Nuestra asistencia psiqui¨¢trica en los ochenta, casi un desastre
Dentro del anacronismo y el caos que, en opini¨®n de numerosos expertos, define la asistencia psiqui¨¢trica que padecemos, todos los sectores implicados en ella, incluso la propia administraci¨®n sanitaria, reconocen el estado de subdesarrollo e inadecuaci¨®n del sector psiqui¨¢trico.Sin embargo, las necesidades de cuidados psiqui¨¢tricos de la comunidad son muy elevadas: seg¨²n estimaciones restrictivas, se puede afirmar que en la comunidad existen entre un 1,5% y un 2% de enfermos mentales graves, y que aproximadamente el 10% de la poblaci¨®n necesita de alg¨²n tipo de atenci¨®n psicol¨®gica. Muchos de los trastornos ps¨ªquicos se acompa?an de una situaci¨®n de minusval¨ªa psicosocial, generalmente transitoria, que en ocasiones se ve incrementada y se hace permanente por la inadecuaci¨®n de la asistencia prestada.
Los recursos actuales son inadecuados e insuficientes para hacer frente a la totalidad del problema. La asistencia p¨²blica en psiquiatr¨ªa est¨¢ basada casi exclusivamente en instituciones psiqui¨¢tricas cuya propia existencia no corresponde a los tiempos que vivimos, ni al grado de evoluci¨®n de la sociedad espa?ola, ni al de los conocimientos cient¨ªficos en materia de salud mental. Seg¨²n datos oficiales (1975), existen 42.858 camas de hospitales psiqui¨¢tricos. De ellas, el 55% perterece a las diputaciones provinciales; el 27%, a ¨®rdenes religiosas, y s¨®lo el 5%, a sanidad nacional. El 45% de las camas es de construcci¨®n anterior a 1900, a las que habr¨ªa que sumar, sin duda, el 24% clasificadas como de fecha desconocida (INE, 1966). Pero para su justa valoraci¨®n hay que tener en cuenta que el 80% de esas camas se ve permanentemente inmovilizado durante a?os por un mismo sujeto (el 84% en las 6.568 camas de Catalu?a).
Consultas ineficaces
Existe una profunda y real separaci¨®n entre los centros de asistencia psiqui¨¢trica existentes y las redes de asistencia sanitaria general. Las consultas de neuropsiquiatr¨ªa de los ambulatorios de la Seguridad Social, dado su ambiguo planteamiento, la sobrecarga de pacientes, la escasa dedicaci¨®n de los psiquiatras, y la ausencia de otros profesionales de la salud mental, resultan ineficaces y en ning¨²n caso pueden considerarse como integrantes de una red de asistencia psiqui¨¢trica extrahospitalaria.
Las acciones de tipo preventivo est¨¢n totalmente ausentes, incluso en la dimensi¨®n de la prevenci¨®n secundaria (detenci¨®n y tratamiento precoz), y ello es debido no s¨®lo a la inexistencia de servicios en la comunidad con responsabilidad sanitaria sobre ella, sino tambi¨¦n la falta de participaci¨®n de los m¨¦dicos generales en las tareas de asistencia psiqui¨¢trica y salud mental. Lo mismo se puede decir de los aspectos rehabilitadores y de los programas de educaci¨®n sanitaria de la poblaci¨®n en salud mental.
La escasez de recursos humanos cualificados, dif¨ªcil de precisar en el caso de los psiquiatras por su pluriempleo y desigual distribuci¨®n geogr¨¢fica, es notoria en cuanto se refiere a personal colaborador no m¨¦dico debidamente formado y se registra adem¨¢s la pr¨¢ctica ausencia de especialistas en planificaci¨®n, programaci¨®n y administraci¨®n en salud mental.
De todo lo anterior se puede concluir que, en realidad, no existe un aut¨¦ntico dispositivo de asistencia p¨²blica en psiquiatr¨ªa que satisfaga, mejor o peor, las necesidades de la poblaci¨®n, y lo que es peor: lo que hay establece una imagen deformada de lo que la asistencia psiqui¨¢trica deber¨ªa ser, condicionando negativamente su desarrollo.
Es dif¨ªcil pensar que la situaci¨®n actual pueda cambiar sin una actuaci¨®n pol¨ªtico-sanitaria que proceda desde el exterior de la propia organizaci¨®n asistencial. Los condicionamientos impuestos por la asistencia manicomial a los profesionales, a los pacientes, a las familias y a la sociedad en general son dif¨ªcilmente modificables desde dentro. La realidad es que todos los intentos llevados a cabo desde el hospital psiqui¨¢trico han acabado fracasando.
Dentro de las actitudes de marcado inmovilismo que caracterizan a la sociedad espa?ola, a la administraci¨®n sanitaria, a los poderes pol¨ªticos e, incluso, a los propios profesionales de la psiquiatr¨ªa, se ocultan factores e intereses muy diversos: desde la reticencia de la Administraci¨®n a asumir nuevas responsabilidades hasta el peso del sector privado en el modelo actual (el 27% de las camas de hospitales psiqui¨¢tricos son propiedad de ¨®rdenes religiosas, y la pr¨¢ctica privada de la psiquiatr¨ªa permanece floreciente aun en la crisis econ¨®mica actual.
Una de las cuestiones que dificulta la salida de este inmovilismo es la lucha del hospital psiqui¨¢trico por seguir manteniendo su papel protagonista, lucha que muchas veces se encubre bajo actitudes aparentemente progresistas y radicales que tienden a perpetuar la discriminaci¨®n y marginaci¨®n del enfermo.
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