia Civil deber¨ªan releer tambi¨¦n el art¨ªculo 2? de ese mismo texto: ?El mayor prestigio y fuerza moral del cuerpo es su primer elemento, y asegurar la moralidad de sus individuos, la base fundamental de la existencia. de esta instituci¨®n?.
Es sobre estas bases, las que le son tradicionalmente propias, sobre las ¨²nicas que puede asentarse la inaplazable reforma que haga de la Guardia Civil un cuerpo rodeado del respeto y el cari?o de todos los ciudadanos y un instrumento de la m¨¢xima eficacia en el cumplimiento de las misiones que le competen como polic¨ªa rural, fiscal y de tr¨¢fico en todo el territorio nacional.
Ahora no deben tergiversarse los sucesos y las sospechas desencadenadas tras el asalto al Banco Central de Barcelona el s¨¢bado d¨ªa 23 de mayo. La verdad, aunque duela, repiten las publicaciones ultras. Pues aqu¨ª la verdad es que las sospechas de que entre los secuestradores hab¨ªa miembros de la Guardia Civil no fue infundida por alg¨²n manipulador infiltrado para sembrar el desprestigio. La verdad es que estas sospechas nacieron en los polic¨ªas que dirig¨ªan la operaci¨®n rescate a partir de determinados indicios, y entre quienes las consideraron abiertamente probables se encontraban los propios mandos del Instituto, con su director general a la cabeza.
Hubo una declaraci¨®n tajante del general Aramburu a su llegada a Barcelona precisamente con ocasi¨®n del secuestro: ?En el asalto al Banco Central?, dijo, ?no hay guardias civiles; al traspasar el umbral habr¨ªan dejado de serlo?. Alfonso Guerra, vicesecretario del PSOE, en la radio, y Jordi Sol¨¦ Tura, portavoz del grupo comunista, en el Congreso, pidieron correspondencia entre .esa afirmaci¨®n del general Aramburu y la continuidad en sus puestos de los guardias que fueron secuaces de Tejero en la intentona del 23-F. Todav¨ªa se espera una respuesta.
Un trato lleno de condescendencias hacia los golpistas; un clima de exaltaci¨®n de Tejero, del que se quiere edificar una figura m¨ªtica para el cuerpo parangonada a la del capit¨¢n Cort¨¦s en Santa Mar¨ªa de la Cabeza; un fuerte apego a los s¨ªmbolos y retratos del general Franco, que estuvo a punto de disolver el Instituto y que lo instrumentaliz¨® despu¨¦s, para sus particulares fines pol¨ªticos; una deficiente instrucci¨®n sobre los propios reglamentos y las nuevas ordenanzas, que obligan a conocer y cumplir exactamente los preceptos de la Constituci¨®n, un reflejo defensivo aislacionista que buscaen la doble dependencia de Defensa e Interior espacio para fabricarse una autonom¨ªa que la convierte en instrumento inmanejable, estos son algunos de los perfiles que erosionan la imagen de la Guardia Civil.
Un general que tuvo el mando de la Guardia Civil, y que fue clave para disuadir a Franco de sus prop¨®sitos disolventes, aplic¨® siempre con mano de hierro la m¨¢xima exigencia. Son recordadas sus expulsiones por telegrama cuando alg¨²n individuo del cuerpo que no ten¨ªa su plaza consolidada se hac¨ªa indigno del uniforme. Esa era su forma de defender el honor de la Guardia Civil. En un colectivo de 60.000 hombres puede darse el abuso o el incumplimiento, y entonces se imponen las medidas y personalizadas inmediatas para evitar que de ah¨ª se deduzca un perjuicio a la totalidad.
La exigencia del p¨²blico hacia la Guardia Civil es muy alta, y eso no es s¨ªntoma de discriminaci¨®n negativa, sino de aprecio. De la Guardia Civil tenemos derecho a esperar lo mejor y no nos mamos con menos. Quienes aspiran a convertirse en extra?os valedores y piensan conquistar su favor disimulando los fallos o propugnando el encubrimiento de quienes no se han comportado a la altura de sus reglamentos demuestran tener un concepto muy bajo del cuerpo al que halagara.
La reforma de la Guardia Civil es una necesidad sentida, en primer lugar, en sus propias filas. Va a requerir grandes dos¨ªs de coraje y profesionalidad y tendr¨¢ que acompasar el Instituto a las realidades nacidas de la soberan¨ªa popular, hacia la que tiene una tradici¨®n de respeto secular.
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