El inter¨¦s com¨²n de Europa es evitar la guerra
Todos los pueblos desean, naturalmente, evitar la guerra, pero las dos superpotencias tienen que estudiar la forma de ganarla, si no se puede evitar. Todos los Estados de Europa tienen el inter¨¦s com¨²n de evitar la guerra, porque nosotros no ganar¨ªamos nada despu¨¦s de una guerra. El abec¨¦ en Europa es impedir la guerra. En Washington y en Mosc¨² se piensa, en primer lugar, en impedirla; Pero, si llega el caso, en ganarla.Nadie puede reprocharles a los norteamericanos y a los rusos que piensen en sus intereses; pero tampoco nadie deber¨ªa echarnos en cara que nosotros pensemos en los nuestros.
Esto nos lleva a plantear el problema del riesgo. Cuando se fund¨® la Alianza Atl¨¢ntica (OTAN), Europa estaba segura bajo la protecci¨®n del invulnerable Estados Unidos. Entre tanto, Estados Unidos se ha convertido en vulnerable, y por primera vez en su historia se encuentra ante una situaci¨®n en la que podr¨ªa tener que soportar la destrucci¨®n, e incluso el aniquilamiento en su propio territorio.
Los potenciales destructores m¨¢s fuertes son intercontinentales. Te¨®ricamente, los mayores riesgos residen en esos potenciales y, consiguientemente, las dos superpotencias concentraron sus m¨¢ximos esfuerzos en la tarea de contenerlos. Dejaron a un lado los riesgos menores, los Estados m¨¢s peque?os y las armas menores. Esto encierra una l¨®gica que todos hemos aprobado. Para Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica est¨¢ en juego el gran equilibrio global mutuo. Para ellos, Europa est¨¢ al margen, es una avanzadilla. Para ellos, no s¨®lo para los norteamericanos, sino tambi¨¦n para los rusos, los cohetes europeos de alcance medio son una parte del arsenal total y deben ser considerados como tales no pueden ser vistos solamente desde una perspectiva euroestrat¨¦gica.
Para nosotros, Europa es el centro; para los otros es un teatro marginal. Para los grandes son estrat¨¦gicas las armas grandes. Para los europeos, y realmente para todos los europeos, son las armas peque?as, tambi¨¦n estrat¨¦gicas, porque en dimensiones europeas son suficientemente grandes en su potencia destructora.
La locura convertida en m¨¦todo
No me convencieron los argumentos con que la anterior Administraci¨®n norteamericana rechaz¨® la idea de estacionar los nuevos cohetes en el mar. En tierra son m¨¢s seguros para Estados Unidos, en el sentido de que, en el peor de los casos, no cabe error posible, y los sovi¨¦ticos saben de d¨®nde vienen. Hace pocos d¨ªas advert¨ª un cr¨ªtico movimiento de cabeza en un ruso ante la nueva discusi¨®n sobre el estacionamiento en el mar de esas armas. El ruso opinaba que all¨ª es m¨¢s dif¨ªcil apuntar, y tiene raz¨®n. El no quiere que le den, y, por tanto, tiene que acertar en el blanco. Nosotros no queremos que nos den, pero tampoco podemos acertar sobre el blanco; sencillamente porque nosotros no disponemos de esos cohetes.
Los norteamericanos reducen a la mitad el per¨ªodo de tiempo necesario para alcanzar un blanco en la Uni¨®n Sovi¨¦tica (con los nuevos cohetes), y los rusos se preparan para desarrollar nuevos cohetes, los SS-23, con un radio de acci¨®n por debajo de los mil kil¨®metros. Con estos cohetes se puede volver a reducir a la mitad el per¨ªodo necesario para dar en el blanco. La locura se ha convertido en m¨¦todo, porque, al reducir a la mitad los tiempos de advertencia, se reducen a la mitad las posibilidades de defensa.
En cuatro minutos se acaba Europa
El que quiera ganar tiene que golpear primero. El que quiera impedir que sus armas sean destruidas, antes de poder ser usadas, tiene que emplearlas en el teatro europeo, como se dice de una forma horrorosamente reveladora.
Con la reducci¨®n de las armas y el acortamiento de los tiempos de advertencia se empieza a pensar en un premio para el que dispare primero. Esta reflexi¨®n vale para las dos partes. Los que, de nuestro lado, advierten que los Pershing-2 tienen sentido, si se utilizan primero, no pueden perder de vista que la Uni¨®n Sovi¨¦tica ya tiene preparada la respuesta adecuada. As¨ª como los norteamericanos tratan de rebajar los tiempos para alcanzar el blanco, la respuesta de los sovi¨¦ticos ser¨ªa buscar la f¨®rmula para rebajar el tiempo para destruir los nuevos cohetes norteamericanos.
La cuesti¨®n ser¨ªa qui¨¦n es m¨¢s r¨¢pido en caso de guerra. Esto deja dos cosas absolutamente claras:
1. Ning¨²n europeo podr¨ªa ser preguntado.
2. La t¨¦cnica militar decidir¨¢, con tiempos de una media hora.
Significa que mientras entre los dos grandes podr¨ªa funcionar el tel¨¦fono rojo todav¨ªa, en Europa se acabar¨ªa todo en cuatro minutos.
Adem¨¢s de las consecuencias militares, no hay que perder de vista las de tipo pol¨ªtico que se derivar¨ªan del hecho de que los sovi¨¦ticos estacionasen por primera vez cohetes de alcance medio en los Estados m¨¢s avanzados del Pacto de Varsovia.
Este riesgo es para los europeos mucho mayor que para las dos grandes potencias. Esto no deriva s¨®lo de la geograf¨ªa. Hace unos meses, Henry Kissinger habl¨® en Bruselas del sue?o europeo. Este sue?o consiste en la creencia de que, si se llega a una guerra, podr¨ªa ocurrir por encima de sus cabezas, en un intercambio intercontinental de golpes. Yo creo que ese sue?o existe, pero tambi¨¦n existe un sue?o de los norteamericanos y de los rusos, que creen que hay que evitar la guerra; pero, si llega a producirse, es mejor, naturalmente, que ocurra solamente sobre territorio europeo y se respete el sagrado territorio de los dos grandes.
Opci¨®n cero
Estoy convencido de que existen esos dos sue?os. Cu¨¢l de los dos se aproxima m¨¢s a la realidad, que esperemos no se produzca nunca, lo decidir¨¢n los que disponen de las armas.
Las dos superpotencias han hecho que su riesgo sea calculable, han realizado acuerdos por encima de las alianzas, pero conservando las alianzas. Ahora se trata de conseguir un acuerdo similar, pero conservando las alianzas para Europa, para que tambi¨¦n el riesgo sea previsible para nosotros. Este es el objetivo esencial de las negociaciones, y por ello la socialdemocracia alemana (SPD) aprob¨® el doble acuerdo. Sin doble acuerdo no hay negociaciones, y sin negociaciones no hay quien pare el rearme sovi¨¦tico con cohetes de alcance medio, ni hay quien pare el rearme norteamericano, con el consiguiente estacionamiento de misiles.
La meta declarada del SPD contin¨²a siendo la opci¨®n cero, por muy improbable que le parezca a muchos. Aunque algunos no lo quieran, hay que comprobar hasta d¨®nde llega el inter¨¦s de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en evitar que en Europa se estacionen armas norteamericanas que puedan alcanzar su territorio.
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