Las Vegas, la comarca m¨¢s f¨¦rtil de la provincia de Madrid, se deteriora paulatinamente
La comarca est¨¢ formada por las tierras f¨¦rtiles regadas por los r¨ªos Jarama y Taju?a, y comprende las localidades de Aranjuez, Ciempozuelos, San Mart¨ªn de la Vega, Titulcia, Villaconejos, Chinch¨®n y Colmenar de Oreja. Sus l¨ªmites geogr¨¢ficos est¨¢n muy delimitados por las colinas que la bordean, tierras ¨¦stas de secano que contrastan vivamente con el paisaje verde y rico que ofrecen las vegas. Sus primeros habitantes supieron calibrar la importancia de aprovechar al m¨¢ximo el terreno ¨²til, como lo demuestra el hecho de que todos los pueblos est¨¢n situados en los m¨¢rgenes de la Vega y no en su interior. Esta regla general ha sido respetada durante generaciones por los campesinos considerados individualmente y que, salvo contadas excepciones, tienen sus viviendas en los pueblos y no dentro de las tierras de cultivo. S¨®lo Villaconejos est¨¢ asentado en un paraje algo alejado, y de ah¨ª su peculiaridad, puesto que sus populares melones no se cultivan en su t¨¦rmino municipal, generalmente, sino en huertas situadas a muchos kil¨®metros, incluso en las provincias cercanas. Pero, como los conocedores del tema se preocuparon en puntualizar inmediatamente, la calidad de sus productos no depende primordialmente de la tierra en s¨ª, sino de los m¨¦todos de cultivo.El panorama comenz¨® a cambiar aproximadamente desde 1975, cuando un n¨²mero cada vez mayor de campesinos se decidieron a vender sus huertas, cansados de un trabajo cada vez menos productivo, a los ciudadanos de la capital que buscaban terrenos no demasiado caros y adecuados por la belleza de su entorno para construir el chal¨¦ donde pasar sus fines de semana. Al no vivir de la agricultura, los nuevos inquilinos de la Vega no tienen reparos en edificarlos en suelo de regad¨ªo, sino que, al contrario, lo prefieren as¨ª.
No existen datos estad¨ªsticos concretos, puesto que estas construcciones son, en su mayor parte, ilegales, pero, seg¨²n los estudios realizados por el equipo de arquitectos que elabor¨® hace pocos meses el Plan de Acci¨®n Inmediata (PAI) de la comarca, s¨®lo entre Chinch¨®n y Titulcia hay unas cuatrocientas viviendas de este tipo. En el primero de estos pueblos, s¨®lo una urbanizaci¨®n, la de Nuevo Chinch¨®n, tiene plan parcial aprobado. El resto es ilegal y se han construido, seg¨²n reza en el PAI, con el visto bueno o la resignaci¨®n del Ayuntamiento. En San Mart¨ªn de la Vega, en el paraje conocido como las Vallequillas, se han contabilizado 85 chal¨¦s en parcelas individuales de 2.500 metros cuadrados, lo que totaliza una extensi¨®n de veintiuna hect¨¢reas, m¨¢s del doble de las destinadas actualmente al cultivo de fresas y fresones, cifrado en nueve hect¨¢reas. En Aranjuez no se tienen datos concretos sobre el n¨²mero de chal¨¦s esparcidos por la Vega, pero el Ayuntamiento, seg¨²n el arquitecto municipal, Juan Jos¨¦ Echevarr¨ªa, est¨¢ decidido a tomar medidas tajantes y ya ha ordenado la paralizaci¨®n de las obras de varios de ellos. Otros muchos, en cambio, est¨¢n ya terminados y habitados hace tiempo y es casi imposible dar marcha atr¨¢s. Tambi¨¦n en Colmenar de Oreja el problema ha adquirido dimensiones graves. S¨®lo Ciempozuelos conserva a¨²n su porci¨®n de Vega intacta.
Intermediarios en el negocio
Al comienzo, la venta de las huertas se hac¨ªa directamente del campesino al agricultor. Pero, cada vez m¨¢s, el negocio est¨¢ pasando a manos de empresas del ramo, m¨¢s experimentadas y con recursos para obtener el m¨¢ximo de beneficios. Una de las t¨¢cticas seguidas conlleva adem¨¢s un fraude al Estado. Consiste en comprar una finca de secano de 25.000 metros cuadrados, por ejemplo, y reconvertirla en diez de regad¨ªo (el tama?o m¨ªnimo de una parcela de regad¨ªo en el que se puede levantar edificios es de 2.500 metros cuadrados), simplemente cumpliendo el tr¨¢mite de abrir pozos para tener agua y justificar dicha denominaci¨®n. El propio Ministerio de Agricultura puede llegar a subvencionar las obras, puesto que la reconversi¨®n de secano en regad¨ªo es un tipo de iniciativa protegida por dicho organismo. En las nuevas parcelas no se construyen ya casas de labranza, sino chal¨¦s, y no se cultiva nada, a no ser que el nuevo propietario quiera mantener un peque?o huerto que le sirve exclusivamente de hobby y no como forma de ganarse la vida.Las recomendaciones a este respecto que figuran en el PAI son terminantes: acabar con la lenta invasi¨®n de la Vega por construcciones pirata, paralizando las obras de las a¨²n sin terminar y demoliendo, si es preciso, las otras.
