Los socialistas ante su 29? Congreso
En la segunda quincena del pr¨®ximo mes de octubre se celebrar¨¢ el 29? Congreso del PSOE. Desde hace bastantes semanas se registra una intensa labor intrapartidaria de preparaci¨®n del mismo. El dise?o global del congreso -objetivos que se pretenden alcanzar-, as¨ª como las ponencias a debatir, responden a iniciativas de diversa inspiraci¨®n. Todo ello va discurriendo, sin embargo, en una atm¨®sfera pac¨ªfica que contrasta con los esc¨¢ndalos y abruptas confrontaciones internas mostradas por otras formaciones pol¨ªticas.Considerando las grandes tensiones que precedieron la mayor parte de los congresos celebrados durante el curso pol¨ªtico que ahora concluye, siendo el caso m¨¢s grave el precongreso de Palma, que puso a UCD al borde mismo de la ruptura, y que culminar¨ªa con la dimisi¨®n de Adolfo Su¨¢rez, sorprende por contraste al observador el actual sosiego del PSOE, y como no faltar¨¢n quienes pudieran atribuirlo a falta de vitalidad interna o a extra?os amag¨¹estus y turbias componendas de reparto de puestos, creemos procede empezar a explicar algo sobre el congreso de un partido que representa, en las instituciones, a m¨¢s de cinco millones de electores, los cuales tienen tambi¨¦n su cierto derecho a saber c¨®mo funciona y qu¨¦ pasa en el partido al que otorgaron en las urnas su confianza.
Socialistas diferentes
En el seno del PSOE existen importantes diferencias de criterio. El PSOE se ha revelado de nuevo, a partir del 15 dejunio de 1977, como el gran instrumento pol¨ªtico de los trabajadores en nuestro pa¨ªs. Ahora bien, cual corresponde a una sociedad situada en el nivel y tipo de desarrollo econ¨®mico alcanzado por Espa?a, la clase trabajadora comprende sectores muy diversificados, que van desde el campesino semianalfabeto en paro cr¨®nico hasta los cuadros especializados de las modernas empresas punta, desde el maestro rural hasta los investigadores y profesionales de formaci¨®n superior. Ello implica no s¨®lo grandes desniveles retributivos, sino tambi¨¦n formas de cultura diferentes. Esta diversificaci¨®n en la condici¨®n de vida deviene inexorablemente en plurales modos de concebir los objetivos y la acci¨®n del socialismo en nuestro tiempo.
Por otra parte, pensar que un partido que supera los cinco millones de electores, asentado sobre una sociedad tan desigual corno la nuestra, puede ser totalmente uniforme en pensamiento y actitudes, resulta, cuando menos, una grosera falsificaci¨®n de la realidad.
Pero es m¨¢s: junto a esos determinantes econ¨®micos y sociol¨®gicos existen tambi¨¦n razones de tipo hist¨®rico, individuales y colectivas que arrojan nuevos factores de diferenciaci¨®n interna entre los socialistas.
Cualquiera que recuerde la trayectoria hist¨®rica del socialismo espa?ol, y que a su vez conozca las posiciones mantenidas por sus actuales dirigentes, en seguida advertir¨¢ que en el seno de la militancia socialista han de existir diferentes grados de aceptaci¨®n ante los importantes cambios producidos.
Tomen ustedes los discursos de Prieto, de Largo, aun de Besteiro, o los escritos de Pablo Iglesias, vean lo que dec¨ªan sobre el r¨¦gimen econ¨®mico capitalista, sobre el nacionalismo vasco o catal¨¢n, sobre el problema militar, sobre la Iglesia espa?ola, sobre el orden internacional, f¨ªjense incluso en los programas electorales que planteaban, y comp¨¢renlos con las piezas oratorias o con los escritos de Felipe Gonz¨¢lez, sea en el lenguaje -cosa bien significativa-, sea en el fondo de sus actitudes con respecto al sistema econ¨®mico y social existente. Resulta obvio que algo habr¨ªa que cambiar, puesto que la realidad actual es en parte diferente, pero se ha cambiado tanto en las posiciones que, naturalmente, no todos los socialistas han de pensar que ten¨ªan que modificarse en la misma forma.
