Lo que no se puede aguantar en el PCE
En estos momentos considero que el PCE, y de cara al X Congreso, tiene planteado un grave dilema: o bien se preocupa por mantener un aparato en torno al comunismo sociol¨®gico, convirti¨¦ndose en un partido-iglesia amortiguador de conflictos, que, bajo la ¨¦gida de la curia garante de ?las esencias, ortodoxias y el dogma?, se limite a administrar admoniciones y bendiciones y a expender carn¨¦s-fe de buenos y esmerados comunistas, o, por el contrario, hace un gran esfuerzo de l¨ªnea, organizaci¨®n y pr¨¢ctica, de renovaci¨®n de los dirigentes y de los modos de direcci¨®n para implantarse en el centro de la resoluci¨®n de los problemas sociales, con una l¨ªnea diferenciada y aut¨®noma, basada en la uni¨®n, no por arriba, sino desde la base, de la izquierda y de las fuerzas y movimientos sociales progresistas, con una organizaci¨®n profundamente democr¨¢tica y transparente, y con una pr¨¢ctica activa de lucha social, desde las instancias m¨¢s elementales de la vida cotidiana hasta las m¨¢s altas instituciones.En el PCE, en estos momentos, se produce la siguiente paradoja: posee y proclama un discurso eurocomunista, el marxismo revolucionario, junto a una estructura, organizaci¨®n y funcionamiento que sigue siendo marxista-leninista-estalinista y una pr¨¢ctica socialdem¨®crata basada en la intervenci¨®n pol¨ªtica por medio de cuadros tecnocr¨¢ticos, de profesionales pol¨ªticos, y centrada en la actuaci¨®n puntual, en las instancias representativas y en las elecciones (cambiar la realidad social desde los despachos, desde el Parlamento y desde laboratorios por decreto o por proclamas program¨¢ticas).
La revoluci¨®n de la mayor¨ªa, contando desde el primer momento con la mayor¨ªa que refiere la transformaci¨®n no s¨®lo a la sociedad pol¨ªtica -a la vida pol¨ªtica y econ¨®mica-, sino tambi¨¦n a la sociedad civil -a la vida cotidiana-, requiere desde el primer momento un partido actuante en la doble perspectiva sociedad pol¨ªtica-sociedad civil y, por tanto, plenanente implantado en el entramado institucional y social, en el tejido social, en todas sus instancias y mediaciones, de tal forma que plantee regular, activa y cotidiananente propuestas, iniciativas, experiencias y movilizaciones con car¨¢cter interdependiente y dial¨¦ctico en un va y viene entre la ociedad pol¨ªtica y la civil, tratando le combatir al poder establecido por la autogesti¨®n vital, social y pol¨ªtica en un af¨¢n de expropiar socialmente el poder para rehabilitar la sociedad civil.
Creemos que en el PCE no se iueden aguantar por m¨¢s tiempo Ds t¨®picos grandilocuentes, las viejas monsergas, los grandes sl¨®ganes; en definitiva, las viejas letan¨ªas del catecismo ecum¨¦nico-marxista, y que podemos resumir de la siguiente forma:
La ambig¨¹edad y confusi¨®n en la l¨ªnea pol¨ªtica, qu¨¦ deliberada y sutilmente incluye todas las propuestas posibles, desde la uni¨®n de la izquierda, hasta el compromiso hist¨®rico o Gobierno de concentraci¨®n, pasando por la presencia en los movimientos sociales, para echar mano de aquello que mejor convenga seg¨²n lo requieran las circunstancias.
- ?La culpa la tienen siempre los dem¨¢s, los otros, el exterior? (desde la URSS hasta el imperialismo capitalista, desde el PSOE a UCD). ?Camaradas, la l¨ªnea del partido siempre es correcta?. En el caso de que se reconozca que algo ha fallado, dif¨ªcil caso, ser¨¢ debido a peque?os detalles de organizaci¨®n, de pr¨¢ctica o a militantes que ?no han sabido comprender la l¨ªnea correcta?, desde los radicales peque?o-burgueses gauchistas, hasta los dogm¨¢ticos teledirigidos desde las estepas siberianas (con viajes incluidos).
