Mitterrand pide a los franceses que ratifiquen su victoria en las elecciones legislativas
El presidente de la Rep¨²blica francesa, Fran?ois Mitterrand, intervino el martes en la campa?a electoral por las elecciones legislativas que se celebrar¨¢n los pr¨®ximos d¨ªas 14 y 21 del presente mes de junio. Fiel al ¨²nico lema electoral desarrollado por el Partido Socialista (PS) del que ¨¦l procede, Mitterrand solicit¨® de sus conciudadanos un voto que ratifique su victoria presidencial del pasado d¨ªa 10 de mayo. En v¨ªsperas ya de la primera ronda, la campa?a no ha superado el tono menor, y sin sobresaltos, con el que comenz¨® hace diez d¨ªas. Los socialistas, sin triunfalismos, pero favorecidos por la din¨¢mica de su ¨¦xito de hace un mes, est¨¢n convencidos de que la izquierda conseguir¨¢ una mayor¨ªa parlamentaria holgada.
La oposici¨®n presidencial, integrada por los chiraquianos y giscardianos, a pesar de su uni¨®n, fr¨¢gil y sin fe, s¨®lo dan se?ales de vida por boca del infatigable Jacques Chirac. Los sondeos no les favorecen, pero a¨²n acarician la esperanza de que los franceses, en estos com¨ªcios, rectifiquen el tiro a ¨²ltima hora.Al nuevo presidente socialista, Mitterrand, se le aprecia cada d¨ªa m¨¢s seguro y m¨¢s a gusto a caballo de ese poder, sin paralelo en Occidente, que le confiere la Constituci¨®n francesa. Algunos observadores ya prev¨¦n al hombre que se calific¨® como el enemigo n¨²mero uno de las instituciones de la V Rep¨²blica, convertido en un presidente que se aprovecha de esa ley constitucional como lo hicieron sus antecesores mon¨¢rquicos, el general Charles de Gaulle y Valery Giscard d'Estaing. El otro d¨ªa, en una conversaci¨®n con los periodistas, ¨¦l mismo lo reconoci¨®: ?Pues s¨ª, soy el patr¨®n. Las cosas son como son?.
Esa puede ser la diferencia, aparente al menos: patr¨®n y no monarca. Anteanoche, por ejemplo, intervino en la campa?a electoral, a pesar de ser el presidente de todos los franceses y no de un partido pol¨ªtico. La Constituci¨®n se lo permite.
Los otros tres presidentes anter¨ªores lo hab¨ªan hecho en ocasiones semejantes, pero con ventaja, es decir, apareciendo en las pantallas de televisi¨®n la v¨ªspera del voto, cuando nadie pod¨ªa responderles. Mitterrand pronunci¨® un breve discurso en la alcald¨ªa de Montelimar y ni tan siquiera recomend¨® lo que pod¨ªa ser el voto bueno, sino que manifest¨® su ?deseo de que el pa¨ªs me de los medios para realizar mi pol¨ªtica?.
Esa frase simple centra la significaci¨®n de los escrutinios de los dos domingos inmediatos. Mitterrand ha conquistado el Palacio del El¨ªseo (presidencia de la Rep¨²blica), consecuentemente, tambi¨¦n tiene derecho a Matignon (primer ministro), y ahora ha de asaltar la Asamblea Nacional. S¨®lo con una mayor¨ªa parlamentaria podr¨¢ llevar a la pr¨¢ctica su pol¨ªtica de cambio. Hasta la fecha ha decidido algunas medidas sociales susceptibles de ser aplicadas por decreto, pero las grandes transformaciones econ¨®micas y sociales deben ser aprobadas por medio de las leyes que el Gobierno presentar¨¢ ante los diputados.
Leves esperanzas de Chirac y Giscard
?Cu¨¢ntas son las posibilidades de que la mayor¨ªa presidencial que sali¨® de las urnas el pasado d¨ªa 10 de mayo se convierta en mayor¨ªa parlamentaria con motivo de los pr¨®ximos comicios legislativos? Te¨®ricamente, todas.Las esperanzas de triunfo de los chiraquistas y giscardianos parecen mucho m¨¢s ut¨®picas que reales, a juzgar por el clima mortecino de la campa?a, por los comentarios m¨¢s generales y, en definitiva, por el poco espacio que ha superado a las dos consultas. Los sondeos, a su vez, le anticipan a la izquierda porcentajes que oscilan entre el 52% y el 54%.
Entre el 10 de mayo ¨²ltimo y el pr¨®ximo domingo, d¨ªa de la primera ronda, el nuevo Gobierno no ha tenido tiempo de fracasar, ni de lo contrario. Por ello, el ¨²nico bar¨®metro posible de medida de las intenciones secretas de los franceses es el deseo de cambio de pol¨ªtica y de hombres que manifestaron a la hora de la consulta presidencial. Este argumento mantiene la euforia de los socialistas y contin¨²a alimentando la desmoralizaci¨®n de la derecha. La campa?a se ha convertido en una especie de reestreno de lo que fue la campa?a presidencial, pero con el agravante de que esta ¨²ltima ya fue sancionada por el electorado.
A pesar de sus esfuerzos aparentes, la antigua mayor¨ªa presidencial a¨²n no ha acabado de desperdigarse. Tras veintitr¨¦s a?os de poder, su perplejidad y despiste como oficiantes de la oposici¨®n semeja el esp¨¦jismo en el que a¨²n viven la inmensa mayor¨ªa de los ministros de Mitterrand, que en su vida hab¨ªan puesto los pies en los palacios de la Rep¨²blica. Enemigos viscerales hasta el punto de que casi un tercio de los electores gaullistas contribuy¨® de manera decisiva al hundimiento de Giscard, el partido de Chirac: (RPR), y el del ex presidente, (UDF), se unieron inmediatamente tras las presidenciales para conducir la batalla de las legislativas con m¨¢s posibilidades de ¨¦xito. As¨ª naci¨® la Uni¨®n, por la Nueva Mayor¨ªa (UNM), de la que, si no oficialmente, moralmente tiene un l¨ªder: Chirac. Cada cual conviene en que esta nueva uni¨®n durar¨¢ hasta el pr¨®ximo d¨ªa 21, a no ser que surja lo que constituir¨ªa una sorpresa general: que la UNM gane los comicios legislativos.
Arrebato en la mayor¨ªa
La campa?a de todos los l¨ªderes de la a¨²n mayor¨ªa parlamentaria gira en torno a los mismos temas sobre los que disert¨® Giscard contra Mitterrand:El desorden econ¨®mico y social al que conducir¨¢ la gesti¨®n socialista, el peligro de los ministros comunistas en el Gobierno, la burocracia y el repliegue econ¨®mico en el que desembocar¨¢n las nacionalizaciones, la desaparici¨®n de las libertades. Pero la falta de fervor en los m¨ªtines, el desinter¨¦s por los debates televisados hacen pensar que los franceses, esta vez, ya saben lo que quieren. En este campo, s¨®lo el chiraquismo mantiene viva la llama de la posible victoria.
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