Pero los ayuntamiento se muestran impotentes para solucionar el problema si no se cuenta con la ayuda decidida de instancias superiores, en este caso, del Gobierno Civil. Los ayuntamientos m¨¢s peque?os ni siquiera disponen de una fuerza de Polic¨ªa Municipal que imponga la legalidad a los constructores, muchos de los cuales son simples obreros cualificados que levantan su chal¨¦, peque?o y edificado con malos materiales (chal¨¦s-chabolas, los llama Juan Jos¨¦ Echevarr¨ªa) en los fines de semana y a veces durante varios a?os.
Abandonar el campo
Todos los expertos consultados sobre el tema se muestran un¨¢nimes al analizar que el proceso tiene unas ra¨ªces muy profundas y complejas, que son a las que habr¨ªa que buscar soluciones eficaces, imposibles de adoptar sin la colaboraci¨®n de varios ministerios, puesto que exceden por completo el ¨¢mbito de competencias y posibilidades de los ayuntamientos.Los productos m¨¢s conocidos y apreciados de la Vega, tradicionalmente, son las fresas y los esp¨¢rragos. Mientras que la superficie destinada en Aranjuez al cultivo de estos ¨²ltimos ha aumentado un tanto, en el caso de las fresas se ha pasado de 125 hect¨¢reas existentes en 1970, a nueve en 1976. Las frutas siguen un camino parecido. Las manzanas han pasado de disponer de 311 a 89 hect¨¢reas, y las ciruelas, de 326 a 45 hect¨¢reas, en el mismo per¨ªodo. Al contrario, se ha incrementado considerable in ente la superficie dedicada al cultivo del ma¨ªz (de ochocientas a 1.360 hect¨¢reas) o la alfalfa (de 220 a cuatrocientas). La explicaci¨®n es muy simple: las fresas exigen unos costes importantes en mano de obra en el momento de la recolecci¨®n, lo que no ocurre con el ma¨ªz y mucho menos con la alfalfa. En opini¨®n de muchos, el cambio es un error, puesto que las fresas de Aranjuez tienen ya un prestigio s¨®lido, mientras que el ma¨ªz se cultiva regularmente en otras zonas de Espa?a. Lo que no significa que los agricultores hayan renunciado a sus beneficios por el cultivo tradicional: hoy d¨ªa, la mayor¨ªa de las fresas de Aranjuez provienen de C¨¢ceres, a pesar de que se sigan vendiendo como tales.
Al tiempo que comarca agr¨ªcola, algunos de sus pueblos, como Aranjuez o Chinch¨®n, han tenido siempre una cierta importancia industrial de car¨¢cter aut¨®ctono (industrias peque?as y medianas creadas con el excedente del beneficio agrario) o for¨¢neo (por la instalaci¨®n de empresas de los sectores metal¨²rgico, qu¨ªmico o de materiales para la construcci¨®n principalmente), sin olvidar tampoco el caso particular, pero importante, de las alcoholeras de Chinch¨®n. La mano de obra que abandonaba el campo lo hac¨ªa, entre otras cosas, porque sab¨ªa que pod¨ªa encontrar trabajo con relativa facilidad en la industria. Por otro lado, problemas generacionales y la modificad¨®n de los valores sociales, con el predominio de la vida urbana, han movido a muchos hijos de agricultores a cursar estudios y dirigir su actividad profesional a otros campos.
Asimismo, el agricultor, falto de confianza hacia una Administraci¨®n central que no se ha preocupado de ¨¦l y sus problemas, tampoco ha sabido acomodarse a las nuevas t¨¦cnicas de cultivo. En la comarca de la Vega, tal vez algunas soluciones para no depender del clima. fueran el cultivo de invernadero y la implantaci¨®n del riego autom¨¢tico, lo que supone que con una inversi¨®n no demasiado fuerte se hubiera conseguido un nivel de cosechas rentable y asegurado. Se ha preferido la salida m¨¢s c¨®moda. Cuando un cultivo, como el de la fresa, ha planteado problemas econ¨®micos, simplemente se ha prescindido de ¨¦l y ha sido sustituido por el ma¨ªz. La nula visi¨®n del agricultor y de los responsables ministeriales se patentiza en el hecho de que, a pesar de la larga tradici¨®n y la calidad de sus productos, nadie haya tomado la iniciativa de promover industrias transformadoras y canales propios de distribuci¨®n que eviten la salida de aqu¨¦llos comercializados luego bajo otras marcas. Se pierde as¨ª no s¨®lo unos beneficios comerciales importantes, que van a parar a los asentadores e intermediarios, sino incluso la denominaci¨®n de origen de los productos, que subir¨ªa su cotizaci¨®n.
Desencanto campesino
Todos estos factores inciden conjuntamente en una progresiva p¨¦rdida de competitividad, en la menor rentabilidad de las faenas agr¨ªcolas y, en suma, en el desencanto de los campesinos y su creciente inter¨¦s por desligarse de la tierra. El resultado final es que cuando el agricultor se encuentra con que sus hijos no desean continuar en la huerta y se ve amenazado con una vejez insegura, no tiene razones para oponerse a la oferta de compra de su tierra que le hace cualquier empresa o persona particular. Sobre todo si echa sus cuentas y calcula que con el importe de la misma puede vivir sin agobios econ¨®micos durante algunos a?os y, adem¨¢s, lo que gana con la operaci¨®n significa lo mismo que muchas temporadas de trabajo duro de campesino.
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