Aficionados sabihondos y turistas desorientados
Plaza de las Ventas. Novillos de El Almendral, de desigual presencia, encastados pero mansurrones. Excepto el quinto y el sexto, que tuvieron pastue?a embestida, los dem¨¢s exhibieron aspereza en la muleta. Ra¨²l G¨®mez: silencio. Silencio. Fernando Galindo: silencio. Vuelta. Juan Palacios: silencio. Silencio. Por su actuaci¨®n en banderillas fue ovacionado y hubo de saludar el pe¨®n Mart¨ªn Recio.Apenas llegar a la localidad, se abr¨ªa ante la vista el desolado abanico de los tendidos de sol. Un Sahara de des¨¦rtico cemento, que -casi seguro- chisporroteaba bajo las plantas de polic¨ªas y acomodadores, ¨²nicos m¨¢rtires de su caliente soledad.
En los tendidos de sombra se agrupaban los ¨²nicos espectadores. Sudorosos, aplanados por el bochorno de la tarde. Una minor¨ªa de escasos aficionados, los que nunca faltan, los que se conocen todo. Esos que distinguen perfectamente una serpentina de una revolera y saben lo que es un toro abanto. Y una gran mayor¨ªa de p¨²blico de allende las fronteras, boquiabierto, reci¨¦n apeado de trasatl¨¢nticos reactores, con las c¨¢maras a flor de sorpresa y r¨¢pidos en su despistado aplaudir al capotazo m¨¢s ins¨®lito.
Es de temer que los espect¨¢culos caniculares que est¨¢n por venir, all¨¢ por julio y agosto, nos traigan muy semejante panorama, que, por otra parte, tal vez sirva para explicar por qu¨¦ el domingo nos ofrecieron novillos y novilleros de segunda divisi¨®n.
Pero, lo que son las cosas. Como si se tratara de confirmar ese est¨²pido y solemne t¨®pico de que ?no hay quinto malo?, el novillo corrido en ese lugar, que hab¨ªa intentado saltar al callej¨®n durante el primer tercio y se hab¨ªa ido suelto de las varas, qued¨® para la muleta con la embestida suave y monjil de un novillo de primera. Y esta especie de toro tontaina, que sirve muchas veces para descubrir a los falsos toreros, permiti¨® en esta ocasi¨®n dar a conocer el sentido del tore¨® que parece llevar dentro Fernando Galindo.
Su faena, realizada junto a los tableros del siete, tuvo ligaz¨®n y temple en los muletazos y, sobre todo, el acierto de rematarla con ayudados a dos manos, que, si no salieron perfectos, es porque no hay que desconocer que Galindo es a¨²n un torero e n agraz y no se le puede medir con la vara de la maestr¨ªa; pero que, al menos, nos ha dado el marchamo de que anda por las sendas del buen gusto. De ello se dieron cuenta tanto los enterados como los despistados.
Juan Palacios parece que no quiere ser torero. Un chico como ¨¦l, altote y con aire de Nicanor Villalta adolescente, podr¨ªa ser, si se lo propusiera, un dominador excelente. Pero con la muleta retrasada no se puede torear, y menos a novillos como los que tuvo enfrente, que hab¨ªa que traerlos y llevarlos muy toreados. Por eso le revolc¨® el segundo novillo.
Tambi¨¦n hab¨ªa un torero for¨¢neo en el ruedo: el colombiano Ra¨²l G¨®mez. Y s¨ª los extranjeros de los tendidos no se enteraron en ning¨²n momento .del asunto, el extranjero del ruedo no tore¨® en ninguna ocasi¨®n. El primer novillo termin¨® entablerado y el torero no pudo sacarlo de la querencia, donde se defend¨ªa peligrosamente. En el cuarto, m¨¢s manejable, dio pases por aqu¨ª y por all¨¢, sin llevar al novillo como hab¨ªa que llevarlo. Los sabios de casa callaron, comprensivos. Los desorientados de fuera siguieron sin enterarse.
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