Es curioso resaltar c¨®mo los errores, los graves errores en que han incurrido los partidos comunistas, nunca eran analizados en el momento en que se produc¨ªan, y nunca han dado lugar a cambios de los responsables dirigentes o a dimisiones de secretarios generales. Es bien elocuente, por poner un ejemplo en estos momentos, el caso del PCF, del que el PCE no se cansa de se?alar todas las pajas en el ojo ajeno, sin ver las vigas en el propio. Los dirigentes del PCE, pero no s¨®lo los del PCE, se quedan tan panchos al solicitar dimisiones y responsabilidades de miembros del Gobierno que lo han hecho rematadamente mal, y consideran indignante y provocador que los militantes de la base hagan lo propio con los dirigentes del PCE. Estos no se cansan de pedir que los electores exijan informaci¨®n, transparencia, participaci¨®n, competencia y eficacia a los elegidos en el Parlamento, en el Ayuntamiento, y, sin embargo, les parece una herej¨ªa cuando los militantes hacen lo mismo en el partido.
Sucede que todo esto y mucho m¨¢s encuentra su explicaci¨®n y justificaci¨®n en la concepci¨®n que buena parte de los dirigentes pol¨ªticos del PCE y de la izquierda tienen de la realidad pol¨ªtica y social que tratan de inculcar. Una buena s¨ªntesis de esta peligrosa concepci¨®n de la realidad pol¨ªtica y social la acaba de realizar Joaqu¨ªn Leguina, secretario general del PSOE de Madrid, al declarar, en marxista-leninista-asilvestrado, a EL PAIS (1 de julio de 1981, p¨¢gina 16), a prop¨®sito del rechazo de dicho partido de la constituci¨®n de tendencias o corrientes en el mismo, la famos¨ªsima argumentaci¨®n que ha sido y es uno de los leitmotiv explicativos, uno ?de los principios fundamentales de los partidos comunistas? que utilizan las direcciones con la ayuda del centralismo democr¨¢tico para ahogar las cr¨ªticas y las alternativas colectivas y reproducirse permanentemente en el poder. Leguina dixit: ?Nosotros no representamos a clases distintas y, por tanto, no podemos reproducir en el partido, los mecanismos que existen en la sociedad (burguesa, capitalista, imperialista, a?ado yo). No tiene sentido empezar ahora una discusi¨®n sobre proporcionalidad, s¨ª, proporcionalidad, no?.
Este maquiav¨¦lico aserto, continua arma arrojadiza que los dirigentes del PCE, del PSOE..., de todos aquellos que quieren instalarse y permanecer en el poder de por vida, formar parte de la Nomenklatura, a no ser que caigan en desgracia, es espetado fulminantemente desde el momento en que los militantes comienzan a plantearse cuestiones, a no entender, a no ver claro por qu¨¦ un militante de Lugo no puede reunirse con uno de C¨¢diz o de Asturias, para, colectivamente, intercambiar experiencias e iniciativas.
El marxismo -leninismo cient¨ªfico, que si bien en un primer momento reconoci¨® las tendencias -qu¨¦ casualidad que fuera la ¨¦poca m¨¢s creativa e imaginativa del mismo-, despu¨¦s, con la llegada del Gran Padrecito, las estigma tiz¨®, las elev¨® al grado de herej¨ªa burguesa bajo el t¨¦rmino defraccionalismo y la justificaci¨®n de atacar y disolver la unidad de acci¨®n. Se iniciaba, as¨ª, en esta ¨¦poca, toda la bater¨ªa de asertos, esl¨®ganes, buenaventuras y principios inmutables y permanentes que a¨²n hoy es el d¨ªa que siguen haciendo furor en los partidos de izquierda, como bien nos ha demostrado Leguina y otros muchos dirigentes del PSOE, PCE y dem¨¢s organizaciones pol¨ªticas. Evidentemente, todas es tas proclamaciones y recetas se ha cen en nombre del materialismo hist¨®rico y cient¨ªfico surgido de la lucha de clases, de ese mundo dividido en dos mitades antag¨®nicas e irreconciliables que, seg¨²n ?la posici¨®n que se ocupe en los me dios de producci¨®n ... ? (seguir¨ªa una cierta, dogm¨¢tica y r¨ªgida vulgata marxista), son el proletariado, uno y trino, y la p¨¦rfida burgues¨ªa horrorosa.
