La marat¨®n agotadora del alcalde de Pamplona durante los "sanfermines"
Termina una de las ediciones m¨¢s tranquilas de las fiestas navarras
?Estoy totalmente agotado, porque este ritmo de vida es infernal, pero es que los sanfermines son as¨ª. A m¨ª me compensa dormir durante las siestas un promedio de tres horas diarias, porque estos d¨ªas son de una intensidad especial. ?Que algunas personas se han metido conmigo? Ese es su problema. Yo estoy muy tranquilo por todo lo que he hecho?. Esta es la impresi¨®n del alcalde de Pamplona, el socialista Juli¨¢n Balduz, despu¨¦s de vivir una jornada completa -veinticuatro horas seguidas- con periodistas de EL PAIS en un d¨ªa cualquiera de los sanfermines.Son las 7.15 horas del domingo d¨ªa 12. Juli¨¢n Balduz, 38 a?os, ingeniero industrial, que ha dormido tres horas escasas, sale de su apartamento y se monta en el coche oficial, con un miembro de su escolta. Se dirige a ver el encierro. Hoy puede ser un d¨ªa terrible por las aglomeraciones humanas que se forman a lo largo del recorrido. Sin embargo, los toros del marqu¨¦s de Albaserrada realizan un recorrido impecable: no ha habido ning¨²n percance. Finaliza el encierro y Balduz desayuna con algunos corredores en un bar. A las nueve de la ma?ana vuelve a su casa, para dormir una hora antes de ir a visitar a los heridos en los encierros de d¨ªas anteriores.
Con puntualidad brit¨¢nica, el alcalde llega al hospital de Navarra para conversar con los heridos e imponerles el pa?uelo del Ayunta miento. Cada uno de los heridos va contando -en la medida que se acuerda de lo sucedido- su cogida. El alcalde se para con un mozo, que est¨¢ sentado en una silleta, y que, junto a otros desperfectos, tiene la cara hecha un cromo. ?Eso de la cara?, pregunta Balduz, ??te lo hizo un toro o fue al caerte en el re corrido??. El joven, con cara ingenua, responde: ?No, no. Yo estoy en el hospital porque he tenido un accidente de autom¨®vil?. Despu¨¦s de visitar a los seis heridos, que se encuentran en tres cl¨ªnicas distintas, el alcalde se dirige al Ayuntamiento. Son las 11.30 horas, y Balduz firma un decreto por el que se ordena el cierre de un bar que carece de licencia municipal (?Casualmente es de una persona que se apellida como yo, Balduz. Pero no tiene que ver nada conmigo?). Ahora tiene diez minutos libres. ?Yo pensaba que podr¨ªan meterse conmigo por todo el foll¨®n de haberme separado de mi mujer, e ir a vivir con una concejala, Camino Osl¨¦, que tambi¨¦n es del PSOE y separada. Pero yo creo que no ha sido para tanto. Hombre, el arzobispo de esta ciudad no me dio la mano durante la misa en honor de san Ferm¨ªn, que se celebra el d¨ªa 7, pero eso creo que me ha beneficiado m¨¢s a m¨ª que a ¨¦l?.
Rodeado de banderas
Balduz est¨¢ tranquilo, sentado en su despacho, frente a las banderas de Espa?a, Navarra y Pamplona. Las banderas est¨¢n colocadas en unos soportes de madera, rectangulares, con unas peque?as ruedas en la base. ?Cuando yo no estoy y ejerce de alcalde Patxi Zabaleta (Herri Batasuna), le ordena a un conserje que saque la bandera de Espa?a y ponga la ikurri?a. Por eso, les hemos puesto ruedas. Para que la operaci¨®n sea m¨¢s sencilla?. A las doce del mediod¨ªa, Juli¨¢n Balduz recibe a los alcaldes de Logro?o, Zaragoza y Vitoria, as¨ª como a los tenientes de alcalde de San Sebasti¨¢n y Bilbao. ?stos, acompa?ados de sus esposas, son invitados de honor del Ayuntamiento. Balduz recibe a los corporativos y toda la comitiva se va andando, entre una masa humana que tapona las calles del casco viejo de Pamplona, hasta la plaza de toros, para ver el apartado. Los alcaldes han llegado un poco tarde, y ya no hay pr¨¢cticamente sitio, Sin embargo, todos aprovechan la ocasi¨®n para tomar un fino o una cerveza y comentar c¨®mo se est¨¢n desarrollando los sanfermines. Es la una de la tarde, y el grupo de alcaldes, encabezado por Balduz, vuelve andando hasta la plaza del Castillo, para tomar un aperitivo en una terraza. Despu¨¦s, a comer en un restaurante pr¨®ximo a la plaza de toros. El men¨² es suculento: consom¨¦ de rabo de toro, langosta del Cant¨¢brico, fais¨¢n a las uvas, tarta al whisky, caf¨¦, licores y habanos Davidoff.