Muchos reci¨¦n llegados al PSOE no perciben en toda su intensidad esas mudanzas, pero tambi¨¦n subsisten no pocos veteranos que recuerdan otros modos, y compa?eros m¨¢s j¨®venes que se forja ron ideol¨®gicamente en el estudio del pensamiento socialista cl¨¢sico, as¨ª como de la esforzada pr¨¢ctica del movimiento obrero espa?ol, y que a veces piensan, ?no es esto!, ?no es esto!
Por otra parte, en un partido que se dice laico, y que fue anticlerical hasta los tu¨¦tanos, porque hab¨ªa razones sobradas para serlo, se encuentran hoy cat¨®licos notorios, procedentes algunos en bloque de organizaciones connotadas por su confesionalidad vaticana, instalados en puestos clave y de representaci¨®n. No deja de ser curioso que los ¨²nicos sacerdotes que toman asiento en el actual Parlamento espa?ol sea en los esca?os socialistas.
Con el alud de afiliaci¨®n que supuso la legalidad del partido, y al comp¨¢s de procesos de unificaci¨®n con otros partidos, llegaron la mayor parte de los socialdem¨®cratas y nacionalistas de izquierdas catalanes, vascos y gallegos, todos los cuales aportan elementos diversos, y tambi¨¦n mayor heterogeneidad al partido.
Punto y aparte merecen ciertos juristas, con Particular enclave en el grupo parlamentario y aleda?os, con su t¨ªpico lucubrar sobre el llamado Estado de derecho, tan cargado de resonancias caracter¨ªsticas del radicalismo liberal-burgu¨¦s.
Conviven junto a toda esa grey los viejos militantes que sirvieron en el Ej¨¦rcito de la Rep¨²blica, que vibraron enfervorizados un d¨ªa por el Frente Popular, los que conocieron c¨¢rceles y exilios, as¨ª como la militancia de la clandestinidad antifranquista surgida de las f¨¢bricas y los tajos o del movimiento rojo estudiantil. Un denominador com¨²n de quienes se sienten m¨¢s solidarios con su propio pasado, y el de la organizaci¨®n, consiste en la tenaz resistencia que ofrecen a la l¨ªnea proclive a diluir el. socialismo, en vago populismo.
Por ¨²ltimo, tampoco cabe ignorar las diferencias que se proyectan desde el plano de la militancia sindical socialista. La valoraci¨®n diversa que recae sobre los grandes acuerdos econ¨®micos y sociales llevados a cabo durante los ¨²ltimos a?os bajo la direcci¨®n de las c¨²pulas, tales como los acuerdos de la Moncloa, el AMI, el Estatuto del Trabajador o el reciente Acuerdo Nacional sobre el Empleo.
Todo ese microcosmos heterog¨¦neo, que comparte empero el programa m¨¢ximo del PSOE, se decanta en varias corrientes de opini¨®n. Unas, con conciencia y definici¨®n en cuanto tal corriente, y otras, que, existiendo de facto, prefieren no definirse y poder actuar como ?en nombre de todos?, sin que dejemos en olvido a quienes optan por influir directamente en la c¨²spide.
Articular las diferencias
Ll¨¢mense corrientes, o sensibilidades, o como se quiera, el problema es que esas diferencias no se tornen poco a poco en fuerzas centr¨ªfugas que resquebrajen la unidad del PSOE. El problema que es preciso resolver honestamente, sin fingir unanimidades acallando al discrepante, es c¨®mo integrar con fecundidad a todos.
