Un acto criminal
LOS BOMBARDEOS israel¨ªes sobre el L¨ªbano, acertadamente definidos por el diario Le Monde como un acto de terrorismo de Estado, amenazan con ser el inicio de una peligrosa escalada b¨¦lica en el Oriente Cercano. Ni siquiera la en¨¦rgica protesta del presidente Reagan y la retirada de material b¨¦lico americano -como los aviones F-16- con destino al Gobierno de Jerusal¨¦n han bastado para llamar a la sensatez a ese viejo halc¨®n de Beguin. Sin duda, ¨¦ste debe pensar que la euforia preelectoral que despert¨® el bombardeo de la central nuclear iraqu¨ª y que en cierta medida pudo proporcionarle algunos votos en los pasados comicios deber¨ªa y debe corresponderse con un nuevo apoyo masivo de la opini¨®n a esta acci¨®n b¨¦lica. La opini¨®n, sin embargo, se muestra dividida y cansada por la guerra y no parece que ni siquiera en el interior de su pa¨ªs Beguin haya encontrado el eco favorable que buscaba.La negativa de Beguin a reconocer a la OLP como interlocutor cara a las conversaciones de un alto el fuego, cuando es precisamente la OLP la destinataria de las bombas, resultar¨ªa rid¨ªcula si no fuera inadmisible. Con un solo acto, el jefe de Gobierno de Israel, que sigue presidiendo una situaci¨®n pol¨ªtica interior inestable, ha logrado echar una sombra de incertidumbre y malos presagios sobre las esperanzas de paz en la zona. Justo es reconocer el esfuerzo del Gobierno americano por no alimentar esta escalada de violencia y la prudencia de los sovi¨¦ticos en sus reacciones de condena, que coinciden con la casi unanimidad del resto de los pa¨ªses. La actual escalada b¨¦lica dar¨¢ argumentos, adem¨¢s, a quienes desconfiaban del ¨¦xito de la pol¨ªtica de Sadat y de su acuerdo de paz y a quienes insist¨ªan en la inutilidad y vacuidad de los tratados de Camp David. Beguin se ha comportado como un aventurero. Pero sobre los cientos de v¨ªctimas ocasionadas por los raids a¨¦reos de sus pilotos se alza la interrogante mayor de cu¨¢l ser¨¢ el futuro inmediato en el ¨¢rea. Por muy terco que se ponga el Gobierno israel¨ª, no habr¨¢ soluci¨®n pactada y pac¨ªfica para su pa¨ªs si no se reconoce la existencia de la OLP y del pueblo palestino precisamente como ese interlocutor necesario al que Beguin quiere ahora negarse a aceptar. Parad¨®jicamente, en un mundo ¨¢rabe sacudido por los enfrentamientos y las disensiones internas, por guerras intestinas y revoluciones y contrarrevoluciones, isl¨¢micas, la organizaci¨®n de Yasir Arafat est¨¢ ganando respetabilidad y reconocimiento internacional de manera creciente. Este, le puede parecer a Beguin un dato desagradable o injusto, pero no por eso dejar¨¢ de ser un dato. Con su torpe y criminal agresi¨®n contra el L¨ªbano no ha hecho, por lo dem¨¢s, sino ofrecer mayor carta de naturaleza y m¨¢s grandes adhesiones internacionales a esa OLP que ¨¦l se empe?a in¨²tilmente en tratar como si fuera una simple banda terrorista.
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