Regateo sobre Afganist¨¢n
PROBABLEMENTE LORD Carrington, secretario de Asuntos Exteriores del Gobierno brit¨¢nico, no era el personaje id¨®neo para llevar a Mosc¨² una propuesta de negociaci¨®n, en nombre de la Comunidad Europea, sobre Afganist¨¢n. Representa un Gobierno que bas¨® su campa?a electoral en el antisovietismo como clave de la pol¨ªtica exterior y que secund¨® con entusiasmo las propuestas de bloqueo que Carter emiti¨® como gritos de socorro en su naufragio pol¨ªtico. Esta era la primera visita oficial brit¨¢nica a la URSS (y aun as¨ª, en nombre de otros) desde que en 1979 se produjo la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n, mientras otros pa¨ªses europeos -especialmente, Francia y el Reino Unido- intensificaban sus relaciones con los sovi¨¦ticos. Hab¨ªa, por tanto, algunas razones para que Mosc¨² fuera glacial -como dicen las cr¨®nicas- con el lord enemigo.Aparte del error del mensajero -producido porque Carrington es el principal autor del plan, no sin retoques de ¨²ltima hora, de Francia y Alemania Occidental, cuyos ministros de Asuntos Exteriores conferenciaron larga mente con el enviado brit¨¢nico en la v¨ªspera de su viaje-, lo importante es el plan. No parece que Mosc¨² lo haya rechazado totalmente. En t¨¦rminos generales, la pro puesta europea consiste en una negociaci¨®n en dos fases. Para la primera se propon¨ªan las fechas de octubre o noviembre, y en ella participar¨ªan los llamados cinco grandes (el tiempo ha decantado los niveles de grandeza institucionalizados al final de la segunda guerra mundial, pero siguen siendo los que tienen asiento permanente y derecho de veto en el Consejo de Seguridad: Estados Unidos, Uni¨®n Sovi¨¦tica, China, Francia y Reino Unido), los pa¨ªses lim¨ªtrofes de Afganist¨¢n (India, Pakist¨¢n, Ir¨¢n) y dos representantes de la Conferencia Isl¨¢mica. La f¨®rmula de los cinco grandes, tan anticuada, parece lleva da al texto con el ¨²nico prop¨®sito de incluir a China en las negociaciones. La segunda fase, programada para el mes de enero -es decir, con tiempo para proseguir negociaciones por v¨ªa diplom¨¢tica-, reunir v¨ªa diplom¨¢tica los mismos per sonajes m¨¢s lo que el texto llama ?representantes del pueblo afgano?; esto es, el Gobierno de Babrak Karmal, pero tambi¨¦n las guerrillas que lo combaten.
Las objeciones principales de la URSS parecen estar -adem¨¢s de en la participaci¨®n de China- en que el Gobierno afgano no est¨¦ presente en la primera parte de la conferencia que va a tratar de su destino y en que los guerrilleros aparezcan en la segunda parte y en el mismo nivel que el Gobierno al que combaten. La tesis que la URSS esgrimi¨® para justificar su invasi¨®n en diciembre de 1979 fue que el Gobierno legalmente constituido -la realidad es que el Gobierno se constituy¨® despu¨¦s de la penetraci¨®n de las tropas sovi¨¦ticas- acudi¨® a sus pactos de defensa con la URSS para combatir una intervenci¨®n extranjera, la del Pakist¨¢n, que habr¨ªa armado, adiestrado, organizado y sostenido a los rebeldes afganos. Cuando Mosc¨² acepta una conferencia sobre la base de la retirada de extranjeros de Afganist¨¢n piensa no s¨®lo en sus tropas, sino tambi¨¦n en las guerrillas, que deber¨ªan volver a sus bases en Pakist¨¢n, y en un control internacional que impermeabilizara las fronteras entre los dos pa¨ªses. Es decir, que acepta el principio de evacuaci¨®n a condici¨®n de que el Gobierno de Karmal quede s¨®lidamente implantado.
En Occidente parece creerse que la URSS establece estas.bases m¨¢ximas en respuesta a las tambi¨¦n m¨¢ximas de la CEE, pero que a la larga aceptar¨ªa una soluci¨®n de compromiso que neutralizara Afganist¨¢n. La base para esta creencia est¨¢ en que la URSS debe haber medido ya el desastre que le ha supuesto la intervenci¨®n: entre 80.000 y 90.000 soldados comprometidos, que no pueden ganar ni perder la guerra, como les sucedi¨® a los norteamericanos en Vietnam; un rechazo de los movimientos comunistas mundiales; una congelaci¨®n de sus relaciones con Occidente y con la OTAN, aun sin llegar a los niveles propuestos por Carter; un rechazo colectivo del Tercer Mundo.
La cuesti¨®n est¨¢ en que Mosc¨² pueda creer que esos males se han producido ya y que la p¨¦rdida de Afganist¨¢n no los evitar¨ªa; que d¨¦ una gran importancia al control de Afganist¨¢n ante la amenaza de extensi¨®n de la revoluci¨®n isl¨¢mica dentro de sus fronteras y el expansionismo de Pakist¨¢n, y que piense que las p¨¦rdidas que supondr¨ªa su retirada deben ser compensadas con alguna otra cosa. La decisi¨®n de Estados Unidos de vender armas a China -armas de las llamadas letales- parece signi icar que la ofensiva desde Asia no cesa, mientras contin¨²an los planes para la instalaci¨®n de euromisiles en Europa. Desde Mosc¨² se est¨¢n resucitando las doctrinas del cerc¨®, y la sensaci¨®n de naci¨®n cercada no parece la m¨¢s indicada para aceptar una conversaci¨®n sobre un tema regional en el que cualquier variaci¨®n de su posici¨®n actual se asemeja a una p¨¦rdida. La idea de Occidente esla de que la URSS estar¨ªa dispuesta a un acuerdo que le permitiera salvar la cara, pero parece m¨¢s probable que la URSS quiera salvar algo m¨¢s o incluso ganar algo m¨¢s.
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