En un partido pol¨ªtico que no degenera en sindicato de cargos p¨²blicos, donde la gente se encuadra escalafonada para el reparto de prebendas, sino que sea conjunto de ciudadanos agrupados entorno a unos ideales, todos sus componentes han de sentir que influyen realmente en la adopci¨®n de las decisiones, y que las distintas opiniones pesan en los m¨¢s importantes ¨®rganos de decisi¨®n en justa proporci¨®n al n¨²mero de afiliados que las comparten.
No contribuye a la unidad de un partido quien sistem¨¢ticamente posterga a los discrepantes de la actitud hegem¨®nica, y les niega la voz y el voto en los congresos por que acaso sean minor¨ªa en determinado lugar o momento. Quien as¨ª obra les incita cuando menos a esa forma de escisi¨®n paulatina y larvada que consiste en la sangr¨ªa de la desafiliaci¨®n y la no militancia.
El PSOE no, es partidario de la democracia asamblearia; antes 'bien prefiere la democracia representativa. Mas ejercer el poder de decisi¨®n a trav¨¦s de representantes tiene ciertas reglas conocidas de juego limpio. El PSOE luch¨® para que el principio del sufragio proporcional se incorporase expresamente a la Constituci¨®n, donde as¨ª figura. Los socialistas perder¨ªan credibilidad si pidieran para el pa¨ªs lo que no est¨¢n dispuestos a practicar dentro de casa.
Por lo visto, algunos socialistas notables contraargumentan que no es necesaria la proporcionalidad dentro del partido, pues en la sociedad lo requiere el enfrentamiento de clases, y dentro del partido socialista somos una sola clase. Curioso despiste, pues ese hilo argumental me recuerda mucho el tipo de discurso que hace medio siglo se utiliz¨® en cierto pa¨ªs al oriente de Europa para imponer el partido ¨²nico y encarcelar a los miembros del partido socialista en nombre de una demencial y tir¨¢nica concepci¨®n de la unidad de clase. Como me consta que no son comunistas del viejo estilo, m¨¢s bien creo que les incomoda la perspectiva de verse limitados a lo que estricta, justa y proporcionalmente representen.
Otros, igualmente poco amigos de perfeccionar la democracia interna del PSOE introduciendo la representaci¨®n proporcional para congresos, comit¨¦ federal, etc¨¦tera, invocan en esto la tradici¨®n y recuerdan que lo habitual es la elecci¨®n de delegados por sistema mayoritario, lo cual es cierto. Pero no es menos cierto que los delegados eran de agrupaci¨®n local, y no de provincia o federaci¨®n. Adem¨¢s, como era dif¨ªcil por motivos t¨¦cnicos y econ¨®micos para los obreros el viajar, se permit¨ªa delegar la representaci¨®n en otro compa?ero, y tiempo hubo en que se prohibi¨® acumular simult¨¢neamente un n¨²mero excesivo de este tipo de delegaciones. Todo ello, unido a la existencia factual de grandes corrientes, que se expresaban por pluralidad de l¨ªderes y de varias revistas, daba un espectro plural a los congresos.
En la actualidad ha habido que renunciar a las representaciones de tipo local por el elevado n¨²mero de agrupaciones, e ir a las provinciales o de federaci¨®n. Ahora bien, aplicar el sistema mayoritario en dos cribas sucesivas, primero a escala de compromisarios de agrupaciones y luego a escala provincial, significa el exterminio de la discrepancia.
Los actuales estatutos del PSOE hablan de delegados elegidos por... Pero nada dicen de c¨®mo han de elegirse. Resulta obvio que el esp¨ªritu general del PSOE nos lleva a pensar que debe hacerse en la forma m¨¢s democr¨¢tica y representativa posible.