"Cabezas de chorlito"
Otros razonamientos y argumentos de este principio motor que tan bien explic¨® Leguina hacen menci¨®n:
a) La distinci¨®n entre buenos y malos comunistas. Por un lado est¨¢n los proletarios, que, por principio, son los buenos, los mejores, y, por otro, los intelectuales y profesionales, es decir, los de origen burgu¨¦s y peque?o-burgu¨¦s, que tienen que purgar el pecado de no haber nacido proletarios. Cuando las cosas se ponen mal para los dirigentes, porque los profesionales e intelectuales, y tambi¨¦n los proletarios (aunque ¨¦stos cuenten menos), exigen m¨¢s democracia y transparencia, m¨¢s movilizaci¨®n y menos pactos, m¨¢s rigor y competencia y menos burocracia, se les recuerda sus tenebrosos or¨ªgenes, su degeneraci¨®n te¨®rico-abstracto-metafisico-idealista (pro supuesto, burguesa), su car¨¢cter de picos de oro encerrados en los despachos, "cabezas de chorlitos que hozan en la charca de la socialdemocracia?, privilegiados desagradecidos incapaces de reconocer los esfuerzos realizados, de asumir la disciplina revolucionar¨ªa. Si en vez de ser expulsados por la herej¨ªa fraccionaista resisten y se quedan, son marginados, y la mayor¨ªa de sus propuestas son rechazadas. Y s¨ª, cansados y aburridos, se van de la organizaci¨®n, el recuerdo de sus or¨ªgenes vuelve a ponerse en primer plano, relacion¨¢ndolo con la debilidad de car¨¢cter, con el escaso ?esp¨ªritu de lucha, sufrimiento abnegaci¨®n y resistencia?, con Ia ambici¨®n desmesurada de poder status y prestigio, no sin antes establecer urbi et orbe que fuera del partido no hay salvaci¨®n?, y que no eran comunistas.
b) ?La Prensa burguesa, manipuladora y enga?osa?, frente a ?la Prensa proletaria?, que, aunque se caiga de las manos y se contradiga sistem¨¢ticamente, es verdadera, al estar respaldada por las sagradas escrituras de los padres de la iglesia (que caen en desgracia o se rehabilitan seg¨²n el devenir de los acontecimientos y el viento que sople en la lucha entre las diferentes camarillas de poder, que Dios y la Virgen nos libren de llamarles tendencias o fracciones). Vemos as¨ª c¨®mo en el caso del peri¨®dico Rep¨²blica, en Portugal, los periodistas dec¨ªan que todas las noticias eran veraces, justas y acertadas, porque estaban facilitadas y elaboradas por el proletariado. El secretario general y secretariado (o ejecutiva confederal) disponen de los mecanismos de control del aparato que ofrece el centralismo democr¨¢tico manifiesto o encubierto, por medio de la comisi¨®n de candidaturas para elegir los dirigentes del mismo, los candidatos del partido en las diferentes instituciones representativas de la sociedad; por los m¨¦todos de trabajo y de discusi¨®n, como, por ejemplo, la realizaci¨®n de la s¨ªntesis en las reuniones, a cargo del secretario general y los responsables pol¨ªticos, que sintetizan lo que mejor les conviene; por el tipo de organizaci¨®n vertical, de la circulaci¨®n de la informaci¨®n (tambi¨¦n vertical), por la organizaci¨®n de los congresos, completamente controlada por la direcci¨®n, la ¨²nica tendencia organizada; por el control absoluto de los medios de comunicaci¨®n del partido, que se convierten en la voz de su amo; por la imposibilidad de exigencia de responsabilidades que diesen lugar a ceses y dimisiones; por la absoluta imposibilidad de plantear alternativas colectivas; por la imposibilidad de control de los liberados y de su eficacia e idoneidad.
Permanecen despreocupados y tranquilos en el poder, hagan lo que hagan y digan lo que digan, ya que, leales entre s¨ª y con la subordinaci¨®n de los liberados, disponen de los resortes claves para su mantenimiento. Se produce as¨ª, por la no existencia de tendencias que constantemente exijan una mayor competencia, que realicen un control continuo y que supongan una alternativa: permanente, una burocratizaci¨®n y desprestigio de la pol¨ªtica y de los pol¨ªticos en el marco de una gran indigencia te¨®rica y de una aut¨¦ntica miseria cultural, pues en estos casos la cultura y la formaci¨®n pasan a ser un ornamento para envolver mejor el producto.
?Renovarse o vegetar!
Nota. Este art¨ªculo es un sencillo, sentido y emocionado homenaje a Louis Althusser, del que tanto hemos aprendido, sobre todo en la discrepancia, la cr¨ªtica y la confrontaci¨®n.
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