La forja de un rebelde
JOS? BAREA, hasta anteayer secretario de Estado para la Seguridad Social (en el Ministerio de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social), ha cesado en su puesto por una discrepancia con la gesti¨®n econ¨®mica que, desde su creaci¨®n, se lleva a cabo en ese devorador de los fondos del Estado. Jos¨¦ Barea, por su talante, su formaci¨®n, poco o nada tiene que ver con su hom¨®logo literario recreado en Londres tras nuestra guerra civil -Arturo Barea-, que escribi¨® la trilog¨ªa titulada La forja de un rebelde. Empero, Jos¨¦ Barea, ese hombre bonach¨®n, hacendista competent¨ªsimo, honesto hasta la m¨¦dula, ha terminado forj¨¢ndose en rebelde ante tanta cuenta del Gran Capit¨¢n que ve pasar por delante de sus despachos. Y su destino, como el de tantos otros rebeldes, ha sido el de la puerta de la calle.Jos¨¦ Barea es el hombre que ha confeccionado durante a?os los presupuestos generales de este Estado. Tiene en la cabeza la contabilidad de Espa?a. Pas¨® brillantemente por Iberia y, entre otros logros, consigui¨® algo muy f¨¢cil, pero aparentemente imposible hasta su gesti¨®n: que los aviones de nuestra l¨ªnea nacional despegaran y aterrizaran a su hora. De ah¨ª fue destinado a la administraci¨®n del mayor engendro contable de este pa¨ªs: la Seguridad Social. S¨®lo a su bonhom¨ªa puede achacarse que no previera la relativa inutilidad de su esfuerzo, de su rebeld¨ªa, ante unos hechos contables y econ¨®micos consumados, ante los que el secretario de Estado para la Sanidad y su ministro no parecen tener demasiadas dosis de rebeld¨ªa ni de racionalizaci¨®n.
El conflicto de Barea con la direcci¨®n suprema del Ministerio de Trabajo, Sanidad y Seguridad Social no es otro que la vieja lucha entre la b¨²squeda de la eficacia en la gesti¨®n del aparato del Estado y la displicente negligencia de algunos pol¨ªticos por la administraci¨®n de los asuntos p¨²blicos. Pero quiz¨¢ tambi¨¦n es el resultado de la inadaptabilidad de la burocracia gobernante a los l¨ªmites que marca la estrecha relaci¨®n existente entre la pol¨ªtica y la econom¨ªa. En la sociedad de la clase pol¨ªtica espa?ola prima, con frecuencia, la consolidaci¨®n de los amiguismos, y se mira con envidia y recelo la actitud de quienes, como Barea, emprenden una acci¨®n esforzada con resultados concretos.
Las discrepancias que Barea manten¨ªa sobre los sistemas burocr¨¢ticos de la Seguridad Social se han vuelto a plantear a la hora de racionalizar y dar transparencia a los gastos sanitarios que, en Espa?a, ascienden a la astron¨®mica cifra anual de 700.000 millones de pesetas, con una prestaci¨®n de servicios que se cuenta entre las m¨¢s lamentables de los pa¨ªses industriales. Los grandes hospitales, como La Paz o el Primero de Octubre, tienen un solo turno de ma?aria. A partir de las tres de la tarde comienza el mundo de las horas extraordinarias, con personal restringido y las puertas pr¨¢cticamente cerradas para los pacientes-cotizantes de la Seguridad Social. La utilizaci¨®n en conjunto de los hospitales de la Seguridad Social se cifra en un 50% como media, y los equipos sofisticados, adquiridos a elevados precios, tienen un baj¨ªsimo coeficiente de uso. Sin embargo, en la instituci¨®n privada del otro lado de la calle se hospitaliza pagando a quienes no pueden entrar en los hospitales p¨²blicos, porque (?oh contradicci¨®n de las contradicciones!) las camas est¨¢n saturadas.
Ni siquiera el modesto intento de contabilizar los gastos de los hospitales p¨²blicos, aplicando baremos id¨¦nticos a los privados de igual categor¨ªa, ha sido aceptado por los responsables sanitarios, ?por motivos profesionales?.
La misi¨®n de un funcionario p¨²blico no es, por supuesto, la de denunciar el comportamiento de sus superiores; pero cuando, seg¨²n su conciencia y su capacidad t¨¦cnica, le resulta imposible establecer una programaci¨®n de los ingresos y una racionalizaci¨®n y transparencia del gasto, lo ¨²nico que razonablemente puede hacer es presentar su dimisi¨®n. Ahora, sometido a otras servidumbres y limitaciones, este hombre sufre la conocida ley de que la moneda mala expulsa a la buena. Los administradores honestos y competentes no resultan homologables para algunos ministros. Espa?a seguir¨¢ pag¨¢ndose lujos que no est¨¢n a su alcance, como el descontrol y el despilfarro en la Seguridad Social y en la sanidad p¨²blica.
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