"El mejor alcalde posible"
La comida resulta entretenida. Sorprendente mente, los alcaldes no hablan de pol¨ªtica ni de los problemas de sus municipios. A los postres, el secretario del Ayuntamiento de Pamplona asegura que existen dos tipos de mujeres -las buenas y las mejores- y que le gustan todas, incluso su propia se?ora, con la que est¨¢ casado desde hace cuarenta a?os. El alcalde de Zaragoza, Ram¨®n S¨¢inz de Baranda, tambi¨¦n del PSOE, se despide, ya que tiene que tomar un avi¨®n para Madrid. De pie, y d¨ªrigi¨¦ndose a este periodista, S¨¢inz de Baranda se despide de esta forma: ?No quiero irme sin decir que Juli¨¢n es el mejor alcalde que pod¨ªa tener Pamplona?. Y as¨ª, entre broma y broma, media hora despu¨¦s se levanta la mesa para ir hasta la calle de la Estafeta y ver la entrada de las pe?as en la plaza de toros Tambi¨¦n pasa la Pamplonesa banda municipal de Pamplona, dirigida por un mozo que va perfectamente disfrazado de Pantera Rosa.En la plaza de toros, Balduz y sus invitados se colocan en los palcos laterales que se encuentran junto a la presidencia. Son las ocho de la tarde y acaba de saltar a la arena el tercer toro. Balduz y los periodistas de EL PAIS nos vamos hasta los corrales de la plaza. El alcalde va a marcar, con su correspondiente divisa, al cuarto toro. Es una operaci¨®n curiosa, que se realiza con una vara, en uno de cuyos extremos est¨¢ la divisa, sujetada livianamente que se clava en la espalda del animal merced a una afilada punta.
Los empleados de la plaza le ofrecen a Balduz su merienda: bacalao al ajoarriero, con caracoles. Finalizada la lidia, el alcalde se despide de sus invitados y se va a casa para ducharse.
"Nos esperan las novias"
A las 21.45 horas, Juli¨¢n Balduz sale de su domicilio para dirigirse al encierrillo, operaci¨®n que realiza un grupo de pastores para conducir a los toros desde los corrales del Gas hasta los corrales situados en la cuesta de Santo Domingo, al comienzo del recorrido del encierro. El alcalde, junto con los periodistas de EL PAIS, ve el encierrillo desde un entrante del puente de La Rochapea, en un lugar en el que no hay protecci¨®n y por el que pasan los toros, junto a los mansos, a menos de un metro y medio de distancia. De fijarse alg¨²n astado en que all¨ª hay personas, no cabe otra soluci¨®n que tirarse al r¨ªo lo m¨¢s deprisa posible. Despu¨¦s, cena, en compa?¨ªa de unos amigos, en un mes¨®n pr¨®ximo. El men¨²: ensalada y estofado de toro. A los postres se acerca un desconocido y grita: ??Viva el alcalde!?. Balduz casi se ruboriza porque piensa que nadie le hab¨ªa reconocido.Finaliza la cena, despu¨¦s de tomar unas copas de pachar¨¢n. ?Nos vamos a tomar algo a las barracas de los partidos?. Estamos ya en las 0.15 horas del d¨ªa 13, y el alcalde y sus amigos se toman un pachar¨¢n en la barraca del PCE-EPK. De all¨ª, a la de los ecologistas y antinucleares. El alcalde, con buen sentido del humor, pide una copa de la especialidad de la casa -una bebida denominada afrodisiaco-, y cuando comienza a tom¨¢rsela escucha por los altavoces: ?Balduz, Balduz, Osl¨¦, Osl¨¦, Osl¨¦?. Se sonr¨ªe, acaba el afrodisiaco y se va. Otra copa en una cafeteria pr¨®xima, y al club Larraina. ?Mejor que vayamos pronto?, dice, ?porque nos est¨¢n esperando todas las novias?.
Juli¨¢n Balduz est¨¢ marchoso y cansado a la vez. ?Los sanfermines son impresionantes y agotadores?. El alcalde, solo o acompa?ado, baila en la pista todo tipo de ritmos. Se toma sus gin-tonics y a las cinco de la ma?ana propone comer un bocata en alg¨²n sitio. El bocata, de salchichas, le deja al alcalde con sue?o. ?Me voy a la cama. No puedo m¨¢s?. Tiene que dormir dos horas, antes de ir al encierro. ?Acabo destrozado cada d¨ªa, pero me com pensa. Los safermines son as¨ª?.
Babelia
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