La patronal no tiene quien la quiera
Las recientes declaraciones de distinguidos miembros de la patronal, quejumbrosas y agresivas, podr¨ªan dar la impresi¨®n de que el sufrimiento en nuestro pa¨ªs es patrimonio empresarial. Se dir¨ªa, de acuerdo con sus dram¨¢ticas afirmaciones, que los astros se confabulan en su contra en este caluroso junio de 1981. S¨®lo Calvo Sotelo, record¨¢ndoles que el acto de invertir puede tener algo de er¨®tico, parece haber aliviado un tanto su penar.Inici¨® las lamentaciones Jos¨¦ Antonio Segurado en c¨¢lida asamblea, para continuarlas el presidente de la CEOE en el m¨¢s pl¨¢cido ambiente de desayuno en el Ritz. Aunque con formas diferentes, ambos coincidieron en el fondo.
Pero ?de qu¨¦ se queja la patronal con tanta insistencia? Ve¨¢moslo. Por un lado, de que el Gobierno no sea m¨¢s claramente de derechas. Poco les parece el Gabinete Calvo Sotelo en cuyos ministerios, m¨¢s o menos agazapados, se imaginan la presencia de peligrosos rojos que siembran la confusi¨®n. Abogan, orquestadamente, por una pol¨ªtica que intente dar marcha atr¨¢s a las pocas reformas que en materia socioecon¨®mica han tenido lugar en los a?os -pocos a¨²n- de democracia. Nunca aceptaron de buena gana los leves pasos de modernizaci¨®n y reformas, y piensan que las nuevas condiciones psicol¨®gicas en las que vive Espa?a pueden ser propicias para el retroceso. Insensata posici¨®n, a mi juicio: si de verdad se desea afianzar nuestra democracia no hay m¨¢s remedio que caminar hacia adelante y hacerlo adem¨¢s deprisa. De lo contrario, estaremos abocados a una bipolarizaci¨®n creciente de nuestra sociedad, lo que no parece hoy deseable para nadie.
Se quejan tambi¨¦n, y con dureza, de que los sindicatos reivindiquen su patrimonio y de que el Gobierno tras tantos a?os de espera haya adelantado a cuenta una cierta cantidad. Echanse las manos a la cabeza de qu¨¦ dinero p¨²blico se destine a apoyar a las organizaciones de los trabajadores, dinero en parte retenido a la clase obrera previamente. No voy a entrar en un debate jur¨ªdico sobre la ?propiedad? del viejo patrimonio sindical. Me limitar¨¦ a otro tipo de argumentos.
Hoy ninguna persona sensata puede negar el papel responsable, estabilizador y cooperador para la soluci¨®n de los problemas econ¨®micos de los sindicatos. Desde la firma del AMI por UGT al acuerdo nacional de empleo suscrito por UGT y CC OO todo han sido pasos encaminados a encontrar solidariamente soluciones a los problemas de nuestra econom¨ªa. De esta pol¨ªtica se benefician los trabajadores, pero igualmente, y de manera importante, los empresarios.
Pero tan obvio como lo anterior es el hecho de que sin sindicatos fuertes y s¨®lidamente arraigados este esfuerzo ser¨ªa in¨²til. A todos, pues, interesa la presencia en nuestra sociedad de organizaciones de la clase obrera que la vertebren y que sirvan de interlocutores v¨¢lidos en las negociaciones econ¨®mico-sociales. Y cuando lo que se exige no es el privilegio, sino parte de lo que a los trabajadores pertenece, ?c¨®mo es posible escandalizarse tanto?
Pero perm¨ªtanme llevar el argumento un paso m¨¢s all¨¢. En estos ¨²ltimos d¨ªas se ha debatido en el Parlamento el ya famoso decreto de reconversi¨®n industrial. Un decreto que ha sido presentado por el Gobierno como la espina dorsal para atacar la grave crisis de nuestra industria. En ¨¦l se contemplan medidas b¨¢sicamente de dos tipos Por un lado, ayudas del sector p¨²blico al sector privado, ya sean mediante subvenciones o apoyos tributarios: en cualquier caso, dinero de todos los espa?oles, en cantidades importantes, con poco por no decir ning¨²n control, para ayudar a empresas en dificultades. Todos queremos que nuestro aparato industrial funcione, sea competitivo y por ello nadie ha puesto en marcha una campa?a contra los empresarios, que en momentos de dificultad tienen que buscar cobijo en el Estado.
De otra parte, el decreto dig¨¢moslo claro, permitir¨¢ aligerar mano de obra. Permitir¨¢ aligerar mano de obra en muchas empresas, aumentando el n¨²mero de desempleados. Y los sindicatos est¨¢n dispuestos a asumirlo siempre que se negocie el mecanismo de reestructuraci¨®n. Pero aunque es verdad que la crisis de muchas empresas se debe a la nueva situaci¨®n econ¨®mica internacional, no lo es menos que en numerosos casos se ha debido a la mala gesti¨®n de esas empresas durante los ¨²ltimos a?os. Y nadie ha pedido, al menos por el momento, que se ?flexibilicen? las plantillas de los directivos y empresarios incapaces, responsables de que el dinero p¨²blico tenga hoy que utilizarse para enjugar sus problemas y de que miles de trabajadores se vean obligados a engrosar las negras listas del paro.
Habr¨¢ que tratar estos temas, por tanto, con un mayor grado de solidaridad. Vivimos momentos dif¨ªciles donde todos debemos intentar arrimar el hombro. Qu¨¦jense menos algunos empresarios e inviertan m¨¢s. Prueben a hacerlo, que, aunque a lo mejor el acto de invertir no tenga tanto de er¨®tico, encontrar¨¢n sin duda en ¨¦l la satisfacci¨®n de colaborar a la construcci¨®n de un gran pa¨ªs que se llama Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.