La sinraz¨®n de la desconfianza
EL PAIS contin¨²a con los dos siguientes art¨ªculos el debate sobre el deterioro de los partidos pol¨ªticos en las democracias occidentales y la viabilidad de fundaciones o clubes de opini¨®n que puedan aportar nuevos cauces de representaci¨®n a los ciudadanos.
No existen razones para que los partidos pol¨ªticos desconf¨ªen del movimiento asociativo. La democracia no s¨®lo se ejerce y se defiende a trav¨¦s de los partidos pol¨ªticos, sino tambi¨¦n a trav¨¦s de todo tipo de asociaciones, clubes o fundaciones que tengan como objetivo el facilitar el debate, la discusi¨®n y, en definitiva, la participaci¨®n de los ciudadanos en el an¨¢lisis y estudio de los problemas del pa¨ªs. El movimiento ciudadano en los n¨²cleos urbanos es un ejemplo claro de c¨®mo a trav¨¦s de las asociaciones de vecinos se dio cauce a importantes reivindicaciones ciudadanas y se facilit¨® el acceso a los partidos pol¨ªticos a muchos de sus actuales militantes, y c¨®mo con una democracia municipal en funcionamiento, el movimiento ciudadano sigue teniendo pleno vigor.Es por ello que sorprende la actitud de desconfianza que el nuevo movimiento asociativo ha despertado. En esta actitud de descalificaci¨®n e intimidaci¨®n han coincidido en esta semana algunos relevantes miembros de las ejecutivas de los partidos mayoritarios, algunos columnistas de opini¨®n y hasta un cari?oso editorial ad hominem, por supuesto, del matutino Ya.
La l¨ªnea argumental es, en general, siempre la misma. Se identifica todo movimiento asociativo corno una turbia maniobra de fracasados y oportunistas que atentan claramente contra los partidos, piezas clave de nuestra democracia, y a partir de esa gratuita identificaci¨®n y calificaci¨®n se pone a caldo a los participantes, acentuando el ¨¢nfasis en que quien ataca a los partidos ataca a la democracia y, en definitiva, nos ataca a todos. La argumentaci¨®n se puede cerrar con un broche de progres¨ªa basado en un humilde reconocimiento de que los partidos podr¨ªan funcionar un poco mejor. Quiz¨¢ con el meritorio ascenso del que lanza la andanada un grado m¨¢s arriba en la c¨²pula de poder. Afortunadamente, a¨²n no se han producido acusaciones de golpismo.
Dentro de esta l¨ªnea de actuaci¨®n conviene destacar y contestar una afectuosa tribuna que, con el t¨ªtulo de ?Crisis de los partidos? ha publicado en EL PAIS del pasado domingo nuestro compa?ero Luis Solana. La tribuna no tiene desperdicio, aunque desdice del car¨¢cter liberal que se le suele atribuir al firmante. En una primera parte de su argumentaci¨®n identifica el movimiento asociacionista actual y, en particular, a la Fundaci¨®n para el Progreso y la Democracia, con un ataque frontal a los partidos. Presenta a las fundaciones, asociaciones y clubes como alternativas de sustituci¨®n de los mismos, lo que es absolutamente absurdo. Deja flotar h¨¢bilmente la calificaci¨®n de marginados, oportunistas y fracasados para sus promotores y componentes, y establece gratuitamente una clasificaci¨®n de los diversos tipos de fundaciones, seg¨²n un criterio personal y sui generis.
Aprovecha la ocasi¨®n para echarle un viaje a Alonso Puerta, segundo teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid, y a todos los que militando activamente en el PSOE hemos firmado la convocatoria de la Fundaci¨®n, imput¨¢ndonos gratuitamente el criterio de que para nosotros el partido no sirve o, peor a¨²n, no nos sirve. Alude a lo inadecuado de la terapia de la decapitaci¨®n para aliviar el dolor de cabeza y, apropi¨¢ndose con m¨¢s que dudosa legitimidad del derecho comparado a favor de sus asertos, se despacha a gusto con unas autocr¨ªticas a terceros (curiosa costumbre esta la de hacer autocr¨ªticas a terceros). Termina, por fin, como prueba evidente de progres¨ªa, haciendo unas cr¨ªticas, las suyas a todas luces ortodoxas y admisibles, al funcionamiento de los partidos, e intenta desanimar a los promotores de las asociaciones de sus nocivos prop¨®sitos prometiendo acomodo en alg¨²n partido.
