?Que viene el club!
El anuncio de la constituci¨®n de algunas plataformas independientes de pensamiento pol¨ªtico ha producido una cierta crispaci¨®n en algunas zonas de ciertos partidos pol¨ªticos. Algo as¨ª como un grito de alarma: ??Que viene el lobo!?. ?Es la cosa para tanto?Desde una ciudad provinciana, llena de parados y de turistas policromos, como es M¨¢laga, podemos ofrecer un sentimiento de tranquilidad y de serenidad a los alarmistas. Aqu¨ª llevamos ya tres a?os funcionando con nuestro modesto Club Demos 78. Apenas tenemos infraestructura, pero, sin embargo, en estos tres a?os Demos 78 tiene a su haber un historial brillante y positivo. Ni que decir tiene que nuestra relaci¨®n con todos los partidos pol¨ªticos ha sido ¨®ptima. A¨²n m¨¢s: nuestra plataforma ha hecho posible mesas redondas. di¨¢logos y discusiones interpartidistas, que dif¨ªcilmente se hubieran logrado desde la iniciativa aislada de alguno de los partidos.
En una palabra nuestra experiencia malague?a demuestra: 1) que un club de opini¨®n (ll¨¢mese Fundaci¨®n o Lola la Piconera) no pretende, ni remotamente, hacerles la competencia a los partidos ni presentar, mucho menos, una alternativa nueva a los ya existentes, y 2) que los partidos salen reforzados en su democraticidad por la existencia semejantes plataformas.
Siguiendo los consejos de la profesora h¨²ngara Agnes Heller, disc¨ªpula y colaboradora de Luck¨¢cs, el partido es una pars (parte) que presupone la existencia de otras partes, y trata por ello de conquistar una posici¨®n de poder para conseguir realizar su programa o una parte de su programa.
El partido -piensa A. Heller- debe actuar dentro del marco de la democracia formal y respetar sus reglas hist¨®ricamente desarrolladas. Una vez llegado al poder no debe pensar que no ha de perderlo nunca. La expresi¨®n ?conquista del poder? es peligrosamente ambigua. Por el contrario, desde el poder se debe tender a realizar unas transformaciones y reformas sociales que puedan garantizar tanto la reelecci¨®n mediante el consenso popular como la irreversibilidad de los cambios estructurales realizados.
Este es verdaderamente partido parlamentario, democr¨¢tico, aunque no basta con ello. Ha de ser al mismo tiempo un partido que consiga movilizar a los hombres, que utilice tambi¨¦n medios externos al Parlamento Y que, sobre todo, abra espacios para el nacimiento de movimientos aut¨®nomos de masas, naturalmente en el marco del Estado de derecho. Con estos movimientos -opina la profesora marxista h¨²ngara- hay que tener buenas relaciones.
Para Agnes Heller, un partido leninista se diferencia del que no lo es porque aqu¨¦l, aun en el caso de que act¨²e en sistema pluralista, se considera el partido por excelencia. Por el contrario, el no leninista se considera como uno entre los dem¨¢s, y en este sentido el leninista no ser¨ªa siquiera un partido, sino una secta (a veces, una gran secta). En una palabra, el partido leninista s¨®lo pensar¨ªa en alcanzar el poder y no dejarlo nunca, sea cual fuere la opini¨®n de los electores. Si no hubiere consenso popular, se suprimir¨ªan las elecciones.
No entro ni salgo en el problema de si el adjetivo leninista bloquea a un partido, en el sentido en que lo piensa la marxista h¨²ngara. Solamente me atengo a la tesis general: un partido es democr¨¢tico en tanto en cuanto se considera a s¨ª mismo solamente como parte y no pretende la conquista del poder para desmantelar violentamente desde la cumbre las dem¨¢s opciones pol¨ªticas.
Esta tentaci¨®n del poder absoluto es inherente a la naturaleza humana, tanto en sus individuos como en sus estructuras. Por eso nada tiene de extra?o que el ciudadano de a pie, que ha votado democracia y sue?a con ella, se preocupe por los partidos, para que ¨¦stos sigan siendo eso: partidos.
Todas estas plataformas de opini¨®n -clubes, fundaciones, etc¨¦tera- presuponen como algo esencial¨ªsimo la existencia de los partidos. Aun m¨¢s: pretenden contribuir a su buena forma e impedir su f¨¢cil erosi¨®n y deterioro. No tratan de ofrecerse como alternativa a ellos: esto equivaldr¨ªa a desmantelar la democracia con la que sue?an y a la cual miman cuidadosamente. La mayor¨ªa de los miembros de estas plataformas son personas interesadas por la pol¨ªtica, pero carecen de la er¨®tica del poder. Esta ¨²ltima es un carisma que se concede a unos cuantos, y los que no lo poseemos admiramos a los que aceptan las consecuencias y los riesgos de su ejercicio. Pero, de ninguna manera los envidiamos. Solamente queremos ayudarles a que lo ejerzan en bien de la comunidad.
En una palabra: este tipo de asociaci¨®n extraparlamentaria -club, fundaci¨®n, aula cultural, etc¨¦tera- no es ning¨²n lobo feroz que intente devorar a los que el pueblo ha elegido para que construyan la mara?a de un Estado de derecho, sino todo lo contrario: una especie de ¨¢ngel de la guarda para ayudarles a los partidos a que sigan siempre siendo partidos y superen la peligrosa tentaci¨®n democraticida de convertirse en enteros.
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