Con respecto al secretario general del PSOE, quien esto escribe ha mantenido y mantiene muy serias distancias, pero es preciso reconocer su enorme sentido de la oportunidad cuando el pasado 14 de junio, al concluir una reuni¨®n del Comit¨¦ Federal, declaraba a un periodista de RNE que estaba considerando la posibilidad de proponer la recomendaci¨®n de una forma de elegir los delega dos al congreso que permitiera llegar al mismo todas las posturas con un m¨ªnimo respaldo contrastado en la base. Con tal declaraci¨®n, Felipe Gonz¨¢lez tomaba la iniciativa en una direcci¨®n que de otra forma hubiera amargado el precongreso y puesto en cuesti¨®n ab initio la legitimidad de los. procedimientos.
Queda un importante detalle por resolver, sin embargo. Suponiendo que se mantenga la idea de proponer al Comit¨¦ Federal la representaci¨®n proporcional, y que ¨¦ste acepte tal recomendaci¨®n, resta aclarar cu¨¢l sea el papel individual de cada uno de los delegados en el congreso. Si han de ser delegados vivos y actuantes, con voz y voto, o si han de ser delegados comparsas que s¨®lo puedan expresarse y votar a, trav¨¦s de sus respectivos jefes de delegaci¨®n, con cuyos criterios acaso no coincidan. En tal caso, estos delegados cautivos tendr¨ªan que buscar alg¨²n modo de expresi¨®n.
Cuando las delegaciones responden en bloque a una representaci¨®n mayoritaria es relativamente l¨®gico que el jefe de delegaci¨®n habla y vote por todos ellos. Si la representaci¨®n es proporcional ,hay que ser consecuentes y dejar que dentro del reglamento, con las naturales limitaciones de turnos a favor y turnos en contra, todos puedan hablar y votar. No se sabe a¨²n si esto querr¨¢ resolverlo tambi¨¦n el Comit¨¦ Federal del pr¨®ximo d¨ªa 11, o se escudar¨¢ en su remisi¨®n al pr¨®ximo congreso federal del PSOE.
Hacia un gran congreso
El 28? Congreso del PSOE, en el a?o de su centenario, fue por cierto, un congreso borrascoso, del que sali¨® una gestora en vez de una ejecutiva, al que sigui¨® un verano muy pol¨¦mico entre los socialistas, y que desemboc¨® en un congreso extraordinario (septiembre de 1979) con triunfo arrollador, aplastante, del equipo que ha gobernado el partido desde entonces. Bien es cierto que a partir de entonces surge una posici¨®n m¨¢s o menos difusa, m¨¢s o menos extensa, de tipo contestatario. Desde entonces, no escasearon los conflictos.
Acaso el pr¨®ximo congreso de octubre sea menos aplastante y m¨¢s integrador. No se disputan en el PSOE problemas de liderazgo. A la mayor¨ªa le entusiasma Felipe. A otros, no. Pero esa no es la cuesti¨®n. Si hay entendimiento en honestas reglas de juego, cual es de esperar, habr¨¢ un duro debate sobre enfoques para salir de la crisis y luchar contra el paro, sobre c¨®mo financiar el salario social, sobre c¨®mo defender nuestra posici¨®n frente a la entrada en la OTAN, sobre c¨®mo hacer verdad la combinaci¨®n de lucha constitucional y lucha sindical y ciudadana, sobre las alianzas, sobre estatutos y organizaci¨®n... Una pol¨¦mica de ideas. Es la gran ventaja de los socialistas en estos momentos. Habr¨¢ una mayor¨ªa y una minor¨ªa en cada asunto, una perspectiva razonable de futuro para todos. En el PSOE, entre las personas m¨¢s significadas, y entre la inmensa mayor¨ªa de militantes, no tienen por qu¨¦ plantearse las vergonzantes luchas que vemos en otros partidos por tirar a unos dirigentes para poner otros, y menos una refriega por definir la identidad del partido. En el PSOE hay diversas sensibilidades, pero tambi¨¦n existe una gran voluntad de entenderse, y de ser una pifia en defensa de los grandes ideales comunes, de igualdad y libertad, aunque se polemice sobre los medios y los objetivos de cada etapa. S¨®lo tenemos un l¨ªmite para discutir los medios, que es el respeto compartido al orden constitucional.
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