Es nuestra intenci¨®n contestar a toda esa l¨ªnea argumental, como promotores de una fundaci¨®n donde numerosos socios fundadores pertenecen claramente a partidos pol¨ªticos y muchos de entre ellos pertenecemos al mismo partido que Luis Solana, el PSOE.
Rebatiendo ya la l¨ªnea argumental de los detractores del movimiento asociativo y de la Fundaci¨®n en particular, conviene recalcar algunas de las ideas que se expresan en nuestro manifiesto, sobre todo el car¨¢cter de complementariedad de la acci¨®n de la Fundaci¨®n, respecto de la de los partidos pol¨ªticos.
Dado este car¨¢cter de complementariedad el movimiento asociativo debe ser apoyado por los partidos, dentro de una campa?a de relanzamiento de la militancia y del debate pol¨ªtico general.
Hay que reincorporar a la vida p¨²blica a muchos que se han ido e incorporar a muchos que nunca han estado. El mayor ¨¦xito de la Fundaci¨®n ser¨¢ el lograr una plataforma social donde se puedan debatir y discutir los grandes problemas nacionales desde posiciones ideol¨®gicamente diferenciadas y siempre tratando de definir y acotar el estudio y defensa de los grandes intereses nacionales. Si logramos esto, y logramos que a trav¨¦s de nuestros trabajos se incorpore gente nueva a los partidos pol¨ªticos, Y se relance el necesario y leg¨ªtimo debate pol¨ªtico interno y externo, creeremos que hemos hecho algo importante.
La Fundaci¨®n ser un veh¨ªculo intermedio, uno m¨¢s, de incorporaci¨®n a los partidos y de expresi¨®n y participaci¨®n en la vida p¨²blica de aquellos que, no queriendo militar partidistamente, sientan que tienen algo que aportar al debate general. Aspiramos a ofrecer una tribuna p¨²blica de las grandes inquietudes, y eso no hace da?o a nadie.
En Espa?a la democracia ser¨¢ fuerte cuando haya un movimiento asociativo je discusi¨®n y fuerte debate, cuando el acceso a la vida pol¨ªtica se vea facilitado por asociaciones donde la lucha por el poder institucional o personal no sea ni el ¨²nico objetivo, ni un objetivo inmediato o directo. De lo contrario se corre el riesgo de que los partidos se conviertan en unos gigantes de pies de barro, situados en un desierto social, y ese d¨ªa la democracia tambi¨¦n tendr¨¢ sus pies de barro y, por tanto, estar¨¢ en peligro. Quede pues claro: nuestra acci¨®n asociativa es complementaria de la de los partidos, y en los partidos militamos muchos de nosotros. Sabe muy bien Luis Solana que en todos los pa¨ªses donde hay una democracia parlamentaria existen este tipo de asociaciones que contribuyen a vertebrar la sociedad. Y nadie vierte acusaciones de marginaci¨®n, oportunismo o fracaso a sus componentes. Personalmente creemos que si existen algunas caracter¨ªsticas comunes de los firmantes de la convocatoria de la Fundaci¨®n, no son precisamente las de estos marginados, ser oportunistas o fracasados.
J¨²zguese a la Fundaci¨®n por lo que dice querer ser, y en el futuro, por sus actos, que ser¨¢n la mejor confirmaci¨®n de sus intenciones, no se le atribuyan objetivos que s¨®lo existen en las mentes de sus detractores. Determinados ataques que ha sufrido el movimiento asociativo en general, y la Fundaci¨®n en particular, s¨®lo se pueden comprender desde posiciones personales de poder presuntamente amenazadas. No teman estos detractores: si alguna vez son sustituidos, lo ser¨¢n no por la acci¨®n de la Fundaci¨®n, sino por el proceso general de maduraci¨®n de nuestra democracia.
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